Perú: Lucha por la integración pluricultural y
el peligro de la modernidad en la educación
Peru:
Struggle for multicultural integration and the danger of modernity in education
Recibido: 18 de junio 2022
Evaluado: 03 de agosto 2022,
Aceptado: 11 de noviembre 2022
eriklionelfelixasencio@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-1786-9215
Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta
DOI: https://doi.org/10.35756/educaumch.202220.183
Cómo citar
Felix Asencio, E. (2022). Perú: Lucha por la
integración pluricultural y el peligro de la modernidad en la
educación. Revista EDUCA UMCH, (20), 147-162. https://doi.org/10.35756/educaumch.202220.183
Resumen
La
presente investigación tiene por objetivo reflexionar en torno al quehacer de
la comunidad educativa en general, esto con el propósito de integrar a todo
estudiante en una política pedagógica propia y amplia, escuchando todas las
voces, de cada comunidad, y por supuesto, sus problemáticas. Para ello se
realizó un breve recorrido histórico dando a conocer las principales políticas
educativas desde la fundación de la República hasta la actualidad, remarcando
el afán de los sucesivos gobiernos por implantar modelos pedagógicos
extranjeros en su erróneo intento por “modernizar” a la nación. Asimismo, se analizó
cómo este proceso de modernización, en el actual contexto neoliberal, no
proporciona soluciones reales al universo pedagógico peruano, y, por el
contrario, se muestra excluyente y fuera del contexto nacional, donde se hace necesario
que nos identifiquemos como país pluricultural, con diversas lenguas,
costumbres, historias, tradiciones, etc.
Palabras
clave:
Historia de la Educación, Educación indígena; pluriculturalidad; modernidad
e integración educativa.
Summary
The present research aims to reflect on what to do in
the educational community in general, this with the purpose of integrating all
students in their own and broad pedagogical policy, listening to all the voices
of each community, and of course, their problems. For this, a brief historical
tour was made, revealing the main educational policies from the founding of the
Republic to the present, highlighting the desire of successive governments to
implement foreign pedagogical models in their erroneous attempt to "modernize"
the nation. Likewise, it was analyzed how this modernization process, in the
current neoliberal context, does not provide real solutions to the Peruvian
pedagogical universe, and on the contrary, it is exclusive and outside the
national context, where it is necessary for us to identify ourselves as a
multicultural country. with different languages, customs, stories, traditions,
etc.
Keywords: History of Education, Indigenous Education;
multiculturalism; modernity and educational integration.
Introducción
En
la actualidad, el contexto educativo peruano se ha visto desnudado por las
grandes brechas existentes entre los estudiantes de las grandes ciudades y los
que se encuentran fuera de ellas; indudablemente, este es un enorme
problema a resolver, puesto que no puede existir una educación con
mirada nacional, si no tomamos en cuenta las carencias y necesidades de cada
comunidad alejada, si no tomamos en cuenta a toda cultura relegada y/o
invisibilizada desde el centro.
Indudablemente, debemos mirar hacia el
actual modelo pedagógico, cuáles son sus propuestas y objetivos, desarrollando en
torno a ello una crítica constructiva que nos permita reflexionar como sociedad
en su conjunto, qué es lo que debemos hacer. Es claro que el constructivismo,
actual paradigma educativo, no deja de lado la integración educativa, es más, el
propio CNEB (2016) dentro de los ocho niveles con el que cuenta la competencia
Construye Interpretaciones Históricas, jamás deja a un costado el aspecto local
y su importancia para las aulas; por el contrario, en cada nivel está presente,
sin embargo, debemos tener en cuenta que esto no se refleja en la práctica,
puesto que aquello no está dentro del principal propósito de modelo en mención,
sino el de desarrollar una competencia, un aspecto mecánico y no sentimental
del rescate ancestral.
En consecuencia, se hace urgente voltear
nuestras miradas hacia nuevos paradigmas educativos con la finalidad de
encontrar mejores alternativas, aclarando pues que este nuevo paradigma, debe
construirse con las propias comunidades y no alejadas de ellas; puesto que como
se verá, históricamente las comunidades alejadas han sido relegadas y no
consultadas acerca de sus carencias y necesidades, brotando así una herida por
curar, una igualdad que aparentemente no se logrará si no se realiza una
reflexión intensiva.
Asimismo, debemos tomar en cuenta que el
proceso de modernización, sin duda juega un papel fundamental en estas brechas educativas
que parecen irreversibles, la tecnología llegó al país y se estableció en el
centro, quedando fuera del radar educativo todo aquel que no esté a la “moda
tecnológica”; por tanto, es claro que las comunidades indígenas, que se
encuentran en la cola, en la eterna espera por un equipo que les facilite el
proceso de enseñanza-aprendizaje, pero sobre todo, a la espera de este
paradigma educativo que los escuche y que les considere como parte de la
nación, son las que se ven más perjudicadas.
Método
En la presente investigación, se aplicó el
método hermenéutico, el cual, además de analizar los datos recolectados,
realiza un ejercicio reflexivo “sobre la interpretación adoptada como vía del
comprender los fenómenos sociales, ofreciendo criterios para elaborar una
crítica de las tradiciones metodológicas utilizadas en las ciencias sociales” (Darío,
como se citó en Maldonado, 2016, p. 9).
Desarrollo y discusión
Es claro que, si no entendemos y conocemos
el proceso histórico a estudiar, no comprenderemos las grietas y/o falencias de
la actualidad, para ello, es necesario hacer un breve recorrido histórico acerca
de lo que abordaremos, es decir, de las políticas educativas aplicadas e
implantadas desde la fundación de la República peruana hasta la
actualidad.
Iniciamos entonces este breve recuento
histórico cuestionándonos si fue 1821 el año del gran quiebre a favor de la
integración del Perú como nación, o en contraparte, fue un año sin mayor
sobresalto para las poblaciones alejadas de la “ciudad de los reyes”, es decir,
un grave continuismo del sistema excluyente virreinal. Así, tenemos como punto de partida desde
luego a San Martín, quien según Apaza (2016), “puso énfasis en la instrucción
pública como la primera necesidad de las sociedades y consideró la integración
de las poblaciones indígenas, a quienes, dijo no debe llamarse indígenas, sino
peruanos” (p. 117).
Claramente, en torno al enunciado
rescatado surgirían muchas críticas, partiendo por el hecho innegable que, como
es sabido, el propio indígena no se sentía miembro o parte del “nuevo” sistema
criollo; es más, una cantidad importante consideraba que se les habían
traicionado, que el “nuevo” sistema republicano era en esencia lo mismo,
pidiendo incluso, el retorno de los peninsulares a nuestro territorio como, por
ejemplo, en el caso de los indígenas de Iquicha.
Así, debemos tener en cuenta que, el
primer intento por integrar la nación por parte de San Martín, fue un claro
fracaso, originándose una nueva tensión que se incrementó cuando Bolívar
decidió nuevamente cobrar tributos, aunque claro, con nuevo nombre,
“contribución personal”, surgiendo así un largo enfrentamiento entre una
población indígena que esperaba el retorno de su glorioso pasado tahuantinsuyano, y el criollo, ansioso de controlar a
plenitud la economía colonial.
Claro está, que, para algunos
historiadores como Heraclio Bonilla, lo dicho anteriormente, respecto a la
ansiedad del criollo por controlar su propia economía, no se aplicaría en el
Perú, puesto que, desde su óptica, nuestra independencia no fue un proceso
ganado del todo, sino, por el contrario, un proceso concedido desde el exterior.
Sin embargo, lo que no se puede cuestionar es que, una vez lograda la
“independencia”, las políticas a seguir desde la óptica indígena serán totalmente
distintas a la del criollo, siendo los primeros en mención, los que, sin contar
con la fuerza militar de su lado, los marginados del nuevo modelo criollo.
Entonces, podemos decir que el inicio de
la República nos dejó a dos mundos divididos y con distintos planes para la
nación, la integración habría pensado cualquier indígena o criollo, sería el
mayor reto que enfrentaría el país, y sin duda, pasado ya doscientos años,
irónicamente, lo es.
Ahora, ¿Por qué insistir tanto con la
integración?, Es claro que si no logramos alcanzar dicha categoría, la
educación jamás será igualitaria, jamás democrática, por tanto, lo que San
Martín nos dejó fue un esbozo incluso demagógico de integración; pero al fin y
al cabo, una ruta a seguir, una ruta en busca de la articulación, de sabernos
como nación diversa pero a la vez unificada, ¿cómo lograrlo?, desde la
educación, desde las escuelas, con una férrea política educativa preocupada por
lo diverso.
Sin detenernos en nuestro breve recorrido
histórico, llegamos al gobierno de Ramón Castilla, quien “realizó una obra de
estructuración, organización e integración nacional (…). Concibió a la
educación como el instrumento esencial para el desarrollo nacional, dictando la
Ley Orgánica de Enseñanza” (Apaza, 2016, p. 117). Sin embargo, también podemos
decir que, en tiempos tan convulsionados militarmente, producto de los
constantes enfrentamientos que sostuvo con sus opositores políticos, como con
Echenique (siendo sin duda el más importante). La educación siguió en espera,
puesto que los dictámenes a favor de la universalidad educativa, quedó
simplemente en eso, en meros dictámenes inaplicados.
Así damos inicio a la República
aristocrática, el periodo que “consolidó un orden político nacional basado en
la exclusión de los campesinos indígenas [Con la excusa] de la estabilidad
política y desarrollo económico” (Heilman, 2018, p.
34), que no era otra cosa que intentar afianzarse en el poder político y
económico los emergentes aristócratas peruanos. En esa misma línea Zapata (2016),
aclara que aquellos años significaron para el Perú una segregación cultural, y
también cívico/ciudadano, puesto que solo tenían derecho a votar los que sabían
leer y escribir en castellano, concretándose así “la exclusión de las
poblaciones indígenas: quechuas, aimaras y grupos étnicos selváticos, que
constituían la mayoría del país” (p. 77).
“Fue el gobierno de José Pardo (1904-8) el
que se delineó y puso en práctica una primera reforma educativa de envergadura
que ordenó y organizó lo pre existente y le dio un norte para los desarrollos
futuros” (Apaza, 2016, p. 117). La cita en mención es, pues, en relación a con que,
por ejemplo, la educación primaria pasó a convertirse en la prioridad del Estado,
implantando su gratuidad y su obligatoriedad, sumando a este mandato el reparto
gratuito de materiales para mejorar la enseñanza. Sin embargo, hay algo que nos
llama poderosamente la atención y que será analizado en el siguiente capítulo:
“Todo esto se hizo con el apoyo de pedagogos franceses, belgas y especialmente
alemanes” (Apaza, 2016, p.117).
Pero si los proyectos educativos de Pardo
se hicieron con “colaboración” de los países “superiores y modernos”, lo hecho
por Leguía en política educativa, fue una intensificación de dicha incursión
extranjera en nuestras aulas, no sin antes mencionar que el nuevo presidente,
estableció el nivel secundario obligatorio.
Así pues, para 1921, habían ya copado las instancias educativas
superiores, los pedagogos norteamericanos, quienes “asumieron la Dirección
General y las Direcciones Regionales del Ministerio de Educación lo que
significó el giro del enfoque intelectualista, academicista e integral europeo
al enfoque norteamericano más pragmático y articulado con el desarrollo
económico” (Apaza, 2016, p. 118).
Los programas educativos norteamericanos, sin
embargo, no cubrían el territorio nacional, desatándose en consecuencia y
producto del descontento indígena, el movimiento Tahuantinsuyo. Dicho
movimiento surgido en Ayacucho terminó expandiéndose por Cusco, Puno, Arequipa,
Huancavelica, Junín, Apurímac, Piura, Ica, Huánuco, en un intento por recuperar
su identidad y los derechos indígenas, proponiendo “un cambio revolucionario
del Estado-nación, que transformara a los (…) indios en ciudadanos peruanos,
iguales al resto (…) buscaba poner fin a la pobreza extrema, la exclusión
política y la denigración sociocultural [a través de la educación]” (Heilman, 2018, p. 73).
Es más, este movimiento, en represalia a
los abusos cometidos por parte de los letrados o tinterillos (como los propios
indígenas los llamaban) “se alzaron para matar a los que saben leer y escribir
(…) puesto que (…) a inicios del siglo XX, dichas habilidades eran sinónimo de
poder político formal” (Heilman, 2018, p. 87). Así
pues, con tan solo leer la proclama del movimiento podemos notar la aspiración
del Indígena por su educación: “queremos educarnos y educar a nuestros hijos.
Necesitamos escuelas y más escuelas hasta los últimos rincones de nuestros
ayllus” (Kapsoli, como se citó en Heilman,
2018, p. 88).
La educación significaba poner fin a los
engaños por parte de los letrados, poder leer lo que firmaban sería sin duda un
gran logro, un paso hacia su liberación, “significaba ser capaz de comunicarse
en español, ya que la educación bilingüe no se intentó en el Perú sino hasta la
década de 1970” (Heilman, 2018, p. 88). En ese
sentido, los miembros del comité Tahuantinsuyo manifestaban: “antes de ser
avezados hay que saber leer y escribir… los gamonales saben que su régimen
llegará a su fin el día en que el indio sepa leer y escribir” (Cadena, como se
citó en Heilman, 2018, p. 89).
Sin embargo, no solo los movimientos
sociales en busca de reivindicaciones caracterizaban a los indígenas, sino
también su entrega por el autofinanciamiento. Así, para 1936, y para dar un
ejemplo, los migrantes Ayacuchanos estacionados en Lima, conformaron la
Sociedad Progresista Mutualista de Carhuanca y
Anexos, en la que “se comprometieron a organizar una escuela nocturna (…)
ofrecer charlas educativas [y] cumpliendo con este compromiso (…) los miembros
de la sociedad donaron más de 400 soles” (Heilman,
2018, pp. 138-139).
Es imposible dejar de mencionar el
gobierno de Óscar R. Benavides (1933-1939), quién creó el Ministerio de
Educación, desarrollando “una amplia obra social, en alguna medida inspirada en
el fascismo italiano (…) que pretendía generar una política nacionalista que
reforzara los vínculos entre los sectores populares y el Estado” (Zapata, 2016,
p. 87), ello con el propósito de ganar réditos con la población. Benavides
construyó pues numerosas escuelas primarias tratando de hacerla universal,
sueño de los tantos gobernantes del siglo XX. Asimismo, intensificó la
educación preescolar, en donde su señora esposa, Francisca Benavides, tuvo gran
participación.
En la época de Benavides la política educativa rural
estaba dirigida a civilizar al indígena, asumiendo que era un ser necesario de
cultura porque su mentalidad aborigen era concebida como atrasada y se creía
que el estado debía ayudar a dejarla atrás. Desde la República Aristocrática
estaba en curso un serio intento por castellanizar a la población rural a
través de la escuela pública, imponiendo el ideal occidental y cristiano como
base de la nacionalidad peruana (Zapata, 2016, p. 90).
Otro proyecto educativo a mencionar es el
surgido en 1940 con la presencia de Prado, quien “dio un gran impulso la
educación técnica y normal y además estableció la educación infantil para niños
de 4 a 7 años, (…) la secundaria común de cinco años con ingreso a la opción
técnica, normal o artística” (Apaza, 2016, p. 118). Debemos, sin embargo,
mencionar que lo más importante de este periodo gubernamental, es el hecho de
que “se abrieran las puertas del magisterio a las clases medias, que le
imprimieron a la carrera magisterial un nuevo rostro social. Ya no era una
profesión para las élites” (Apaza, 2016, p. 118).
Haremos aquí un alto para analizar qué
tanto beneficiaron estos “nuevos rostros” a la educación indígena, así,
volveremos nuestros pasos sobre Ayacucho, tierra en la que luego del movimiento
Tahuantinsuyo, no cesó la lucha por la educación igualitaria. Según Heilman (2018) los Ayacuchanos “ansiaban la educación, pero
frecuentemente odiaban a los educados” (p. 155). El problema entonces no solo
se resume en carencia, “ya que algunos estudiantes estaban recibiendo clases en
la cárcel pública, mientras que todos los demás estudiaban en la plaza central”
(Heilman, 2018, p. 155). Si no, además, en el
enfrentamiento contra los propios educadores, que, a propósito, no era el
único, estaban además los hacendados, férreos opositores a la educación
indígena, puesto que se veían directamente perjudicados al perder mano de obra para
sus tierras.
Continuando con el enfrentamiento
indígena-educador, se puede apreciar que estos “nuevos rostros sociales” no
significaron un gran cambio hacia adelante, por el contrario, surgió un nuevo
enfrentamiento para el indígena, denunciando constantemente a docentes y
directores porque “hacían que sus alumnas sirvieran como domésticas de sus
casas (…) [además] que el profesor venía cuando quería” (Heilman,
2018, p. 157). Casos más macabros aún encontramos en lo narrado por Heilman (2018) “los asaltos sexuales por parte de los
maestros a las alumnas también era un problema real [estos eran acusados] pero
siempre declarados inocentes por el tribunal” (Heilman,
2018, p. 159).
La carencia educativa en las provincias,
por tanto, generó la gran migración hacia la capital, siendo el gobierno de
Bustamante y Rivero (1945), el que enfrente esta problemática, teniendo la misión
de “alfabetizar y castellanizar a los migrantes, pero a la vez, [esto] se
constituiría en [un] factor de exclusión por motivos étnico culturales” (Apaza,
2016, p. 118). Bustamante optó por establecer la educación secundaria gratuita,
con la finalidad de expandir este nivel, logrando según cuadros numéricos
comparativos, significativos avances en relación con los años anteriores. Sin
embargo, el gran problema estuvo en la no construcción de nuevos centros
educativos, así como también, la no implementación de los centros con las que
ya se contaba, a ello le podemos sumar el hecho concreto de que la carrera
docente no era, como hasta hoy, una de las profesiones adecuadamente
remuneradas, por lo tanto, cubrir las plazas pedagógicas serían una verdadera
hazaña.
La urgencia de construir nuevos colegios
fue tomada por Odría, quién apuntando a mejorar el sistema educativo nacional,
con su lema “salud, educación y trabajo”, aprobó su Plan Nacional de la
Educación, creando el Fondo de Educación Nacional para financiar los gastos
educativos: “se crearon 55 Grandes Unidades Escolares [y] nuevamente se imitó
los modelos norteamericanos que procuraban mejorar la enseñanza de las ciencias
y expandir la educación técnica” (Apaza, 2016, p. 118). Si para Benavides su prioridad
era la educación primaria, para Odría fue la secundaria, no dejando de lado el
tema de la profesionalización del magisterio, para lo cual “construyó la
entonces Escuela Nacional de Educación de la Cantuta, que buscó profesionalizar
la carrera magisterial” (Zapata, 2016, p. 102).
En seguida, con el afianzamiento de la
nueva clase social tomando el ministerio, se estableció durante el gobierno de
Prado (1958) la Federación Nacional de Educadores del Perú (FENEP), que
posteriormente pasaría a denominarse Sindicato Único de Trabajadores en la
Educación del Perú (SUTEP) para 1972.
Ya para el gobierno de Velasco, sin duda
tendríamos que hablar de una gran reforma, donde se:
Abordó la educación como una cuestión política y
económica-social, que debía comprometer la participación organizada de la
comunidad vinculándola con el desarrollo y el trabajo y planteaba que no se
podía cambiar la estructura económica, social y cultural del país si no se
reformaba su educación (Apaza, 2016, p. 119).
El proyecto educativo de Velasco, estaba
acompañado de Ley de la Reforma Educativa, la misma que disponía la creación de
nuevos distritos escolares, la ampliación del acceso a la educación, la
introducción de la educación bilingüe, cambio de currícula
y nuevos métodos de enseñanza. El punto de Aquiles de esta reforma estuvo, sin
embargo, en la Ley 006-69, la cual establecía que todo aquel estudiante de
secundaria desaprobado en algún curso pagará por este obligatoriamente el monto
de 100 soles al mes, suma por demás exagerada de costear para cualquier
campesino, originándose un gran levantamiento en todo el país, principalmente
en Ayacucho (Huanta).
En el campo histórico, Velasco es sin duda
uno de los personajes más controversiales, las diversas posturas existentes en
relación con su gobierno nos atraparían en una discusión inacabable; por lo que
nos remitiremos a lo práctico de su mandato, en la que se puede asegurar que se
incrementaron el número de estudiantes, no solo en el Nivel Básico Regular, sino,
además, en las universidades. Asimismo, se construyeron una cantidad
considerable de escuelas en zonas rurales, como también se implementaron
algunos centros con computadoras, culminando con capacitaciones más exhaustivas
para los docentes.
Con el fin del Gobierno Revolucionario de
las FF.AA. Belaúnde optó por considerar en su programa político a los
campesinos, a lo que llamaría, Cooperación Popular, “en las que los hombres y
mujeres rurales participarían en la reforma del Perú, al combinar su trabajo
con los recursos materiales del estado [entre los cuales figuraba las
escuelas]” (Heilman, 2018, p. 189). Sin embargo, en
la práctica la carga laboral “recaía sobre los hombros de los campesinos más
pobres [y cuando estos] exigieron ser remunerados [las autoridades los
sancionaban] por su actitud destructiva en obras de bien común” (Heilman, 2018, p. 206).
Con el inicio de la guerra entre las
fuerzas del orden y Sendero Luminoso, la educación y sus avances se cayeron en
picada, según Barrantes y Peña (2009), todo lo que se había logrado en
integración educativa se terminó por perder de manera acelerada: “el panorama
previo al inicio de la violencia en el campo educativo nos muestra varios
puntos importantes: (…) la expansión sin precedentes de la escuela pública a
lugares donde antes jamás había llegado” (p. 16). La pérdida no solo
correspondía a la ausencia de estudiantes que migraban de las zonas de conflicto,
sino también, de los propios docentes, quienes fueron perseguidos
constantemente, tanto por Sendero Luminoso como por las propias fuerzas del
orden, al ser estigmatizados como terroristas, obligándolos a “dejar sus
puestos de trabajo frente al avance del conflicto” (Barrantes y Peña, p. 114).
Este retroceso en el campo educativo
significó para Fujimori una gran oportunidad de cambiar radicalmente el modelo,
algo que finalmente concretó, claro está, no de manera positiva, puesto que se
caracterizó por ser un régimen “centralista, burocratizado y reglamentarista,
el cual solo alentó la expansión de la educación privada en todos los niveles.
Así la oferta educativa privada creció significativamente, sobre todo en el
nivel superior. Sin embargo, no se ensayaron fórmulas descentralizadoras” (SINEACE,
2011, p. 120).
Como es sabido, Fujimori “rediseñó de
forma radical el Estado peruano, desapareciendo el Estado empresario con afanes
redistributivos, esfumando la herencia de Velasco (…) e imponiendo el Estado
neoliberal regulador y subsidiario del mercado” (Zapata, 2016, p. 114). Hoy
podemos decir que, si bien el país ha propuesto un sistema educativo inclusivo
y pluricultural, adecuándose a las problemáticas y necesidades de cada región y
garantizando el derecho a la educación universal, los modelos extranjeros nos
han absorbido, llevándose consigo el alma del Perú ancestral. Así pues, debemos
entender que la “articulación no debe significar homogeneidad de procesos
formativos o de modelos institucionales, sino la posibilidad de conciliar la
existencia de múltiples recorridos educativos en función de las capacidades y
demandas de las personas” (SINEACE, 2011, p. 9).
En nuestro recorrido, no hemos dejado de
ver en cada gobernador de turno, intentar aplicar un sistema pedagógico
extranjero, “hemos sido permanentes copiadores (…) hemos pasado de estar en
manos de las misiones belgas, alemanas y norteamericanas, a depender de las
prioridades establecidas por los organismos de cooperación técnica y financiera
internacionales” (SINEACE, 2011, p. 121). Es hora de mirar al Perú desde
adentro, desde sus raíces, de escuchar a los que no tienen voz en el “mundo de
lo formal”, escuchar a todos, y emprender a elaborar un currículo acorde a
nuestras problemáticas y carencias, respetando cada cultura, cada forma de
vida, cada historia.
Efecto
modernidad: extinción de lo diverso
Debemos ser claros y conceptualizar el
término modernidad, puesto que sin duda es el punto clave para entender y
comprender nuestro sistema educativo y cómo ello afecta las aulas escolares en
su conjunto. Para dicha definición tomaremos a Dussel (2008), quién la
conceptualiza como “el manejo de la centralidad de Europa en el Sistema- Mundo.
[Por tanto], para que haya centro tiene que haber periferia (…) Nosotros
[Latinoamérica] somos (…) los bárbaros a ser modernizados desde el origen. No
hay Modernidad sin bárbaro” (p. 27).
En consecuencia, podemos decir sin temor a
equivocarnos que, los llamados especialistas pedagógicos, venidos de Europa
occidental y de Norteamérica, intentaron a todas luces, “modernizar” al Perú,
situándose en la cima de toda civilización periférica, es decir, superiores a
los que no se encuentran en el centro-poder. Así, “el proceso de modernización
y globalización toma a los no-globalizados y a los no-modernizados como
inferiores, como gente inculta, que tiene que llegar al nivel de ellos”
(Dussel, 2008, p. 27).
Lo contundente de lo descrito líneas
arriba nos lleva rápidamente a ubicar al Perú dentro de los países
periféricos-tercermundistas, en otras palabras, dentro de los países que optan
por traer modelos educativos extranjeros, porque claro, son “superiores” a lo
que nosotros podríamos elaborar, y por tanto, el “modelo” a seguir, olvidando
que la diversidad cultural de nuestro territorio, no puede estar sometido a un
parámetro universal-único occidentalista, desde donde inevitablemente, lo
plurinacional se pierde. ¿Resuelve hoy en día el modelo constructivista las
problemáticas de nuestra Amazonía, de los Andes, o tan siquiera de la propia
Lima de todas las sangres? Es claro que la respuesta es un no contundente. Las
distintas realidades y problemáticas de cada población, que a su vez cuentan
con su propia cultura, tradición e historia, son claramente ocultadas o
invisibilizadas por el “único y verdadero” modelo educativo exterior, por aquel
modelo moderno que “civilizará” a los “bárbaros”, pudiendo percibir que la
política de Benavides, sigue tan latente como antes, donde la cuestión educativa
rural:
Estaba dirigida a civilizar al indígena, asumiendo que
era un ser necesario de cultura porque su mentalidad aborigen era concebida
como atrasada y se creía que el estado debía ayudar a dejarla atrás (…)
imponiendo el ideal occidental y cristiano como base de la nacionalidad peruana
(Zapata, 2016, p. 90).
En
ese mismo sentido, Mariátegui (2007), en sus análisis aún vigentes en un país
casi sin avances, hizo énfasis en que la educación peruana, no tiene espíritu
nacional:
Tiene más bien, un espíritu colonial y colonizador.
Cuando en sus programas de instrucción pública el Estado se refiere a los
indios, no se refiere a ellos como a peruanos iguales a todos los demás. Los
considera como una raza inferior. La República no se diferencia en este terreno
del Virreinato (p. 87).
Debemos
detenernos en lo mencionado acerca del espíritu colonial y colonizador, puesto
que no escapa en nada a la verdad, en nuestro breve recorrido histórico, hemos
podido dar cuenta de cómo se optaba y se opta por traer modelos pedagógicos
extranjeros sin intentar armar uno propio, uno en donde se escuchen a todas las
voces. Por el contrario, se intentaba castellanizar a los indígenas implicando
esto la pérdida de su cultura. Así pues, “la reorganización de la enseñanza
tiene que estar dirigida por sus propios hombres. La intervención de
especialistas extranjeros no puede rebasar los límites de una colaboración”
(Mariátegui, 2008, p. 71).
Es preciso entonces hacer hincapié en las
distintas manifestaciones pluriculturales existentes en el Perú, para ello
tomaremos como el ejemplo más claro al idioma, a la lengua madre de cada
localidad, que irónicamente, en lugar de ser y utilizarlo como uno de los
motores para reconocernos, aceptarnos e integrarnos, es un punto en contra para
la educación “formal” del país, esto debido a que, la migración hacia la
capital, absorbe toda cultura, llevándola a la discriminación, terminando finalmente
por desecharla. Así nos lo hacen saber Sucari, Aza,
Anaya y García (como se citó en Vargas y Pérez, 2019):
muchos jóvenes de la región Puno que abandonan la
comunidad o lugar de origen por un periodo determinado, dejan de hablar las
lenguas andinas quechua y aimara; optando la lengua castellana, por la
oficialidad de uso del castellano en diversos sectores institucionales del
estado y en la sociedad urbana misma, inclusive obviándolo en su lugar de
reuniones familiares o sociales (p. 245).
Para Jopen et al. (2014), esto enfrenta al
país en una gran disyuntiva, puesto que poner sobre las carpetas a las
distintas lenguas significaría una convulsión para los estudiantes del habla
castellana, en el sentido de, al ser estos últimos mayoría en las “escuelas
formales”, y dentro de un país alienado, rechazarían (como se comprueba en
estudios) lo autóctono, “modernizando” irremediablemente a los migrantes, y estos
a su vez, harían lo propio en su retorno a las localidades alejadas,
perdiéndose de a pocos lo singular, siendo en consecuencia urgente y necesario,
además de las campañas emprendidas de la aceptación de lo propio como algo
relevante, el hecho de crear escuelas sólidas en las localidades quechuas-Aymaras, donde nada se pierda, donde no haya la necesidad
de migrar.
Con lo anterior descrito, está claro que
el problema se agudiza aún más cuando dentro del propio Ministerio de Educación,
a través de CNEB (2016), se deja de lado a las culturas locales, esto a pesar
de que si bien es cierto lo mencionan, lo hacen de manera demasiado superficial,
comprobándose ello al darle una breve mirada al texto escolar repartido por el Estado:
“en los estándares curriculares, estándares de aprendizaje, contenidos
transversales y otros, poco o casi nada se incluye sobre la valoración a las
culturas quechua–aimara: historia, autores o representantes y su legado”
(Vargas y Pérez, 2019, p. 245).
Volvemos entonces a caer en los mismos
errores históricos en materia educativa, se adopta desde el gobierno un modelo
extranjero, como lo es hoy el constructivismo, y no se preocupa realmente por
darle un soporte técnico y económico a toda cultura relegada, donde finalmente los
lugares “modernos” del país se encargan de desechar todo lo pluricultural. Así
las cosas, Vargas y Pérez (2019) se cuestionan: “¿qué nos identifica como
peruanos?” (p. 246). Sin duda pues, este, además de ser una gran pregunta, es
un problema que hasta hoy en día no se ha podido resolver, puesto que la
identidad terminó cambiándose por alienación, en un camino al parecer sin
retorno, donde la juventud sigue bajo el firme pensamiento que lo de afuera es
lo último y mejorado.
Así, [en] el Perú, [que] es cuna de múltiples culturas
como la quechua y aimara, cuya cosmovisión es distinta a la afroperuana,
shipiba o aguaruna, etc. (…) no es extraño que escuchemos contraponer culturas,
como la cultura indígena vs. la occidental, o considerar a la nación quechua y
aimara como algo distinto y antagónico a las otras culturas (Vargas y Pérez,
2019, p. 246).
Las escuelas, por tanto, deben ser ese
espacio donde se reviertan los protagonismos, donde lo local pase a ser el eje
motor de movimiento y de ilación hacia lo nacional y mundial. Las escuelas
deben estar en constantes cambios y modificaciones en pro de resolver los
problemas más cercanos para luego enfocarse en el quehacer nacional, “sin
embargo en el Perú se aprecia una parálisis paradigmática, tanto en las
instituciones educativas como en la sociedad” (Rojas, 2016, p. 262). Qué mejor
entonces para comenzar a rescatar a lo local que la historia, valorando a sus
personajes y sus acciones, concretando el sentido de pertenencia “y la
valoración de la herencia cultural” (Rottenbacher,
2009, p. 80). Esto debido a que, como bien señalaron Ramírez, Espronceda, y
Rodríguez (2011).
Fortalecer la defensa de la identidad nacional en los
jóvenes, resulta en los momentos actuales una razón de la que no se admite
espera, si se tiene en cuenta que la identidad es un proceso, que no solo
experimenta fortalecimiento en su dinámica y predominio sociocultural; también
puede aminorarse e incluso disiparse (p. 89).
Existe en consecuencia, una clara
necesidad en el Perú por cambiar y/o modificar el modelo pedagógico
constructivista, romper con lo “moderno” que no da respuesta a nuestras
problemáticas, intentar un nuevo mundo desde una renovadora y emancipadora
educación, evocando nuevos contenidos pedagógicos, en donde el aspecto
histórico local no esté en un segundo plano, incentivando la formación crítico/reflexivo
del estudiante, un estudiante que, como bien mencionan Arregui, Benavides,
Cueto, Secada, Saavedra, y Hunt (2004), no tome equivocadamente la idea de ser
el propio formador de su aprendizaje, sino más bien, que se sienta parte de un
mismo equipo, donde el docente y la comunidad tengan el mismo protagonismo
respecto a la enseñanza-aprendizaje, fortaleciendo el vínculo con el entorno
hoy menospreciado.
Desde luego no podemos dejar de mencionar
dentro de los problemas educativos el aspecto económico, no solo desde la
inversión que el estado proporciona para cada uno de los estudiantes, la misma que,
por cierto, está considerada demasiado baja en relación a los países vecinos, sino,
además, en la inversión en busca de la disminución de la pobreza, debido a que ello
determina y origina a un estudiante preocupado por insertarse en el mundo
laboral, dejando de lado el aspecto académico. Con lo cual, podemos concluir
que, una buena política educativa, va “conjuntamente con el gasto de bolsillo
en educación a nivel del hogar, lo que constituye aspectos limitantes o
facilitadores en el acceso a servicios educativos de calidad” (Jopen Gómez, y
Olivera, 2014, p. 5).
Asimismo, el estado peruano tampoco se ha
preocupado por el aspecto geográfico, articular cada zona alejada del país es
pues una carencia y necesidad año tras año, puesto que “las brechas asociadas a
la zona de residencia, es decir, las que implican una posición de desventaja
para las poblaciones rurales, son muy marcadas y persistentes” (Guadalupe,
León, Rodríguez y Vargas, 2017, p. 206), en consecuencia:
El tamaño y la difícil geografía del territorio
peruano le han impuesto al Estado un enorme reto para el control centralizado
de los servicios (…). Así, el desarrollo de un sistema nacional de educación
como objetivo político ha representado y expresado la necesidad de integración
impulsada por los dos extremos del espectro nacional: el Estado central basado
en Lima, y las comunidades urbanas y rurales del resto el país que buscan
diferentes maneras de integrarse a la ciudadanía y el desarrollo (Oliart, 2011, p. 84).
De modo que, la modernización en el Perú
solo ha llegado y llega para las grandes ciudades, y pensando en estas, más
aún, esto solo en infraestructura y tecnología, puesto que para la educación, la
visión “moderna”, no hace más que fosilizar las culturas locales, perdiendo el
valor integral y cualitativo de la nación, en ese sentido, lo que se busca es
“un conocimiento lo más completo posible del hombre, sin que sus
potencialidades o necesidades queden simplemente circunscritas a uno de los
ámbitos constitutivos de su compleja naturaleza” (Castillo, 2004, p. 31).
Debemos tener presente, sin embargo, que
el problema de la modernización no es solo un problema que concierne al Perú,
sino a Latinoamérica en su conjunto, la región afronta las mismas dificultades por
lo que se ha “promulgado leyes, reformas constitucionales y nuevas
constituciones políticas que reconocen en términos positivos la diversidad
cultural (…)” (Zapata, 2019, p. 11), teniendo en cuenta que “este conjunto de
logros, lejos de ser una concesión por parte de los respectivos Estados, fue el
resultado de un proceso de movilización social de envergadura que se inició en
los años 60 y que no ha concluido” (Zapata, 2019, p. 11).
Conclusiones
El
contexto educativo peruano es hasta el presente un problema no resuelto, el
recorrido histórico acerca de las políticas educativas a través de los años nos
muestra la insistencia por parte del Estado en adoptar modelos pedagógicos
extranjeros, de los denominados países “desarrollados y modernos”, los cuales
desde luego, no cuentan con una mirada hacia el Perú profundo, y por el
contrario, lo que se hace es potenciar el centralismo y las desigualdades al solo
tomar en consideración a los educandos de las grandes ciudades.
Para
una educación integral y articulada, es necesario democratizarla y someter al
actual paradigma educativo a una crítica constructiva, en la que se modifiquen y
se ponga la debida importancia a los aspectos locales, a sus carencias y
necesidades. Es imposible hablar de una educación igualitaria, con las mismas
oportunidades, si no escuchamos las voces de cada comunidad alejada, si no
respetamos su lengua, tradición, costumbre, cultura, historia, etc. Es
imposible si el propio Estado no invierte en generar oportunidades en las zonas
rurales, si el propio indígena tiene que, a la vez, trabajar y financiar su
escuela.
Algún
joven estudiante migrado desde el interior del país hacia las grandes ciudades
entonces, y con toda razón se podría preguntar, ¿dónde está la equidad entre
peruanos? ¿Cuál debe ser mi modo de vivir y socializar en esta nueva sociedad?,
sin duda, se ha dejado a la deriva al estudiante como sujeto, y a la cultura
como el todo. Los gobiernos de turno deberían cuestionarse hacia dónde
apuntamos como nación, teniendo en claro que, modernizar un país multinacional,
sin duda no es la vía, por el contrario, descolonizarnos de los planteamientos
occidentales y norteamericanos seguramente nos encaminaría a la universalidad
educativa, esta que es un sueño, una añoranza para el indígena. Entender a
nuestro país como un estado plurinacional, con seguridad nos encaminará hacia
una nueva sociedad, con las mismas oportunidades para todos, sin las brechas
hoy latentes.
Apaza, A. (2016). Breve historia de
la educación en el Perú. Revista Apuntes Universitarios 6(2), 111-124.
Arregui, P., Benavides, M., Cueto,
S., Secada, W., Saavedra, J. y Hunt, B. (2004). ¿Es posible mejorar la
educación peruana?: evidencias y posibilidades. Lima, Perú: GRADE, Grupo de
Análisis para el Desarrollo Editorial.
Barrantes, R. y Peña, J. (Comps.) (2009). El Sistema Educativo durante el proceso de
la violencia. Colección Cuadernos para la Memoria Histórica N°. 1. IDEHPUCP,
Lima.
Castillo, L. (2004). El principio
de libertad en el sistema educativo. Piura, Perú: UDEP. Ara Editores.
Dussel, E. (2008). Marx y la
modernidad, conferencias de la paz. La Paz, Bolivia: Rincón ediciones.
Garfias, M. (2015). 200 años de
Políticas Educativas: de la promesa igualitaria a las prácticas
segregacionistas. Revista Argumentos, 9(3), 60-68.
Guadalupe, C., León, J., Rodríguez,
J. y Vargas, S. (2017). Estado de la educación en el Perú Análisis y
perspectivas de la educación básica, Lima, Perú: Grupo de Análisis para el
Desarrollo (GRADE).
Heilman, P. (2018).
Rebeliones inconclusas, Ayacucho antes de Sendero Luminoso. Lima, Perú: La
siniestra ensayos.
Jopen, G., Gómez, W. y Olivera, H.
(2014). Sistema educativo peruano: balance y agenda pendiente Lima, Perú: Cartolán Editora y Comercializadora E.I.R.L.
Maldonado, R. (2016). El Método
Hermenéutico en la investigación cualitativa. DOI: 10.13140/RG.2.1.3368.5363
Programa de Magíster en Trabajo Social y Políticas Sociales. Researcher gate.
Mariátegui, J. (2008). Temas de
educación. Caracas, Venezuela: Editorial Educación Libertad.
Mariátegui, J. (2007). 7 ensayos
de interpretación de la realidad peruana. Caracas, Venezuela: Biblioteca
Ayacucho.
Oliart, P. (2011). Políticas
educativas y la cultura del sistema escolar en el Perú. Lima, IEP, Tarea,
(Educación y Sociedad, 7).
Ramírez, R., Espronceda, H. y
Rodríguez, A. (2011). Fortalecer la identidad nacional en los jóvenes: Una
razón que no admite espera. OLIMPIA. Revista de la Facultad de Cultura
Física de Granma. 8(29), 83-90.
Rojas, A. (2016). Retos a la
Educación Peruana en el Siglo XXI. REICE. Revista Iberoamericana sobre
Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 14(1), 101-115.
Rottenbacher, J. (2009).
Identidad y la valoración de la historia en una muestra de profesores de la
escuela pública de Lima Metropolitana. LIBERABIT: Lima, Perú, 15(2), 75-82.
Sandoval, P. y Agüero, J. (2014).
Modernidad y educación en el Perú. Lima, Perú: Serie diversidad cultural 8
Editores, Ministerio de Cultura / Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco
Subdirección de Interculturalidad Fondo Editorial.
SINEACE - Sistema Nacional de
Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (2011).
Educación a lo largo de la vida: medios de articulación en el sistema
educativo. Lima, Perú: IPEBA.
Vargas, D. y Pérez, K. (2019). El
sistema educativo peruano y la pérdida de identidad cultural andina en la
región Puno Revista Innova Educación (2019). 1(2), 244-251. https://doi.org/10.35622/j.rie.2019.02.010
Zapata, A. (2016). Pensando a la
derecha. Lima, Perú: Editorial Planeta Perú S.A.
Zapata S. (2019). Crisis del
multiculturalismo en América Latina: conflictividad social y respuestas
críticas desde el pensamiento político indígena. San José, Costa Rica:
Editorial UCR.
[i] Docente e investigador de la
historia republicana del Perú (siglo XIX). Con interés por la historia local,
indígena e intelectual. Ganador del Concurso Nacional de Investigación
Histórica (Proyecto Especial Bicentenario), Ganador del concurso Narra la independencia
desde tu pueblo (Organizado por la IFEA "Instituto Francés de Estudios
Andinos") y ganador de la Bolsa de Investigación UNE 2021. Asimismo,
cuenta con publicaciones en revistas indexadas.