Crisis en la teoría y crítica literaria. Un retorno a los grandes maestros

 

Crisis in theory and literary criticism.  A return to the great teachers

 

 

Recibido: 29 de noviembre 2019

Evaluado: 03 de febrero 2020

Aceptado: 06 de mayo 2020

 

Marcos Yauri Montero

[email protected]

Universidad Ricardo Palma

 

Doi: https://doi.org/10.35756/educaumch.202015.131

Como citar

Yauri Montero, M. (2020). Crisis en la teoría y crítica literaria. Un retorno a los grandes maestros. Revista EDUCA UMCH, (15), 48-63 https://doi.org/10.35756/educaumch.202015.131

 

Resumen

La crisis que hoy está afectando a la teoría y la crítica literaria está incentivando entre los cultores de estos campos la inquietud por reconducir el trabajo de cada uno partiendo de modo creador de la herencia de los grandes maestros del siglo XX. Este es un movimiento de doble significado, pues, por un lado, se toma de los anteriores maestros las ideas capitales, y por otro, esta sabiduría da inicio a la creación de nuevas estrategias para devolver a la teoría y crítica literaria a sus verdaderos cauces.

Palabras clave: Literatura, crítica literaria, maestros del siglo XX, crisis

 

Abstract

The crisis that today is affecting to the theory and literary criticism, has encouraged to the growers of these fields the necessity of redirecting their work starting with the creative heritage of the great masters of the twentieth century. This is a movement with a double meaning, by one side they take the capitalist ideas of the great masters, and in the other part this wisdom is the beginning of new strategies to return the theory and literary criticism to it’s true channels.

Key words: Literature, literary theory, critical literary, crisis.

 

Introducción

En los años 2010 y 2012, Javier Morales Mena, profesor de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos publicó con los auspicios de dicha facultad, los libros: La trama teórica (2010) y Teoría de la literatura. Restos (2012). Cada volumen contiene sendos artículos de profesores especialistas en la materia, casi todos relacionados con la crisis que hoy padecen la teoría de la literatura y la crítica literaria, tema que preocupa sobremanera a los jóvenes académicos. La trama teórica tiene el propósito, en palabras de su compilador Javier Morales Mena, de hallar una reconfiguración del campo teórico en el contexto actual, con la finalidad de crear una teoría capaz de revelar «su energeia, su presencia y fluir por las venas y el nervio del pensamiento y el debate actual sobre lo humano o lo demasiado humano» (p. 7). En otras palabras, las reflexiones de los autores alimentan el espíritu de repensar y reescribir la

historia epistemológica, estética, literaria y teórica con elementos o fragmentos que se ocultaron, marginaron o silenciaron, a efectos de que la teoría debe ser «entendida no como una mecánica ni una técnica sino como una forma de imaginar y modelar el mundo de la vida o la vida del mundo» (Ibíd.). Por su parte, «Teoría de la literatura. Restos, también es un libro de amor por la literatura, por la teoría literaria, por el humanismo o el demasiado humanismo» (p. 16). Por consiguiente, los artículos, en cierto modo, recuperan «el sentido combativo de la teoría, su resistencia al reduccionismo plantillar; su crítica de la tropología que sucumbe a las exigencias de los mercados de la interpretación» (Ibíd.). En tal sentido las reflexiones coinciden en que la crítica literaria contemporánea está en crisis como resultado del olvido de la naturaleza humanística del objeto de estudio y del interés por el desarrollo tecnológico de la teoría y de la crítica, fenómeno que obliga a revaluar la tradición teórica del siglo XX para construir una nueva tomando de modo creador las bases sentadas por los maestros del siglo citado.

En ambos libros, que por su importancia merecen una lectura obligada, predomina la presencia de especialistas extranjeros, en su mayoría de las universidades españolas. En escala bastante menor de la universidad norteamericana y mexicana; en el segundo volumen, de los numerosos profesores que dictan literatura en universidades peruanas, solo está presente Miguel Ángel Huamán de la UNMSM. ¿Esta circunstancia se debe a la casualidad?, o ¿revela la indiferencia o lejanía ante dichos temas por parte de los teóricos y críticos literarios nacionales? En cuanto al autor de estas líneas, la lectura de los dos libros le ha impactado severamente. El resultado de ese impacto es la redacción de este inicial ensayo, con la intención de alcanzar una aproximación a los problemas que constituyen serias preocupaciones en el mundo académico latinoamericano y al interior de la creación literaria y el ejercicio de la crítica en cada país.

La creación literaria y la concepción del mundo

Escribir y leer literariamente son actos culturales que significan una manera de entender el mundo y la vida; interpretarlos o reinterpretarlos, para conferirles sentido. Este es un principio y una idea no extraños a todos quienes cultivan las letras, y por extensión a todos.

El escritor, por habitar el mundo y estar situado dentro de él, aparece en su conciencia tal como él lo percibe, lo imagina y comprende. Y esta representación con su consiguiente significado, es la que se muestra en su obra. De allí, que no es una ingenuidad pensar que un escritor, como cualquier otro intelectual, es la hechura de influencias determinantes. Todo escritor y artista, participa de toda la maquinaria cultural de su mundo y de su tiempo; y si no participa directamente, es afectado de manera inconsciente. Este segundo enunciado, ha sido, hace tiempo, explicado de manera genial por muchos, por ejemplo, el filósofo francés Erwin Panofski en su abordaje del arte gótico. Según Panofski, el alarife, el vitralista, en suma, todos aquellos que trabajaron en la construcción de las monumentales catedrales y demás obras artísticas góticas, es imposible que hubieran estado familiarizados con el contenido de la suma de Santo Tomás de Aquino, o con los escritos de La Porée, cuyas ideas fueron decisivas para la emergencia del espíritu gótico, sino que la atmósfera cultural, la sociedad, el ambiente religioso estaban saturados del ideal a cuyo impacto no pudieron escapar. El ideal era escuchado en los sermones religiosos, estaba en el habla o en los conciertos; era respirado, y en consecuencia era parte de la vida y del acervo cultural.

Pero no solamente la cultura, dentro de la cual la literatura ocupa un lugar, se relaciona con el escritor, sino también lo social, el imaginario, los acontecimientos, las maneras de presentarse de la realidad, los matices de la vida real, etc. En 1934, Jakobson observaba que una obra literaria presupone una evolución de la literatura; y la evolución de esta, la de la sociedad. Jan Mukarovski explicitó mejor este tema al afirmar que:

No se puede (…) ni aún en la teoría, aislar la literatura del campo de la cultura sin suprimir al mismo tiempo la antinomia dialéctica indispensable en toda evolución. Pero como la cultura en su conjunto está llevada por la evolución de la sociedad, es necesario tener en cuenta también las relaciones entre literatura y la sociedad1

Dentro de esta concepción, sigue reflexionando Mukarovski:

…el escritor, como individuo es un: «punto en donde se entrecruzan todas las influencias externas que pueden actuar sobre la literatura y al mismo tiempo ser el foco a partir del cual ingresan en la literatura. Todo cuanto sucede en la literatura, tiene lugar a través de la mediación del individuo»2

En este tema, lo que interesa es la visión del mundo en correspondencia con la conciencia de una comunidad social. Correspondencia cuyo resultado no es un calco mecanicista y sociologizante de la realidad que la literatura hace, sino la homología entre una obra literaria y la realidad dentro de la que ha sido producida y fue y continúa siendo la preocupación tanto de europeos y latinoamericanos del pasado siglo, hoy reconocidos como clásicos: Mijail Bajtin, Tzetevan Todorov, muchos teóricos del Círculo de Praga; de latinoamericanos, como José Antonio Portuondo, Roberto Fernández Retamar, Antonio Cornejo Polar, Nelson Osorio, Desiderio Navarro, Jorge Ruffinelli, Ángel Rama, García Canclini, etc. Pues, el tópico conduce a diversas concepciones: eurocentrismo, etnocentrismo, universalismo, nacionalismo, regionalismo, localismo, etc., preocupaciones a las que hay que sumar ahora, los problemas que traen la globalización, la modernidad, la mundialización, el avance tecnológico, los medios de comunicación mediáticos, etc. posiciones que llevan de manera implícita el tema de si

 




1 «La fonología y la poética» El Círculo de Praga. Traducción de Ana María Díaz y Nelson Osorio. 1997, Valparaíso, pp.72-73

2 Citado por Carlos Rincón: «Sobre crítica e historia de la literatura hoy en Latinoamérica» Casa de las Américas, La Habana, 1973, p.142

las teorías de la literatura y de la crítica formuladas en Europa son válidas para el resto del mundo o si es necesaria la elaboración de teorías de las distintas literaturas tanto nacionales, regionales y zonales. En el fondo, todo esto equivale a ingresar en las entrañas de la oposición y relaciones entre lo universal y lo singular o particular.

En nuestro criterio, sobre este asunto se ha discutido y escrito bastante. Es importante la reflexión de Desiderio Navarro para quien, partiendo de una determinada literatura se puede arribar a un extenso conjunto de generalizaciones acerca de lo que es estructura y cognición de la obra literaria, la morfología de las obras, el proceso histórico-literario, etc. Pero solo la confrontación con otras literaturas permite establecer diferencias de modo certero en ese «conjunto de generalizaciones que reflejan propiedades y relaciones específicas de la literatura dada». Planteamiento que es a todas luces muy importante porque:

Únicamente tal confrontación elimina no solo el riesgo de considerar universal lo que simplemente es particular, propio de una sola literatura regional, zonal o nacional, o de unas cuantas, a la vez, sino también el riesgo de creer específico lo que, en realidad, es universal o propio también de otras literaturas regionales, zonales o nacionales.3

Preguntémonos qué se entiende por cultura universal. ¿Podemos definirla, describirla, pensarla, imaginarla, situándonos dentro de la europea, asiática, latinoamericana, africana, o de cualquier otro espacio? La respuesta, verdaderamente, es difícil de ser satisfecha. El tema se clarifica si se piensa heréticamente que no hay cultura universal, sino que la cultura es universal porque “cultura”, ya no es una categoría como se la pensó antes del fin de siglo e inicios del actual, sino es una manera de ser de la humanidad, una praxis de las colectividades, de la gente, razón por la que ella (la cultura) es patrimonio universal que hace partícipe a todos y cubre las necesidades materiales y espirituales de los modelos literarios europeos de manera pura no han dado resultado. Sobre este punto es interesante la reflexión de Medvédev y Bajtín que opinan que una definición realizada por la poética sociológica debe ser una definición adecuada a toda la evolución de la forma que se define; de ahí, por ejemplo, que:

«Una definición de la novela incapaz de cubrir todas las formas que han existido en su desarrollo histórico, no es en absoluto una definición científica de la novela, sino un manifiesto artístico de alguna orientación literaria, es decir, expresa las apreciaciones y opiniones de esa orientación sobre la novela»4

De este modo se hace explicable el fracaso del teórico ruso Vladimir Iákovlevich Propp, especializado en el estudio de los cuentos folclóricos, y del francés Roland Barthes, filósofo de muchas luces y especialista en el estudio de los mitos. Los dos, luego de conocer profundamente la estructura de las dos líneas textuales, intentaron producir un esquema que englobaría las características de la novela de validez universal.

Por otra parte, los modelos y las tendencias sufren modificaciones al ser trasladados de un espacio cultural a otro, fenómeno que por ejemplo fue meticulosamente estudiado por Miklós  Szabolscsi, que en 1969 expresó que el simbolismo y el surrealismo, en Rumanía


3 Navarro, D. «Otras reflexiones sobre eurocentrismo y antieurocentrismo en la teoría literaria

4 Navarro,D.Ibíd.p.78

y Checoeslovaquia respectivamente, echaron raíces mezclando dos tradiciones culturales, que dio como resultado una folclorización. Años más tarde demostró que la Vanguardia Literaria y Artística en diversos países de Europa asumió varios matices en la zona central, en la del este, España y otros ámbitos extraeuropeos. Para el espacio peruano basta recalcar algunos casos especiales: primero, el de César Vallejo, que, nutrido de la cultura, del alma, de la lengua peruana, a través de un proceso de amalgama cultural, acompañado de una actitud dimensiones, de altísimo valor humano y por tanto universal; segundo, el surrealismo de Carlos Oquendo de Amat, que alcanzó un brillo mayor que el surrealismo francés. En su poesía, por ejemplo, en la mesa, no de disección como la de André Breton, sino en una de comedor, las frutas y la luna se hacen presentes; las frutas se transfiguran en pájaros, y la luna se remansa «en todos los platos», en lugar del encuentro fortuito de un paraguas y de una máquina de coser. Poesía que crea un universo suntuoso, donde los ángeles hacen rodar los ríos como aros, los elefantes ortopédicos se convierten en manzanas y la torre de Eiffel es una flor; los rascacielos neoyorkinos, los aeropuertos, las calles, la propaganda comercial, la industria del celuloide y sus figuras aparecen como en un jardín, dentro del orden de un país capitalista que crea una distancia con la realidad de los países del Sur. Oquendo se apropió de la retórica y del ideal vanguardistas y los usó para establecer una confrontación entre el poder del mundo desarrollado y la pobreza del universo periférico situados cada uno espacialmente, en el Norte y el Sur del planeta respectivamente, todo dentro de una creación pura, fina y delicada y deliciosamente abstracta. El tercer ejemplo es el de los poetas César Moro y Emilio Adolfo Wetsphalen, cuyos reinos humanamente intrincados, se elevan más allá de los reinos surrealistas europeos.

Modernidad, posmodernidad, literatura

Al final de la primera mitad del siglo XX, el historiador holandés Johan Huizinga en su hermoso libro En la sombra del mañana, expresión de sus preocupaciones sociopsicológicas y sociopolíticas, frente a la crisis que en ese momento estremecía a la cultura y al pensamiento, escribió: «Las categorías con que hasta ahora se contentó nuestro pensamiento parecen disolverse». Pensó así, porque debido al asombroso avance de la ciencia y del saber, el conocimiento humano se reconoció incapaz de aprehender toda la sabiduría, como también de comprender el mundo; y el hombre, más que sentirse impotente para abarcar la sabiduría que se hizo inmensa, se sintió cohibido, casi desesperanzado. El hombre empezó a descubrir que: «Viejas verdades tenían que ser abandonadas, términos de uso corriente que creíamos eran llaves del entender no entran ya en la cerradura». En ese mundo cuyos esquemas se rompían, el profano quizás podía ampararse en la nostalgia «por la cómoda y tangible realidad de los viejos tiempos, leer su Buffon y deleitarse en su simple y serena representación del mundo con efluvios de heno y canto de aves, como historia y poesía». Esta agudeza de Huizinga es aplicable a nuestro tiempo, a pesar de que cuánto ha cambiado el mundo. Nuestro tiempo es una época en que nada permanece en reposo, todo está en permanente en cambio, y el cambio es veloz, a tal punto que el tiempo parece comprimirse en un presente cotidiano y el espacio planetario en un espacio de aldea o de barrio. La ciencia, la tecnología parecen conspirar contra la pasividad humana, de la gente; y los avances de la ciencia y los cambios de los paradigmas atentan contra la paz del corazón humano, contra sus sueños, haciéndolo sentir ignorante, con poca capacidad para abarcar como antes la sabiduría y solucionar los problemas, con precaria o ninguna habilidad de adaptación a los tiempos en eterna y acelerada mutación. Pues, ¿cómo se siente el hombre de hoy dentro del mundo moderno? Es difícil saberlo de modo certero, como tampoco es fácil orientarnos en esta nueva realidad, cuyo poder y límites no los podemos abarcar y comprender a plenitud.

La vida en la sociedad posindustrial (moderna) –dijeron hace tiempo- no es como en la etapa preindustrial e industrial. Los especialistas (Daniel Bell, Ronald Inglehart, Fred Spier)5 hacen hincapié que, en la etapa preindustrial, la vida «era un juego contra la naturaleza» y el concepto individual del mundo estaba condicionado por los elementos externos: las estaciones del año, las tormentas, la fertilidad del suelo, el agua, las sequías, etc. En la etapa industrial estaba convertida en un «juego contra la naturaleza fabricada», es decir, el mundo técnico, mecánico, racionalizado y burocrático volcado hacia la dificultad externa de crear y dominar el medio ambiente. En la sociedad posindustrial, la vida gravita en torno a los servicios, y es un «juego entre personas», el hombre existe más alejado de la naturaleza y más cerca de las máquinas y cosas; los hombres viven y se encuentran con los unos y los otros merced a la comunicación, por ejemplo a través del Facebook, del wasap y los mensajes de texto y otras modalidades. El avance de la ciencia y de la tecnología ha resuelto dificultades que parecían insolubles. El hombre es explorado a profundidad, así como el planeta donde ya no existen tierras vírgenes, como en los tiempos de Rudyard Kipling. Desvanecidas las distancias merced a la comunicación, los límites geográficos y culturales o vacilan o tienden a borrarse y el mundo se ha convertido en una aldea global donde es patente el riesgo de que las identidades cedan si las sociedades no amparan su singularidad. En este mundo en vaivén donde los cambios son veloces y constantes, ¿cómo se siente el hombre? Pese a que la mayoría pasa sus horas de trabajo en contacto con otras personas, a pesar de la multitud y de la comunicación, del deslumbramiento de comprar y vender, de viajar, de experimentar nuevas emociones, de estar en contacto permanente con símbolos, el hombre experimenta una desgarradora soledad. ¿Qué sucede? ¿Por qué? Desgraciadamente, como lo advirtió Huizinga, en los sofisticados medios de comunicación no hay presencias, ni siquiera huellas. Por ejemplo, si antes, en la época de la radio las noticias eran solamente leídas para ser escuchadas por miles y miles de personas, pero la gente las vivía porque imaginaba sus contextos, tejía mentalmente escenarios, historias, imágenes, etc. Ahora, con los medios modernos, las noticias no solo son escuchadas, sino sus escenarios están al alcance de la mirada con trozos o fragmentos de la realidad fáctica, con cruce de colores, movimientos, sonidos, etc. y cada uno de esos elementos tiene una carga de datos que invitan a otras lecturas que pueden multiplicarse. Pero, infortunadamente en toda esta grandeza, la imaginación naufraga, no se siente solamente limitada sino imposibilitada de crear otros mundos. La era de la electrónica y de la globalización torna al mundo en plurilingüe y multicultural. Sin embargo, esta aldea global donde todo parece estar vivo y cerca, es en verdad un mundo desolado. En la pantalla del televisor, del computador o de cualquier artefacto electrónico cada vez más sofisticado, lo que hay no son presencias, ni huellas, sino ausencias.

La voz, la imagen, el color, el escenario, el movimiento no son sino reproducción, a veces reproducción de reproducción. ¡Si al menos hubiera huellas!, pero desgraciadamente para que existan huellas, primero debe haber presencias y no imágenes.

Por otra parte, el abismo entre países ricos y pobres se ahonda, sus sociedades difieren en cuanto a normas y creencias, polarizando la concepción del mundo. El consumismo




5 Bell: The coming of Post-Industrial Society, New York: Basic Books, 1973 /The cultural contradictions of capitalism. New York: Basic Books. 1976. Inglehart: Culture shift in advanced industrial society. Princeton, NJ: Princeton University Press, 1990. Spier: The structure of big history: From the big bang until today. Amsterdam. Holland: Amsterdam University Press, 1996

presiona a la búsqueda de modelos culturales; los grupos van tras una educación que pueda plantear alternativas. A juicio de muchos especialistas, los Estados Unidos no son el prototipo de la modernización cultural, «como dieron por sentado ingenuamente algunos escritores de posguerra que se pronunciaron acerca de la modernización». En este país juega un sistema de valores mucho más tradicionalista «que el de cualquier otra sociedad industrial avanzada». «Estados Unidos se encuentra entre las sociedades más avanzadas en cuanto a supervivencia y autoexpresión, pero incluso en estas áreas no está a la cabeza del mundo, puesto que los suecos, holandeses y hoy los finlandeses están más a la vanguardia del cambio cultural»6 A todo esto hay que agregar otros fenómenos, como a los que se refirió el filósofo uruguayo Ticio Escobar; el mundo sufre las promesas incumplidas de las vanguardias: la ilusión de un mundo mejor que la ciencia y la tecnología nos prometieron, así como también, hicieron los socialismos. Al contrario, la supervivencia de la humanidad está amenazada, como siempre, por los abismos de la desigualdad, por el afán de enriquecimiento de los grupos de poder, a los que, inclusive, no les importa precipitar una catástrofe ecológica o una tragedia genética y aun un holocausto nuclear que puede desencadenarse en cualquier rato. El homo capax del que ha hablado Paul Ricoeur tiene capacidades e incapacidades; incapacidad, por ejemplo, de hablar o pensar y desenvolverse críticamente dentro de sistemas de poder dictatoriales o autocráticos; en consecuencia, ese hombre, pese a sus múltiples capacidades, en el fondo es un ser que sufre. Por ejemplo, ¿cómo se siente el peruano de hoy, en este tiempo que nos ha tocado vivir una vida dentro de un Estado que debe ser reconstruido por padecer múltiples y severas deficiencias que generan conservadurismo de rango colonial, racismos, pobreza, discriminación y desigualdades; con exgobernantes que sufren prisión a causa de sus actos ilícitos o tienen de asiento el banquillo de los acusados por haber caído al antro de la corrupción?

El francés Baudrillard habló de la agonía de la realidad, como una justificación de sus negaciones de la historia, del progreso y de un acontecimiento que pueda cambiar la historia. El filósofo español Adolfo Sánchez Vásquez dice: «La historia es otra de las cabezas que rueda bajo la guillotina posmoderna. Ya no se trata de la historia sin sujeto, postulada por el estructuralismo francés, ni tampoco de la falta del sentido de la historia, sino que se trata pura y sencillamente de que no hay historia, de que si la ha habido ha llegado a su fin o de que estamos en la poshistoria. Ha cambiado la conciencia del tiempo porque la información la deshistoriza al reducir los acontecimientos a la contemporaneidad o la simultaneidad. El presente absorbe al pasado y al futuro. Baudrillard aseguró que el futuro ya había llegado y ya no había esperanza de ninguna utopía, ni vieja, ni nueva.

Los cambios permanentes invierten los espacios: los centros se desplazan e igual los márgenes y las periferias; nuevas realidades las cruzan. Han estallado los fundamentos tradicionales de sociedad, cultura, ideología. La realidad se muestra ambigua, fragmentada, en permanente interacción. Las culturas se encuentran, interactúan, e igual las lenguas, las sensibilidades. El mundo se hace multicultural. ¿Cómo percibir dentro de esta realidad el problema de la identidad si todo está en movimiento cuyo resultado es el cambio? ¿Cómo han de defenderse o reconstruirse las identidades agredidas o perdidas?

¿Van a surgir nuevas identidades en estos espacios movedizos? Mary Louise Pratt y Antonio Cornejo Polar, hace tiempo llamaron a estos espacios las zonas de contacto, o




6 Inglehart, Ronal y Wayne E. Baker: La modernización, el cambio cultural y la persistencia de los valores tradicionales ENCUENTROS, No 43, 2002. Centro Cultural del BID, Wáshington, p. 25

sea ámbitos donde desembocan y se encuentran distintas culturas, desencadenando la interculturalidad, fenómeno que deja para siempre arcaizada y arqueologizada la categoría del mestizaje. El carácter casi apocalíptico, por confuso, de esta realidad, presiona a encontrar una explicación capaz de conferir significado a la realidad y la historia, proceso que Jean Franco denominó la lucha por el poder interpretativo. Según Beatriz Pastor, además de la multiculturalidad generada por el contacto de las culturas de los países hegemónicos y de los de la periferia, se produce la emergencia de los países del tercer mundo, cuyo resultado es una confrontación de occidente con mundos diversos y realidades resistentes que cancelan las pretensiones universalistas de la cultura europea. La polémica que este fenómeno plantea es, si las humanidades van a encarnar perpetuamente una concepción del mundo, de la historia y de la cultura eurocéntricas ligadas a los procesos imperialistas en los que se ha formado esa visión, o van a abrirse a una diversidad de visiones y perspectivas que cancelen implícitamente el pretendido universalismo que esa visión se ha arrogado tradicionalmente.

En este mundo, ¿qué es la literatura? Complementando la interrogante, ¿qué es la teoría literaria?, ¿qué es la crítica literaria? La literatura, por ser un ente vivo, también cambia, pero pese a los cambios siempre es la misma, tal como sucede con la condición humana. Dando la impresión de perder su especificidad, se ha hecho plural y se ha abierto a nuevos lenguajes: el periodismo, el cine, la televisión, el cómic, el grafiti, el non fiction, etc. No solamente todo esto, sino que enfrenta un viaje de retorno, pues sucede que en los países con un pasado colonial a medias desenterrado por la investigación histórica, como es el caso de los países de América Latina la inquietud no solo se interesa por la oralidad cotidiana sino también por un cardumen de documentos que siendo indígenas, no son del todo indígenas, sino discursos híbridos además de ser repositorios de materiales útiles a los historiadores, sociólogos, etnohistoriadores, antropólogos, sicoanalistas, etc. Este material que los estudiosos peruanos llaman los discursos coloniales está integrado por lo general por cartas y memoriales a través de los cuales los colonizados formulaban pedidos de equidad a las autoridades; hoy es recuperado para la literatura, así como para otras especulaciones fuera de ella. En nuestro país, debido a los estremecimientos que sembró una época de terror desatada por grupos que pensaron que por la metodología violentista se puede acceder a una realidad utópica, hoy en día, a esos discursos coloniales se han añadido los discursos testimoniales de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que convertido en fuente ha servido y aún sirve para la producción de una superfrondosa narrativa con el tema del terrorismo, a tal punto que el crítico Jorge Terán Morveli propone que para comprender la heterogeneidad de la narrativa sobre la violencia o el “conflicto armado interno” existe la necesidad de «establecer criterios de clasificación»7

Para muchos, la ambigüedad de los contextos, ha desvanecido el concepto que teníamos de la literatura; aseguran que estamos frente a la posteoría, caracterizada por una nueva elaboración de las fronteras de la literatura mediante un análisis multidisciplinar de los centros, periferias, márgenes y frontera, territorios donde se producen fenómenos interculturales, entre ellos los que afectan a la producción literaria que nace en un contexto interdisciplinario. La apertura del campo literario a las múltiples diferencias, a la fragmentación, la hibridación y la contrapropuesta de algunos que desean respeto e inclusive la vuelta al canon, lejos de desmontar el concepto de la literatura como un producto anclado dentro de la sociedad y la historia, la reconfortan. No olvidemos la reflexión de Mukarovski, quien en lo esencial asegura que el sujeto productor es el centro donde confluyen las influencias exteriores, y que, por su intermedio, los acontecimientos del mundo pasan a la obra.

Las alternativas de la crítica

En palabras del novelista argentino Tomás Eloy Martínez, en el mundo actual en permanente vaivén, donde ha sobrevenido un vacío que empieza a ser llenado por versiones que cambian según quien mira, y donde el hombre «moderno», que al no alcanzar a ser moderno del todo se repliega, como en el discurso de Huizinga, en la nostalgia por un mundo fenecido con sus campos floridos y cantos de pajaritos y una vida sin agudas complicaciones, la literatura, la teoría literaria y la crítica también han optado por adoptar alternativas. Los estudios culturales han reivindicado la cultura popular y han reconocido que las generaciones nuevas ya no formarán su «educación sentimental» en una realidad letrada, sino en las imágenes del mundo mediático, dentro de una cultura que padece la hegemonía capitalista pero que al mismo tiempo recibe el impacto de lo popular. Inclusive la historia ya no es estudiada como una verdad absoluta, sino como cultura, ya no como acumulación que la convertía en una «colección de moscas muertas» 8, sino como la construcción de un diálogo a través de la imaginación del presente con el pasado en un afán de devolverles la vida a los muertos y recuperar la voz de ellos, su memoria. La crítica literaria hace tiempo dejó de ser lo que fue, como aseveró hace tiempo Jean Franco. Filósofos, antropólogos, pensadores políticos (Foucault, Derrida, Althusser, Lévi-Strauss) removieron sus cimientos, y nacieron nuevos enfoques ante los discursos de Barthes, Genette, Jameson, Gadamer, Eco, etc. La teoría literaria al abrirse ante los nuevos lenguajes del periodismo, del cine, de la oralidad mediática, la televisión, el cómic, dejó de ser monolítica al introducir nuevas estrategias de acercamiento a los productos literarios y análisis de los mismos. La crítica se ha abierto a la multidisciplinariedad. En América Latina, cómo entender sin la interdisciplinariedad obras como Rayuela, Yo el supremo, Grande Serta: Veredas, Paradiso, Los hombres de maíz; inclusive la obra de Jorge Luis Borges.

Particularmente en el Perú, cómo penetrar en el denso tejido de El pez de oro, de Gamaliel Churata El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María Arguedas. En América Latina y por ende en el Perú, se han dado encuentros de distintas culturas, fenómeno que con la globalización continúa produciéndose en grado cada vez más creciente. En esos espacios de confluencia o zonas de contacto surgen los esfuerzos por entender y explicar la nueva realidad en un afán de dotarle sentido y significado a la vida. Dentro de este afán aún no ha sido resuelto el problema de la diferencia. Ya no se trata solo del respeto o tolerancia del otro distinto, sino la opción de la creación en medio de la intersección con ese otro. Esto quiere decir que en la actualidad deberían desaparecer para siempre las viejas imágenes que Europa creó y crea a través de su percepción de los espacios, culturas, realidades, mentalidades de los mundos que existen fuera de ella. De igual manera dentro de los países debe acontecer igual fenómeno. En el Perú, cómo alcanzar la integración si aún persisten en forma velada o directa las ideas de la confrontación entre civilización y barbarie. Si en la colonia hubo la república de españoles y la república india, dentro de su estructura socio- cultural, hoy infortunadamente persiste el concepto de Lima como centro y la provincia como la periferia, mentalidad que la literatura y la crítica literaria no




7 Terán M. J, “La narrativa de la violencia en el Perú: una primera tipología”. Revista Académica UNASAM No

6-7 Enero- Diciembre, 2017, Huaraz Fondo Editorial Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (p.319-347)

8 Mann, Golo: Reflexiones sobre historiografía. ECO, Revista de la Cultura de Occidente, 1974, Bogotá.

han superado y en cierto modo no desean borrar por el peso de mentalidades que aun abrigan un centralismo y un regionalismo tradicional de alto grado conservador. Cómo entonces entender que en el seno de una modernidad cada día más moderna y de una globalización cada día más avanzada, persiste la mirada de los analistas sosteniendo la vieja y falsificada presencia de una literatura criolla y otra indígena, concepto que en su malla esconde la irresuelta confrontación entre civilización y barbarie. La literatura, al igual que cualquier otra ciencia, tiene que comprender que la creación no debe darse situándose en campos opuestos, sino en la intersección de nuestra multiplicidad lingüística, social y cultural. Ese uno y ese otro, conservando sus diferencias, devendrían en unidades culturales sin perder sus esencias, ni identidades. José María Pozuelo Yvancos, al respecto, en su artículo: “El conflicto del canon y la teoría literaria: Una retórica de la crisis”, aleccionadoramente recurre a una cita del monje sajón del siglo Xll, Hugo de San Víctor, en la que el monje asevera que aquel que encuentra dulce su patria es aún un tierno aprendiz; quien halla que todo suelo es como el nativo, es un individuo fuerte; pero quien encuentra al mundo como un lugar extraño, es perfecto.

Luego concluye que, no se trata de una erradicación simplista de las diferencias, porque la globalización es trascendental, sino que la teoría y la literatura deben actuar «como espacio de complejidad hermenéutica donde las diferencias son no solo reconocidas y comprendidas sino asimismo intercambiadas y discutidas»9.

Ante este universo que por ser nuevo no está cristalizado del todo, sino que se está haciendo, la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad son herramientas que ayudan a entender el mundo y uno de sus productos: la cultura y dentro de ella la literatura. Pues, como piensa Slavoj Zisek, una estrategia tradicional no puede descubrir sus entresijos, es necesaria inclusive una mirada al sesgo para vislumbrar, capturar y luego comprender las paradojas, los anamorfismos, las antinomias, las irrealidades de la realidad, la mancha negra de la realidad y muchas otras cosas que una obra es capaz de representar y contener10. Pero esta estrategia no significa convertir a la teoría y crítica literaria en tributarias comprometidas con las ciencias sociales o cualquier otro espacio, como ha ocurrido.

CODA

Este tema no concluye. El tópico es extenso, intrincado, además de polémico por su complejidad, y moverse dentro de su territorio es una tarea bastante ardua. Para continuar reflexionando, creo interesante recordar en provecho del presente ensayo, unas ideas de un crítico literario, igual de preocupado por los problemas que hoy atraviesa la teoría y crítica literaria: Jim Anchante Arias, autor del libro: El laberinto de la palabra (2018). En la introducción, apoyado en Jean Chevalier y Alain Gheerbrant considera a la literatura como un laberinto. El laberinto «conduce al interior de sí mismo, hacia una suerte de santuario interior y oculto donde reside lo más misterioso de la persona humana» (p.15). En el laberinto, dice Anchante, símbolo del caos, del orden, de la pérdida y del encuentro, habita la literatura, expresión del espíritu humano que se realiza mediante la palabra la misma que manifiesta dicha, luz y también oscuridad:                     




9 La trama teórica, pp.29-30

10 Sobre estos tópicos son interesantes los volúmenes publicados por Javier Morales Mena: La trama teórica. Escritos de teoría literaria y literatura comparada (Lima, 2010) y Teoría de la Literatura RESTOS (Lima, 2012)

Los escritores, los poetas o narradores, pueden o no tener conciencia del laberinto. El ensayista, el que reflexiona sobre la literatura, debe tratar, no digamos de explicar sus leyes (tarea por lo general imposible), sino al menos de extender un poco el hilo que permita el recorrido del hombre por los aposentos intrincados de la palabra. (p.15).

Sultana Wahnón Bensusan, catedrática de la Universidad de Granada, en su artículo “La hermenéutica constructiva, una propuesta renovadora de la teoría literaria”, insertado en Teoría de la literatura. Restos, reflexiona con severidad: que si se habla de renovar la teoría literaria, es porque se trata de una disciplina o género discursivo que ha experimentado un claro retroceso en las tres últimas décadas. Fenómeno que ya en 1997 fue diagnosticado por el norteamericano Jonathan Culler (Breve introducción a la teoría literaria) hablando de que no se trataba de una crisis de la teoría, sino de que la nueva producción teórica no tenía ya interés ni en reflexionar ni en describir ni en profundizar en criterios propiamente literarios. Que asimismo Robert Rorty llamaba la atención sobre el hecho de que el término teoría literaria se había convertido en las universidades anglosajonas, en sinónimo de discusión sobre Niestzche, Freud, Heidegger, Derrida, Lacan, Foucault, De Man, Lyotard, et al (2012: 91-119)

Miguel Ángel Huamán, asume que:

«Atravesamos un periodo caracterizado por la crisis de los paradigmas y el fin de los grandes metarrelatos lo que ha llevado a la adopción de una postura errónea, confundida y asumida como crítica: el rechazo a priori de cualquier intento de erigir un juicio, un sistema, una propuesta, una alternativa frente a los problemas del mundo, la sociedad, la vida misma» (2012: 53)

Javier Morales Mena, el compilador de Teoría de la literatura. Restos, expresa que la teoría literaria del siglo XX que llegó a la cima del pensamiento teórico, ha sufrido por culpa de algunos de sus representantes, el olvido de la literatura, para otorgar importancia a otros elementos, desencadenando lo que a comienzos del siglo XXI se llama «Retórica de la crisis». Cita a Jonathan Culler, para quien «el género “teoría” incluye obras de antropología, cinematografía, filosofía de la ciencia, gender studies, historia del arte, historia social y de las ideas, lingüística, psicoanálisis, sociología y teoría política» (p.232), para luego plantear una interrogante fundamental: «¿Qué ocurre con la teoría literaria que ha sufrido la amputación de la literariedad, la literaturidad o estructuralidad; y que deviene rizomáticamente en marco desemmarcado?» Y aún prosigue: «¿Qué ocurre cuando la teoría de la literatura ha dejado de ser exclusivamente “de la literatura” y se despliega como “teoría”?» (p 233). En este proceso la teoría literaria llegó a ser concebida como «género de escritura» lo que significó el desmontaje de toda la maquinaria de su quehacer entre las ruinas y los fríos barrotes de la cárcel del lenguaje, de donde se liberan la metáfora, la metonimia, etc.

Esta operación, en el criterio de los teóricos preocupados por la crisis, obliga a retornar a la literatura. ¿Cómo? ¿De qué manera? ¿Por qué camino? Javier Morales Mena, insinúa que este retorno debe realizarse a través de la senda perdida, asumiendo un trabajo de restauración y recuperación de «lo más positivo que hubo en cada uno de los planteamientos teóricos del siglo XX». Su planteamiento es coincidente con la posición de la catedrática de la Universidad de Granada, Sultana Wahnón Bensusan. Ella sostiene

que la constitución de una hermenéutica específicamente literaria está depositada en el seno de la teoría literaria y no en la filosofía del siglo XX. Aclara que recuperar las tesis de aquellas escuelas críticas debe ser a través de una relectura creadora e innovadora de Jakobson, Roland Barthes, Paul Ricoeur, Iuri Lotman, Mijaíl Bajtín. Por su parte Antonio de Murcia Conesa, de la Universidad de Alicante, propone recomenzar la tarea sin olvidar el legado literario de las grandes figuras de la Romanística germana del siglo XX: Karl Vossler, Ernest Curtius, Leo Spitzer, Erich Auerbach y Werner Krauss.

Javier Morales habla del camino de la espectropoética. ¿Qué es la espectropoética?:

La espectropoética enfatiza el entendimiento de que no se trata únicamente de profesionalizar el discurso de la teoría y de la crítica, por el contrario, se debe recuperar el sentido humanista de aquellas. No se trata de aprisionar la literatura para desligarla del mundo, se debe calibrar qué dice del mundo, cómo lo interpreta, cómo lo precisa

Espectropoética es una operación de regreso a la literatura, al reencuentro feliz con la obra literaria, el olvido de las máquinas reproductoras de modelos y plantillas de análisis de las obras, de las que hoy los críticos abusan inmisericordemente11. La superación del modo laberíntico, confuso y ambiguo, salpicado de términos especializados que hacen difícil la recepción de toda escritura crítica relacionada con la obra literaria. Ese estilo: primero, configurar un cuadro instrumental con el uso de teorías que esgrimen uno, dos o más analistas que están en moda; luego, la interpretación de cada idea o ideología citada, seguido por un abusivo uso de citas textuales de algunos aspectos de la teoría de cada uno de los teóricos para aplicarlas a la obra u obras materia de estudio como si se tratara de una plantilla. Además, y como un añadido, la exuberancia de notas al pie de página remitiendo a otros teóricos o analistas. Todo esto que al lector lo conduce a dudar de qué se está tratando, ¿de una exhibición, de un muestreo o de una exploración de teorías y metodologías, o del estudio de la obra u obras que el analista promete realizar en su introducción? Interrogante que surge por sola, porque la obra literaria ha escapado del análisis prometido.




11 Este problema está presente, por ejemplo, en los estudios dedicados a la obra de José María Arguedas. A este escritor se le estudia más como niño marginado; se incide permanente y exageradamente en su supuesto aprendizaje del castellano a los once años, a la escisión que hizo de él un ser espiritual, social y culturalmente troceado. Este tipo de estudios han sumido a su obra en una especie de limbo. Su obra ha sido exageradamente sociologizada, antropologizada, etnologizada, sicoanalizada, por los analistas de toda estirpe. La obra de Arguedas merece ser rescatada como producto literario, jornada que significa reorientar las perspectivas y encontrar «la senda perdida» para ir al encuentro de sus novelas y poemas que por olvido de sus estudiosos, aún no nos entregan esa manera de vivir del insigne novelista, poéticamente el mundo y la vida, como quería Hölderlin; ese deseo de capturar el mundo como una totalidad por el camino de la ”santa prostitución del alma”, tópico que dejan entrever Roman Jakobson y Lévi- Strauss en el magistral análisis realizado por ellos de Los chats de Charles Baudelaire.

Referencias

Anchante, J. 2018, El laberinto de la palabra, Lima, Universidad San Ignacio de Loyola, Fondo Editorial

García Canclini, Néstor, 2001, «Las industrias culturales en la crisis del desarrollo de América Latina” (Conferencia). Centro Cultural del BID. Encuentros No 43, Washington, D.C.

García Bedoya, Carlos. 2012, Indagaciones heterogéneas. Estudios sobre literatura y cultura. Grupo Pakarina, Lima.

Inglehart, Ronald, Baker, Wayne E., 2001, «La modernización, el cambio cultural y la persistencia de los valores tradicionales» (Conferencia). Centro Cultural del BID. Encuentros, No 43, Washington D. C.

Morales, M., Javier, (compilador) 2010, La trama teórica. Escritos de teoría literaria y literatura comparada. Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.

Morales M., Javier, (compilador) 2012 Teoría de la literatura. RESTOS. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima

Zizek, Slavoj, 2002, Mirando al sesgo. Una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular. Paidós, Buenos Aires

Nota del Autor:

Marcos Yauri Montero, Profesor de Literatura Peruana y Latinoamericana e Historia de la Civilización en la Universidad Ricardo Palma. Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Ancash Santiago Antúnez de Mayolo. Novelista, poeta, ensayista. Autor además de ensayos sobre temas de la cosmovisión, del imaginario y la cultura andina y tópicos literarios y sociales. Varias de sus obras han sido traducidas al francés, eslovaco, húngaro. Su novela No preguntes quién ha muerto es considerada una de las grandes en el Perú y a nivel latinoamericano; la CERLAAC (Unesco) la ha recomendado para ser traducida a lenguas extranjeras. Su libro de investigación etnohistórica El Señor de la Soledad de Huaraz. Discurso de la abundancia y carencia. Resistencia andina, (1994) ha sido traducido al polaco por la profesora de la Universidad Jaguelónica de Cracovia, Elzbieta Jodlowska.