La depresión en tiempos de covid-19: análisis
del impacto
de la pandemia en grupos vulnerables
Depression in times of covid-19: analysis
of the impact of the pandemic on vulnerable
groups
Recibido: 10 mayo 2021
Evaluado: 20 de julio 2021
Aceptado: 10 de noviembre 2021
Carmín Nelly León Tarazona
https://orcid.org/0000-0002-8290-1501
Universidad César Vallejo, Perú
Como citar el artículo
Leon Tarazona, C. (2021). La depresión en tiempos de covid-19: análisis
del impacto de la pandemia en grupos vulnerables. Revista EDUCA UMCH,
(18), 93-105. https://doi.org/10.35756/educaumch.202118.178
Resumen
Este artículo reflexiona
sobre la depresión como problema
de salud pública
emergente en el contexto de la actual pandemia de COVID-19. Basándose
en las investigaciones de diversos artículos científicos sobre la problemática, se desarrolló un análisis y discusión del impacto del COVID-19 en la salud mental, especialmente la depresión como trastorno prevalente en la población mundial.
La depresión es una de las alteraciones psicológicas más frecuentes y peligrosas en lo que va de la pandemia, afecta con mayor fuerza a mujeres, jóvenes,
personal de salud, grupos
de riesgo y personas con antecedentes de problemas emocionales. En este contexto, se requiere de políticas, planes y programas
de salud mental eficaces para tratar los síntomas depresivos, prevenir complicaciones
y hacer frente a los efectos de la pandemia por COVID-19.
Palabras clave: alteraciones psicológicas, COVID–19,
depresión, salud mental
Abstract
This article reflects on depression as an emerging public health problem
in the current context of the COVID -
19 pandemic. Based on the research of several scientific articles on the issue. It developed an analysis and discussion of
the COVID-19 impact on mental health, especially depression as a prevalent
disorder worldwide so far, depression is one of the most frequent and dangerous
psychological disorders so far in the pandemic, affecting women, young people, health staff, vulnerable groups and people
with a history of emotional problems. In this context, effective mental health policies, plans
and programs are needed to treat depressive symptoms, prevent complications, and face to the effects of the COVID-19 pandemic.
Key words: Psychological
disorders, COVID–19, depression, mental health
Introducción
La pandemia por coronavirus (COVID-19), que desde el año pasado
viene afectando duramente al sector salud;
ha generado en las personas
diversas afecciones físicas
y psicológicas, producto
del contagio del virus, las restricciones sociales y otras medidas
adoptadas por los gobiernos (Nicolini,
2020; Puccinelli et al, 2021). Ante esta situación epidemiológica, las personas
han desarrollado alteraciones psicológicas como ansiedad,
depresión, estrés e ideas suicidas
(Ahmed et al., 2021; Arias et al, 2020).
Durante el confinamiento, los grupos de riesgo han presentado mayores
niveles de estrés, ansiedad y
depresión. Alteraciones emocionales que requieren ser atendidas para mantener
el bienestar psicológico de las personas, afrontar
efectivamente el COVID-19,
gestionar y prevenir
las enfermedades mentales
(Ozamiz, Picaza y Idoiga, 2020). Asimismo, en relación al género, el COVID-19 ha afectado más a las mujeres que a hombres,
tanto en el trabajo como personal de salud primera línea, como
en el hogar (Comfort et al, 2021; Thibaut y Van Wijngaarden, 2020).
Las alteraciones psicológicas desarrolladas en la pandemia son
consideradas un problema de salud
mental emergente, esta condición de salud influye negativamente en el éxito de
las estrategias sanitarias establecidas para controlar
la pandemia (Galindo
et al, 2020). También, la salud mental
de los profesionales sanitarios que enfrentaron el virus en primera línea
se ha visto alterada por niveles medio-altos de ansiedad, depresión, preocupación e insomnio, y, en menor medida,
estrés (García et al, 2020;
Danet, 2020). Este artículo reflexiona acerca del impacto
de la actual pandemia de COVID-19, en la prevalencia de problemas depresivos
presentes en la población.
Depresión y COVID-19
La depresión es una enfermedad común y grave, causada por la interacción compleja de factores sociales, psicológicos y biológicos, que
afecta a más de 300 millones de personas en el mundo (OMS, 2020). Un trastorno mental letal, que produce a nivel
internacional altos índices de discapacidad
y muertes por suicidio, debido a que altera significativamente la capacidad
para realizar actividades básicas diarias,
deteriora el funcionamiento habitual y la calidad de vida de las personas
(Pereira y Molero,
2019; Arias et al, 2020). Ello, sumado
a la actual pandemia por COVID-19
que amenaza la salud y la vida, la cuarentena obligatoria, el autoaislamiento,
los despidos laborales, los
conflictos familiares o el duelo de los seres queridos, han llevado a la población en general a experimentar
diversas alteraciones psicológicas como la depresión (Dragan, Grajewski y Shevlin, 2021).
El COVID-19 no solo causa daños físicos, sino que también afecta la
salud mental de la población (Lee et al, 2021; Ahmed et al, 2021). Desde el brote de COVID-19,
las personan han enfrentado miedo, incertidumbre y
estigmatización; pacientes y personal de salud han sufrido episodios de miedo a la muerte,
sentimientos de soledad,
tristeza e irritabilidad. El virus se sigue expandiendo, el riesgo de contagio y las
cifras mortales es cada vez mayor, por lo que, a diferencia de otras epidemias, se observa a la población joven y las personas con enfermedades crónicas
padecer niveles superiores
de depresión (Ozamiz et al, 2020;
Arias et al, 2020; García
et al, 2020; Comfort et al, 2021).
Durante la segunda
oleada de COVID-19, uno de cada cinco personas
a nivel mundial ha podido
experimentar síntomas de depresión, sin excluir a países sin cuarentena.
Los problemas de saludmental que se han presentado, son igual o peor que los de la primera
ola; siendo necesario
implementar estrategias de adaptación y apoyo a las personas en alto riesgo. En particular, personas
depresivas quienes tienden
a renunciar a tratar de
lidiar con las dislocaciones sociales, a criticarse y
culparse a sí mismas. Si bien, ellas han utilizado más estrategias de afrontamientoque las personas sin depresión, sus
estrategias han sido ineficaces (Fukase et al, 2021).
También se evidenció, que la depresión es mayor en individuos que viven
en países con alto capital social,
que disfrutan de actividades sociales, pero que con la pandemia han tenido que mantener distanciamiento social. Las
inevitables políticas inflexibles y estrictas, no solo han incrementado la depresión en la población, sino que
también han puesto en riesgo
la capacidad de resistencia al COVID-19 y retrasado los preparativos para la coexistencia con el mismo (Lee et al, 2021).
Entre la población estudiantil, la depresión es un factor de riesgo para
el rendimiento escolar, la deserción
y la calidad de vida en general. Con la virtualidad, los problemas económicos,
la falta de conocimientos previos,
entre otros factores
maximizan las condiciones para el desarrollo de patologías depresivas en diferentes niveles.
A su vez, la información y desinformación a través de medios de comunicación y redes sociales,
alteran el bienestar
mental de la población y de los profesionales, de tal manera, que las
intervenciones psicológicas son importantes
para prevenir consecuencias fatales (Romero, 2020; Brito, Fernández y Cuellar, 2021).
Los cambios bruscos en los estilos de vida, la inactividad física y todas las enfermedades no transmisibles como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y la obesidad, así como la asociación entre la inactividad física y las enfermedades mentales, hacen que la población se vuelva más vulnerable y reduzca su capacidad para combatir una posible infección por COVID- 19 (Puccinelli et al, 2021).
Salud mental
en la pandemia
El impacto psicológico de la pandemia
de COVID-19, se ha convertido en un problema
de salud pública
a nivel mundial. Es así que las Naciones Unidas a través
de un informe sugirió la atención psicológica de la población, considerando 3 enfoques:
enfoque de integración social para la promoción, protección y gestión
de la salud mental; mejor
acceso a las medidas de apoyo de salud mental de emergencia; y el establecimiento de un sistema
de servicios para la recuperación de los problemas de salud
mental causados por el COVID-19 (Lee et al, 2021). En esta pandemia, se ha detonado
mayores niveles de ansiedad y depresión que en otras
pandemias. Estos y otros problemas mentales, han incrementado la vulnerabilidad de las personas frente al COVID-19; por un lado,
la incertidumbre y el miedo generan principalmente síntomas de ansiedad, depresión
y estrés; y por otro lado los pacientes con terapia psicológica que no han sido tratados
desarrollan nuevas patologías psiquiátricas o agravan
las que ya padecen. A su vez, la reducción de actividades al aire libre y de la interacción social, han aumentado los síntomas depresivos
en jóvenes y niños (Galindo
et al, 2020; Puccinelli et al; 2021;
Ahmed et al, 2021; Nicolini,
2020).
En cuanto a los problemas psicológicos, los estudios muestran que variables individuales como ser mujer, vivir con un familiar de alto riesgo, el estado de salud, la situación económica, el capital social, el riesgo de enfermedad y el seguimiento de las noticias sobre el COVID-19 están relacionados con el estrés. De igual manera, el nivel de educación, el hecho de vivir con un familiar de alto riesgo, el estado de salud, el capital social, el riesgo de infección y el seguimiento de las noticias de COVID-19 se asocian a la ansiedad. Mientras que, la depresión considera además de los ya mencionados, factores como el sexo, la edad, la experiencia de discriminación a nivel nacional debido al COVID-19, la confianza en los hospitales y la práctica de higiene personal para la prevención. Entre ellos, la discriminación a nivel nacional por COVID-19 y la higiene personal para la prevención, han sido indicados como los factores más influyen en la depresión de los individuos en lo que va de la pandemia (Khademian et al, 2021; Lee et al, 2021).
COVID-19 y género
La pandemia de COVID-19 ha golpeado fuertemente a las mujeres, aun
cuando la tasa de mortalidad ha sido
mayor en los hombres. Las mujeres se han visto afectadas tanto en el lugar de trabajo como en el hogar, al ser el 70%
del personal sanitario en todo el mundo, gran parte de ellas están enfrentando el virus en primera línea; del mismo modo, conforman
la mayor parte
del personal de servicio de los centros sanitarios (limpiadores,
lavandería y catering). Además, la
carga doméstica y la violencia familiar que padecen las mujeres, han
incrementado los problemas de salud
mental como ansiedad, depresión y trastornos de estrés postraumáticos en este grupo (Thibaut y Van, 2020).
Algunos estudios señalan que el trauma psicológico es más grave en
enfermeras que no han estado en contacto directo
con pacientes COVID-19,
y más que en ellas,
en la población que ha estado en contacto directo con
pacientes COVID-19 (Lee et al, 2021). Entre los factores relacionados con la prevalencia de síntomas psicológicos en esta
pandemia, se tienen: el sexo femenino,
no tener hijos, estado civil soltero, comorbilidad médica y antecedentes de
atención de salud mental (Galindo et al, 2020).
Otro aspecto importante a considerar en relación con las mujeres,
es que cuando están embarazadas ya presentan un riesgo elevado
de depresión en comparación con el público en
general, un patrón que se agrava con la pandemia, aún más, si se
producen episodios de violencia
doméstica (Gildner, Laugier y Thayer, 2020; Zevallos et al, 2020). De igual
manera, el impacto en los niveles de inactividad física es mayor en las mujeres,
ya que acumulan tareas
profesionales con las tareas domésticas y el cuidado de los niños que
están en casa y estudian de manera
virtual (Puccinelli et al, 2021).
Economía y salud mental
La pandemia de COVID-19 también
ha influido significativamente en las economías
mundiales, según la OIT debido a la pandemia uno de cada seis
trabajadores jóvenes perdió su empleo
(Lee et al, 2021). Con la crisis económica mundial, la población ha tenido que
lidiar con la inestabilidad laboral,
la reducción del ingreso familiar y el aumento de las deudas. Factores que sin duda están alterando
significativamente el estado mental de las personas (Nicolini, 2020; Thibaut
y Van, 2020; Galindo et al, 2020).
Así, los individuos que padecían una enfermedad subyacente, no
trabajaban, tenían bajos ingresos
familiares, eran solteros, experimentaban un impacto económico
negativo por COVID-
19, y los más jóvenes tendían
a ser depresivos, llegando a necesitar tratamiento médicodebido a que sobrepasaban el límite máximo de la resistencia del ser humano (Fukase et al,
2021). Definitivamente, las generaciones más jóvenes se esfuerzan por hacer
frente a la pandemia
de COVID-19 y a las dificultades económicas relacionadas con ella (Dlugosz, 2021).
El cierre de las fronteras internacionales y de negocios comerciales
trajo consigo cambios físicos y mentales, pérdida
de empleo y disminución de los ingresos; sin considerar los problemas
sanitarios y económicos de muchas regiones, mucho antes de la pandemia. Con el avance del virus y las medidas de
restricción, los trabajadores de negocios comerciales y turísticos fueron los más afectados
en términos de salud e ingresos; y los grupos más vulnerables, han sido dejados de lado, sin
recibir ningún tipo de atención (Silva et al, 2021). Debido a todos estos problemas
económicos, es imprescindible, atender a la población desfavorecida más vulnerable desde el
punto de vista financiero, con intervenciones tanto de índole psicológico como económico (Sun et al, 2021).
Estrategias de salud mental
Desarrollar estrategias de bienestar psicológico, es fundamental para proteger a la población de enfermedades
mentales y de evitar en aquellas que la padecen, consecuencias fatales. Entre
las principales estrategias para
enfrentar el COVID-19, se incluyen las conductas de autocuidado, las cuales requieren asistencia
psicológica para su cumplimiento (Arias et al, 2020; Galindo et al, 2020).
La pandemia entre otras cosas ha impactado negativamente en la actividad
física, llevando a elevar los niveles
de trastornos del estado de ánimo en la población. En ese sentido, es imprescindible, fomentar programas de actividad física,
siempre que respeten
el distanciamiento social para
evitar la propagación del virus (Puccinelli et al, 2021). Cada país debe enfocar sus políticas de salud,
considerando el contexto y las características psicológicas de la población, como las prácticas
de actividades de prevención y experiencias de discriminación para minimizar los
efectos negativos de las políticas contra el COVID-19 (Lee et al, 2021).
Las políticas de salud pública asociadas al confinamiento y
distanciamiento social, deberían considerar mejorar
los niveles de apoyo social
para aumentar la resiliencia de la población. Los efectos
negativos de las políticas de restricción, han alterado el bienestar, la
capacidad de respuesta, la salud
mental y el apoyo social de la población en general, generando mayor impacto negativo en personas con problemas de salud mental
(Simon et al, 2021).
La mayoría de factores relacionados con la depresión, la ansiedad y el
estrés por COVID-19, son entre otros:
tener una persona vulnerable en la familia, el riesgo de enfermedad y el seguimiento de las noticias de COVID-19.
Factores que, se deberían tener en cuenta para
mejorar la salud mental de la población, ya que, aunque algunas
estrategias de afrontamiento desarrolladas
a nivel individual o grupal, fueron útiles para mantener la salud mental; la influencia de la demografía fue más poderosa
y se necesitan tratamientos médicos para atender
a personas con alto riesgo.
Los problemas psicológicos deben abordarse mediante
intervenciones psicológicas como la terapia cognitivo-conductual y la
terapia basada en la atención plena,
especialmente en personas con trastornos de salud mental, para aliviar sus síntomas relacionados y prevenir recaídas
(Khademian et al, 2021; Fukase et al, 2021; Sun et al, 2021).
En relación con los jóvenes, el impacto generado en su bienestar, la
inactividad física, los problemas de
salud mental y los cambios en sus hábitos alimenticios, ameritan el desarrollo
de una estrategia dirigida a atender las necesidades de este grupo altamente vulnerable (Alamrawy, Fadl y Khaled, 2021; Romero, 2020; Brito, Fernández
y Cuellar, 2021).
En relación con los jóvenes, el impacto generado en su bienestar, la
inactividad física, los problemas de salud mental y los cambios en sus hábitos
alimenticios, ameritan el desarrollo de una estrategia dirigida a atender las necesidades
de este grupo altamente vulnerable (Alamrawy, Fadl y Khaled, 2021; Romero, 2020;
Brito, Fernández y Cuellar, 2021).
Discusión
La pandemia de COVID-19 ha provocado un fuerte impacto negativo en la vida
económica y social de la población mundial, afectando gravemente la salud general
y la calidad de vida de las personas. Este impacto negativo, en los diferentes aspectos
de la vida, influyó significativamente en el desarrollo de alteraciones psicológicas
como depresión, ansiedad, estrés, TOC e insomnio (Puccinelli et al, 2021; Alamrawy,
Fadl y Khaled, 2021; Ahmed et al, 2021; Sun et al, 2021; Nicolini, 2020; Arias
et al, 2020; Dragan, Grajewski y Shevlin, 2021). El COVID-19 no solo ha generado
un profundo impacto psicológico, sino que también ha restringido las libertades
personales como por ejemplo visitar a los seres queridos, participar en actividades
recreativas o pasar tiempo al aire libre (Simon et al, 2021; Lee et al, 2021; Ahmed
et al, 2021; Nicolini, 2020). Es por ello, que los autores coinciden en que las
restricciones sociales causaron efectos negativos en el bienestar y la salud mental
de la población, limitando su capacidad de adaptación y respuesta positiva frente
al COVID-19. Si bien la situación justifica las inflexibles restricciones sociales,
es evidente el impacto psicológico en la población en general y con mayor agresividad
en personas con problemas de salud mental (Simon et al, 2021; Ozamiz, Picaza y Idoiga,
2020; Galindo et al, 2020; Fukase et al, 2021).
En el caso del personal sanitario, ellos manejan un buen conocimiento
sobre el COVID-19 y una actitud positiva hacia las medidas de protección en
comparación con la población en general, sin embargo, son los más propensos a sufrir
niveles elevados de trastornos psicológicos (Ahmed et al, 2021; García et al,
2020; Danet, 2020). Los problemas psicológicos de los trabajadores de la salud,
se presentan de manera relativamente grave, principalmente en las mujeres, el personal
de enfermería con escasa formación profesional y el personal en los puestos de
prevención y control de epidemias (Fang et al, 2021; Comfort et al, 2021;
Thibaut y Van, 2020).
En lo que va de la pandemia, las mujeres se han visto más afectadas que
los hombres. Representan un gran porcentaje del personal sanitario en primera
línea, muchas están lidiando con el teletrabajo, las tareas del hogar y el
cuidado de los niños (los cuales reciben educación virtual). Además, las
mujeres son el pilar de un hogar; se encargan de cuidar a un familiar infectado
por COVID-19; tienen que sobrellevar las complicaciones del embarazo y la amenaza
del virus; y son las que han sufrido altos índices de abuso y violencia
familiar durante el confinamiento, en algunos casos estando embarazadas (Thibaut
y Van, 2020; Gildner, Laugier y Thayer, 2020; Zevallos et al, 2020; Puccinelli et
al, 2021).
De igual manera, los jóvenes y niños también están sufriendo los
estragos de la pandemia y la crisis económica. A pesar, de que clínicamente los
jóvenes están en mejores condiciones para enfrentar el Covid-19 que los
adultos, se han visto fuerte e indirectamente golpeados por los acontecimientos
estresantes diarios, la reclusión prolongada en el hogar, las preocupaciones financieras,
la violencia y el uso excesivo de Internet. Un gran porcentaje de la población joven
desarrolló síntomas depresivos y alteraciones en su alimentación que requerían
de tratamiento médico para superarlos (Fukase et al, 2021; Nicolini, 2020; Thibaut
y Van, 2020; Galindo et al, 2020; Puccinelli et al; 2021; Ahmed et al, 2021; Alamrawy,
Fadl y Khaled, 2021).
En relación con los estudiantes, los estresores que agravan los síntomas
depresivos en esta pandemia son: estrés académico percibido, insatisfacción institucional
y miedo a ser infectados. No obstante, estar en una relación estable y vivir
con otras personas, reduce la magnitud de los trastornos depresivos; por lo
tanto, es necesario enfocarse en prevenir y tratar adecuadamente los problemas de
salud mental en esta población, la cual está siendo seriamente afectada por las
consecuencias del COVID-19, depresión y otras alteraciones psicológicas (Man et
al, 2021; Romero, 2020; Brito, Fernández y Cuellar, 2021).
Al margen de las estrategias de prevención y tratamiento de COVID-19,
las investigaciones señalan la eminente necesidad de aplicar intervenciones
psicológicas eficaces, especialmente en personas con trastornos de salud
mental, para aliviar sus síntomas y prevenir recaídas (Sun et al 2021; Fukase et
al, 2021; Galindo et al, 2020; Nicolini, 2020). Intervenciones en diferentes niveles,
como la promoción de la atención plena y el apoyo social individual e
interpersonal, los cuales pueden disminuir problemas como el estigma social y
trastornos psicológicos (Sun et al, 2021; Simon et al, 2021; Khademian et al, 2021).
Los trastornos depresivos se incrementaron por el miedo al contagio y la
falta de apoyo social. Es así que los servicios profesionales de salud mental
deben estar preparados para atender a pacientes con COVID-19 y a personas
vulnerables que están expuestas a la infección y a las noticias negativas de
los medios de comunicación (Chen et al, 2021; Romero, 2020; Brito, Fernández y Cuellar,
2021). En ese sentido, es importante considerar la edad y otras características
de la población para que los médicos entiendan los factores de riesgo específicos
de los síntomas de la salud mental, lo que les permitirá ofrecer estrategias de
atención más concretas y eficaces. (Turna et al, 2021; Lee et al, 2021; Simon
et al, 2021; Puccinelli et al; 2021; Khademian et al, 2021; Fukase et al, 2021;
Sun et al, 2021).
Conclusiones
La población mundial está sufriendo los impactos negativos del COVID-19 en
todas las esferas: económica, política, social, educativa y sanitaria. La
propagación del virus y las medidas de distanciamiento social afectaron
profundamente el bienestar y la salud mental de las personas, especialmente mujeres,
jóvenes, personas con problemas psicológicos y grupos altamente vulnerables. La
depresión es en lo que va de la pandemia, uno de los trastornos más frecuentes y
graves a nivel global; se presenta en diferente grado, independientemente de que
un país haya tomado o no medidas restrictivas, y ataca con mayor agresividad al
personal de salud en primera línea de defensa, poblaciones vulnerables y
personas con historial de tratamiento psicológico. En este contexto, es esencial
el desarrollo de estrategias de bienestar psicológico que consideren los
factores en todos los niveles, que promuevan la atención plena y el apoyo
social individual e interpersonal, para tratar y prevenir los problemas
psicológicos; a la vez que se refuerza la capacidad de adaptabilidad y respuesta
de las personas frente una posible infección por COVID- 19.
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