Recibido: 30 de julio 2021
Evaluado: 20 de setiembre 2021
Aceptado: 10 de diciembre 2021
Aníbal Puente Ferreras
https://orcid.org/0000-0003-3994-0553
Facultad de Educación y Ciencias Sociales, Universidad Andrés Bello. Viña
del Mar, Chile.
Ximena González
ximenagonzalezvargas@gmail.com.
https://orcid.org/0000-0002-7836-3966
Facultad de Educación y Ciencias Sociales, Universidad Andrés Bello. Viña
del Mar, Chile.
https://orcid.org/0000-0002-7248-4492
Facultad de Ingeniería, Universidad Andrés Bello. Viña del Mar, Chile.
Cómo citar
En
el aprendizaje de las matemáticas, el léxico oral y escrito de los alumnos
puede informar de algunos conceptos y su forma de representación mental. Este
es uno de los objetivos que se plantea en este estudio. Para ello se implementó
una prueba que aborda seis conceptos matemáticos vinculados al sistema numérico
y al valor posicional. La muestra incluyó 40 alumnos de Santiago de Chile de
tres centros educativos (municipal, privado subvencionado y privada)
seleccionados de forma aleatoria, con rango de edad de 10 a 17 años. El
análisis de los resultados evidenció la importancia del vocabulario en
contextos específicos para acceder a la disponibilidad léxica y sus conceptos
asociados. Esta línea de investigación permite estudiar las categorizaciones
léxicas y ampliar el campo de instrucción del vocabulario en la matemática. Una
conclusión del estudio es la enseñanza de las matemáticas como un lenguaje y no
como un mero procedimiento.
Summary
In the learning of mathematics, students' oral and written vocabulary can
inform about some concepts and their form of mental representation. This is one
of the objectives proposed in this study. For this, a test was implemented that
addresses six mathematical concepts linked to the numerical system and
positional value. The sample included 40 students from Santiago Chile from
three educational centers (municipal, private subsidized and private) randomly
selected, with an age range of 10 to 17 years. The analysis of the results
evidenced the importance of vocabulary in specific contexts to access lexical
availability and its associated concepts. This line of research allows to study
lexical categorizations and expand the field of vocabulary instruction in
mathematics. One conclusion of the study is the teaching of mathematics as a
language and not as a mere procedure.
Key words: vocabulary, mathematics, lexicon,
knowledge.
La relación existente entre lenguaje y vocabulario suele darse por
entendida, en la medida que todo sistema
de lengua mantiene elementos léxicos, sintácticos y semánticos que confluyen de formas
creativas en diversos
idiomas y dialectos. Y, como sabemos,
las matemáticas presentan
aspectos que implicarían la enseñanza de esta asignatura como una segunda
lengua o, al menos, entendiéndola como una forma de
desarrollar pensamiento y aprendizaje diferente (Nunes, 1999), esto por ser un sistema
de representación con símbolos
y sintaxis propia.
En el currículum educativo chileno, la enseñanza de las matemáticas se
inserta en un marco de desarrollo
comunicativo que ha de implementarse en los colegios. Sin embargo, el estudio
de Preiss, Larraín y Valenzuela
(2001) evidencia que la práctica docente en Chile se orienta a repetición de ejercicios y en pocas instancias los estudiantes pueden movilizar conocimientos y conceptos, estrechamente vinculados al uso de vocabulario. Por lo mismo, para promover
la enseñanza del lenguaje
matemático es preciso
conocer las palabras
que los estudiantes manejan, enseñanza del lenguaje
matemático es preciso
conocer las palabras
que los estudiantes manejan, cómo las utilizan y en qué contextos.
La forma en la que el vocabulario matemático y el aprendizaje de la
disciplina convergen es por medio del
modelo de Beck, McKeown y Kucan (2013) en el que se distinguen tres niveles de vocabulario. Un primer nivel está
asociado a palabras de uso cotidiano; el segundo, a palabras específicas de un área que suelen tener aplicación a
más de un área del conocimiento; y un tercer nivel, que presenta
léxico específico de una disciplina. Según las autoras,
el segundo nivel permite el acceso a nuevo
conocimiento en la medida que ya conocen algunas palabras específicas, produciéndose el
“Efecto Mateo” (Stanovich, 1986) a nivel
de vocabulario.
Desde hace algunos años, los estudios sobre el impacto del vocabulario en
el aprendizaje han tomado diferentes
enfoques. A pesar de la importancia
del vocabulario en el proceso de enseñanza-aprendizaje, quienes estudian el vocabulario matemático y sus alcances
son recientes y distantes del contexto latinoamericano
y chileno. Así que para promover la enseñanza del lenguaje matemático es preciso conocer las palabras que los
estudiantes manejan, cómo las utilizan
y en qué contextos (Nortes-Martínez y Nortes-Checa, 2017; Nolla de Celis,
Cerisola, Fernández y Muñoz, 2021).
En ese sentido, este estudio se erige como un acercamiento al conocimiento
de los estudiantes sobre lenguaje
matemático. Para esto, se trabajará con los contenidos vinculados al sistema numérico
(entero y decimal)
y valor posicional, que son críticos para el aprendizaje de los otros
contenidos de la disciplina y que, a la vez, se asumen como materia
aprendida en los niveles más
avanzados de enseñanza (Riccomini, Smith, Hughes y Fries, 2015). Realizaremos
una revisión de aquello que
entendemos por lenguaje y cultura matemática, de la relación entre vocabulario y aprendizaje, y de las tipologías de vocabulario matemático en el conocimiento de valor posicional y sistema numérico.
Luego, daremos a conocer la metodología utilizada,
·
¿Qué tipo de vocabulario matemático es utilizado por los estudiantes en
los niveles conceptual y procedimental del aprendizaje?
·
¿Cuáles son los conceptos discursivos en los que ocurre el uso de vocabulario matemático en sus distintos niveles, según
el modelo de Beck, McKeown y Kucan (2013)?
·
¿Cuáles son las recurrencias del vocabulario matemático en las
implicancias en el aprendizaje de los estudiantes?
La escritura en la asignatura de matemáticas implicaba
abordar tareas tradicionalmente vinculadas a las áreas humanistas y, en este contexto, la profesora
Burns (1995) plantea que en sus
primeros veinte años de ejercicio docente esta mezcla le era tan extraña “como
unir aceite y agua”. Sin embargo,
ella fue observando beneficios en la producción textual dentro de la asignatura:
Creo que la escritura en la clase de matemáticas tiene dos grandes beneficios. Apoya el aprendizaje de los estudiantes porque, al poner
sus ideas en el papel, los
niños deben organizar, clarificar y reflejar su pensamiento. Escribir también beneficia a los profesores porque
los textos de los estudiantes son un
recurso de evaluación invaluable. Su escritura
es una ventana hacia su entendimiento, cómo ellos enfocan
sus ideas, qué errores
albergan, y cómo se sienten
sobre sus descubrimientos (p. 40).
Esta declaración sobre la estrecha relación entre escritura y aprendizaje
nos acerca a la idea estudiada desde la aparición de las ciencias
cognitivas: el lenguaje es un proceso cognitivo en ejercicio constante, que potencia otros procesos cognitivos, tales como el aprendizaje (Vygotsky, 1981). Haciendo uso del
lenguaje es que aprendemos. Sin embargo, es necesario conocer la lengua para poder llegar a niveles de conocimientos
más profundos, como los conceptos
abstractos. Entonces, cabe preguntarnos qué pasa si esa lengua no se conoce o
no se demuestra competencia en ella. Un error frecuente que se observa
en el ámbito educativo señala
que el desarrollo de la práctica docente se centra en la mecanización de
procedimientos. El alumno sabrá resolver
una división, multiplicación, ecuación, etcétera, pero desconocerá cómo plantear
un problema, dónde se pueda hacer uso de estas operaciones; es decir, el alumno conoce el procedimiento, pero le cuesta
trabajo solucionar los problemas que impliquen la aplicación de cualquier
operación básica (Batanero et al., 2011)
Debido a que las matemáticas implican el manejo de una serie de conceptos
para poder profundizar su aprendizaje
y llegar a comprenderlos y dado que, además, presentan un sistema representacional propio (numérico y
simbólico) es que se habla de lenguaje
matemático. Respecto de este punto,
es necesario aclarar que esto no implica que sea una lengua, en el sentido
de idioma; sino que tiene características lingüísticas propias que implican
ser aprendidas para manejar ese
lenguaje. Por otro lado, son diversos los estudios que abordan el concepto de lenguaje matemático (Hebert y
Powell, 2016; Morgan, 2005; Monroe y Orme, 2002; Nunes, 1999).
Este problema es crítico en las escuelas chilenas, pues fracasan en el
logro de un adecuado aprendizaje de la matemática, y una de las causas es el
escaso uso y comprensión del lenguaje matemático. ¿Cómo mejorar dicho lenguaje?
En primer lugar, es necesario clarificar que no existe un gen como marcador
biológico; por el contrario, la mejora dependerá de los maestros, padres y los
propios niños (Silva y Rodríguez, 2010). Por lo mismo, es necesario entender al
lenguaje matemático como un constructo cultural. En palabras
de Nunes 1999, “las matemáticas son una práctica
cultural, y por tanto precisan
una concepción particular de la
naturaleza de los significados matemáticos y de los axiomas, que ya existen
en la comunidad académica” (p. 33). Desde
este punto de vista, la forma lingüística que adoptan las matemáticas debiera
transmitirse considerándolas
como herramientas culturales que los estudiantes puedan aprender. Ello es coherente con la visión de Vygotsky (1981)
sobre el aprendizaje primero ocurre en lo social (i.e., entre las mentes de los individuos) y luego en el individuo mismo. Esto implica
que, en la instancia
social, se hace uso de herramientas culturales de cada sociedad en la que están insertos
los sujetos. Estas herramientas culturales tomarían forma de las prácticas de cada sociedad, pero también de los saberes acumulados de esa cultura.
Vocabulario matemático
y tipologías
Para caminar hacia una instrucción léxica
que promueva el aprendizaje en grupos de estudiantes con una brecha significativa en su conocimiento
de palabras, Beck, McKeown y Kucan (2013) realizan
una propuesta que permite acompañar
sus procesos de aprendizaje. El caso del lenguaje matemático no es ajeno a esta realidad, es por ello por lo que se plantea una tipología de lenguaje matemático que permita identificar las
palabras que conocen los estudiantes y a qué niveles de vocabulario pertenecen.
En el primer nivel se encontrarán las palabras más básicas, “aparecen
típicamente en conversaciones
orales, y los niños están expuestos a ellas con una frecuencia alta desde una edad temprana” (p. 9), estas palabras no necesitarían atención instruccional en la
escuela, pues la mayoría de los estudiantes las conocen. El segundo nivel de
Beck et al (2013) presenta palabras que fortalecen la madurez lingüística de
los hablantes, y atraviesan diversos campos
En esa línea, un estudio que atiende a los contextos de uso de vocabulario
matemático es el de Hebert y Powell
(2016). En él se analizan las ocurrencias de léxico matemático en un ensayo donde estudiantes de cuarto grado deben corregir
la resolución de un problema
matemático que contiene
errores en distintos
momentos. Para realizar
un análisis léxico,
recurren a la categorización
de Monroe y Panchyshyn (1995, referidos en Hebert y Powell, 2016), quienes plantean
cuatro categorías:
1. Técnico, con un significado solo aplicable en matemáticas.
3. General, cuyo uso ocurre en el lenguaje diario.
4. Simbólico, en el que los significados son representados por medio de
numerales o símbolos (p. 1515).
En la aplicación de las categorías de Monroe y Panchyshyn (1995), Hebert y
Powell, analizan y clasifican las
palabras del examen escrito por los estudiantes. En este sentido, no siempre se puede acceder al conocimiento real que tienen
los estudiantes, desde la noción de disponibilidad
Al relacionar la categorización propuesta
por Monroe y Panchyshyn (1995) con la categorización de Beck, McKeown
y Kucan (2013) es posible
establecer ciertas analogías entre ellas (tabla
1). Es preciso mencionar que, si bien los niveles
primero y tercero
parecen coincidir sin grandes dificultades, en la relación
entre el vocabulario subtécnico y el del segundo nivel hay que distinguir que no necesariamente se puede homologar la
idea de que el conocimiento de léxico subtécnico permita una potenciación del desarrollo de aprendizaje, como sí lo consideran
las palabras que entrarían en la categoría del segundo nivel en el modelo de
Beck, McKeown y Kucan. De todos
modos, es muy probable que una serie de palabras coincidan, siendo las matemáticas una base importante
para diversos campos de las ciencias exactas. Por otro lado, cuando
nos referimos al vocabulario simbólico, consideramos que pueden
pertenecer tanto al segundo
nivel como al tercero en la medida que el uso de numerales puede darse en diversos contextos, pero en el caso de
algunos símbolos o abreviaturas matemáticas, solo ocurrirán en contextos disciplinares específicos (tales como fx, cos, ∑, √).
Diseño: modalidad y enfoque
Con el fin
de responder las preguntas de investigación previamente descritas se plantea en
este trabajo una investigación de tipo explicativo no experimental (McMillan y Schumacher, 2005).
Este estudio tiene características de una investigación cuantitativa, a partir
de la exploración de asociaciones estadísticas entre las características de los sujetos
participantes, su nivel de desempeño
en la resolución y las categorías del vocabulario utilizado. Para obtener esta categorización, se utilizan herramientas propias de una investigación cualitativa, pues se realiza
un análisis lingüístico de la estructura y el contexto
del uso de conceptos matemáticos. Con ello se da
pie a un enfoque metodológico mixto.
Individuos
Los sujetos participantes de este estudio
corresponden a 40 estudiantes de la ciudad
de Santiago de Chile, pertenecientes a
establecimientos educacionales de tres dependencias (municipal, privada subvencionada por el gobierno, y
privada sin subvención). Los sujetos se escogieron de forma aleatoria y por conveniencia, considerando el rango de edad que va desde los 10 a los 17 años.
Instrumentos/medidas
Para analizar el vocabulario matemático que manejan los estudiantes, se implementó una prueba escrita
que aborda seis conceptos matemáticos vinculados a sistema
numérico y valor posicional,
basado en los contenidos explorados desde quinto básico. Con el fin de acceder
de manera adecuada al grado de conocimiento que los estudiantes tienen de los conceptos trabajados por esos contenidos, se
establecen tres criterios que sintetizan las categorizaciones de Monroe y Panchyshyn (1995) y Beck, McKeown
y Kucan (2013): 1) se conoce el concepto si se usa operacionalmente al resolver un ejercicio o traspasar información verbal a numérica; 2) se conoce un concepto si se
utiliza en un contexto que permite inferir el uso adecuado del término; y 3) se conoce un concepto si es
explicado o definido por los estudiantes. Utilizando estas tres categorías se construye un
instrumento que está estructurado en cinco secciones:
Sección I: representación
simbólica de valor posicionalEsta sección
tiene por finalidad establecer la comprensión de conceptos de valor posicional
de los estudiantes. En la medida
que saben posicionar los números solicitados dependiendo de su valor, entonces, existe conocimiento sobre
los términos. Para ello, en la formulación de los ítems se solicita
a los estudiantes la escritura de números enteros
utilizando símbolos numéricos
(i.e., dígitos del 0 al 9), a partir de la lectura de una cifra descrita
por conceptos propios del valor posicional (e.g., “3 decenas,
5 unidades y 9 centenas”). En los ítems propuestos se intenta que el orden de la cifra a leer esté
alterado, lo que implica un mayor grado de exigencia al momento de comprender la secuencia.
En esta
sección se solicita a los estudiantes la escritura de una cifra dada utilizando
símbolos numéricos, a partir de la lectura
de descripciones tales como “una milésima” o “una centena
de mil”. La comprensión del concepto se evidenciará a través del número escrito
por los estudiantes, similar al caso de los ítems de la sección I. No
obstante, en esta sección todos los números
solicitados en su valor posicional corresponden al dígito “1”. Con ello es
posible distinguir la existencia de diferencias entre la comprensión del valor posicional y la comprensión del sistema numérico.
Sección III: corrección escrita sobre la resolución de un problema
matemático
A través de esta sección se busca que los estudiantes hagan uso de su
vocabulario matemático para resolver
un caso. El ejercicio consiste en corregir el error operacional cometido por un personaje denominado Paloma, quien se
equivoca en la adición de dos cifras al no hacer coincidir las unidades y decenas de dos sumandos. En términos de
acceso al conocimiento conceptual que tienen los estudiantes este ítem otorga
un valor adicional
a los anteriores, puesto que su uso aparece contextualizado en un caso verosímil. Ello permite el acceso a la disponibilidad léxica de los estudiantes
desde el mismo instrumento, pues acota la situación comunicativa donde deben evidenciar el uso de vocabulario a una de carácter matemático.
En línea
con la anterior, en esta sección se promueve el uso contextualizado de
conceptos matemáticos de sistema numérico decimal y valor posicional mediante la
escritura de oraciones en las que los estudiantes deban usar palabras
pertinentes al contexto, tales como “decena” o “milésima”. Para evitar la escritura
de textos que limiten un análisis de vocabulario matemático, o bien un uso descontextualizado
de las palabras, en los ítems propuestos se inicia cada oración con un pie forzado,
el que los estudiantes deben completar.
La última
sección de este instrumento pretende analizar las definiciones realizadas por
los estudiantes sobre términos trabajados anteriormente en la prueba. Por medio
de preguntas como “¿Qué es una decena?” se busca explorar el conocimiento
conceptual de los estudiantes sobre sistema numérico. La razón por la que este
ítem se ubica al final de la prueba permite que los estudiantes ya hayan
utilizado los conceptos por contextos o por resolución de problemas y no tengan
que enfrentarse a una tarea epistemológicamente compleja, como la de definir,
sin haberse enfrentado al uso de vocabulario pertinente al contexto matemático.
Ello nos permite contrastar el uso correcto del término en los ítems anteriores
con su correspondiente manejo conceptual evidenciado por la respuesta que ellos
escriban.
El
instrumento fue aplicado durante una hora pedagógica, correspondiente a 45
minutos y su extensión es de cuatro páginas, donde se incluyen 26 ejercicios que implican escribir
cantidades con números,
explicar con palabras conceptos matemáticos, completar oraciones utilizando palabras que indican conceptos de cantidad.
Análisis
El análisis
de las respuestas obtenidas en las secciones I y II de la prueba consistió en establecer correspondencia entre las cifras dadas en
el enunciado y las que los estudiantes respondieron de manera escrita.
Para ello, se calificaron las respuestas de los estudiantes según corrección de su respuesta, asignando el valor 1 a las correctas y 0 a las incorrectas.
En el caso
de la sección III, se adaptó el método utilizado por Hebert y Powell (2016) de
la rúbrica de la prueba de Composición de un Ensayo del Weschler Individual Achievement Test – third edition (WIAT-III). En
este instrumento es donde se miden y analizan las ocurrencias de vocabulario matemático de acuerdo con
la tipología de Monroe y Panchyshyn (1995), adaptándolo para este estudio
utilizando las categorías del modelo de Beck, McKeown
y Kucan (2013).
Las secciones IV y V servirán
como apoyo para corroboración de datos y consistencia en los ítems anteriores. En el caso de la sección
IV, la elaboración de oraciones escritas permite verificar el sentido de los conceptos utilizados dependiendo del
contexto oracional, donde son claves
las cargas semánticas de las palabras que rodean el término utilizado. Por
último, la sección V será revisada
evaluando la adecuación de uso de vocabulario matemático en la definición de conceptos mediante los tipos de definiciones
que presentan y sus correcciones.
Finalmente, se realiza un
análisis del uso de conceptos por parte de los estudiantes en las respuestas dadas en las secciones III, IV y V. Para ello se realizó un análisis descriptivo del uso léxico
según el contexto
oracional en el que los términos utilizados estén situados. Para ello, se utiliza
un análisis experto por parte de tres lingüistas formados con el enfoque de
gramática funcional de Dik, Valverde
y Mingorance (1981). Posterior a ello, se revisará la consistencia entre el uso y definiciones de los conceptos a lo largo de
las cinco secciones.
Resultados y discusión Representaciones numéricas y variables
A través del
análisis de la sección I, es posible apreciar la aplicación del conocimiento
que tienen los estudiantes sobre
valor posicional. Si bien la mayoría tuvo un buen resultado en el ejercicio, se evidenciaron dificultades en
tres ítems que daban una cifra de más de un dígito a unidades, decenas, centenas o unidades de mil, como es el caso
de los ítems (f), (h) y (j). A continuación,
se presenta un ejemplo de respuesta para cada uno de los ítems mencionados, donde se aprecia la dificultad mencionada:
Enunciado del ítem: “Escribe con números las cantidades que se forman”:
Respecto de
la edad de los sujetos, de manera intuitiva se aprecia una tendencia al aumento
en el promedio de respuestas
correctas en la medida en que su edad aumenta (figura I). Ello no ocurre en los ítems
(f), (h) y (j), los que ya han sido comentados.
a) Una milésima: 1000 (14 años)
b) Una décima: 3 (15 años)
En el caso
de la décima y milésima, los errores ocurridos en esta sección son consistentes
con los de la sección IV, en la que los estudiantes escriben oraciones
utilizando esos términos. De este modo, nos encontramos frecuentemente con el uso
de “milésima” en el sentido de “unidad de mil” o “unidad de millón”, tal como en
los siguientes casos que iniciaban con el pie forzado “La Mujer Maravilla”:
La Mujer
Maravilla salvó muchos gatitos, creo que era una milésima de gatitos. (10 años) La Mujer Maravilla derrotó a una milésima de malvados con sus poderes. (12 años)
La Mujer Maravilla ha ayudado a milésimas de personas por la ciudad entera. (15 años)
En los tres
ejemplos, los términos “muchos gatitos”, “malvados” y “personas” son elementos que nos permiten
acceder a la creencia de que milésima
es más que uno, incluso,
es mucho más que
uno, por la fuerza del plural de los sintagmas nominales y de complementos,
tales como “con sus poderes” o “por la ciudad entera”En cuanto a la edad de los
participantes y sus respuestas, llama la atención que no hay un aumento significativo a medida que los
estudiantes tienen una edad mayor, o al menos no hay un crecimiento sistemático del promedio en cuanto tienen
más años, como se muestra
en figura II.
Uso de vocabulario matemático
El problema presentado a los estudiantes en la sección
III fue el siguiente:
III. Paloma estaba en clase de matemática y su profesor
le pidió que resolviera la siguiente operación: 105 + 39 =
Cabe destacar un manejo más alto de vocabulario en las mujeres más jóvenes versus los varones de esa misma edad (10 y 11 años), evidenciado en la cantidad de palabras utilizadas (tabla 2).
Como es posible observar
en la tabla III, las palabras de nivel I aparecidas en los textos
escritos en esta sección de
la prueba se relacionan estrechamente con los valores posicionales de los sumandos, que es donde radica el error, de ahí que aparezcan términos
como “poner”, “colocar”, “ordenar”, que son más propios
del uso cotidiano a diferencia de “posicionar” o hablar de “valor posicional” que son palabras
vinculadas de forma más directa
con la disciplina. Obsérvense los siguientes ejemplos:
“Se equivocó
en poner el número en la unidad correcta, el profesor le dijo que resolviera 105, pero ella se equivocó y puso el 105 en
una unidad más grande, ya que debe
ponerse el número en su unidad correspondiente:
105.
+ 39
144”. (11 años)
“Paloma se equivocó en cómo lo posicionó. Paloma
debería escribir la tabla de unidad, decena
y centena, separar
los números y ahí lo tendría ordenado
y podría sumar y obtener
un buen resultado”. (10 años).
En ambos
casos, nos enfrentamos a un modo de organización discursivo similar,
identificando el problema
que tuvo Paloma al resolver el ejercicio y luego introducen la forma de solucionarlo con el verbo “deber”. Sin embargo, el
uso de vocabulario en ambos casos es diferente, en la medida que el nivel de especificidad del segundo es mayor al primero, utilizando términos como “posicionar”, “tabla de unidad, decena y
centena” y “resultado”, mientras que el primero, se plantea desde una perspectiva más coloquial al hablar de “poner
el número”, “unidad más grande” y
“unidad correspondiente”, sin especificar cuál es esta verbalmente, sino que lo
hace por medio del ejemplo de la
operación numérica. Esto también ocurre en la sección V al momento de
definir los conceptos de decena, unidad, centena,
décima y milésima.
Si bien en las secciones anteriores es posible evaluar
el conocimiento que tienen los estudiantes al momento de utilizar los términos
propios de valor posicional y de sistema numérico, al momento de definirlos suelen presentar algunos problemas con la
precisión del concepto. Por otro
lado, la estructura de la definición varía de uno a otro, como se puede
apreciar en los siguientes ejemplos
de respuestas frente a la primera pregunta de la sección: “¿Qué es una decena?”.
1. 10 (15 años)
2.
Una decena es un número natural del 0 al
9 que se ubica después de la unidad (12 años)
3.
Es una unidad multiplicada por 10 (13 años)
4.
El segundo dígito o 10 unidades
(12 años)
5.
Es una clasificación de los números
que van de 10 en 10 (10 años)
En los ejemplos dados,
las formas de dar a conocer qué es una decena varían
desde la sinonimia
(respuestas 1, 3 y segunda
parte de la 4), la remiten a su valor posicional (respuestas 2 y primera
parte de la 5), o bien, la definen como un elemento que categoriza un
conjunto numérico, en este caso, de
múltiplos de 10 (respuesta 5). Esta variedad de respuestas refuerza la idea de Morgan (2005) sobre
si los conceptos matemáticos tienen
significados uno-a-uno entre
palabra y representación. De alguna forma
la variedad de definiciones o énfasis que se da a un concepto toma formas diversas dependiendo de qué
están valorando más los estudiantes sobre ese
concepto. De esta forma, se clasificaron los tipos de definiciones de
los estudiantes a través de los siguientes tipos de definición (tabla 4).
Es preciso mencionar que, en relación con las secciones anteriores, la
sección V es de las que tiene un mayor porcentaje de error en sus respuestas, como se
aprecia en la tabla 5.
Discusión
Si asumimos
que el lenguaje es el principal mediador del aprendizaje, no solo por ser una herramienta cultural
básica para la transmisión de conocimientos, sino también porque es la que más se usa en el aula colectiva (Mercer
y Littleton, 2016); entonces, podríamos asumir la importancia de enseñar el lenguaje. Esta idea suele tener fuerza
en su primer enunciado, pero no
necesariamente en el segundo, en especial, cuando se trata de disciplinas que
no están directamente vinculadas a
Lenguaje y Comunicación. Las matemáticas, así como las otras ciencias adoptan un nivel de conocimiento
tan específico a lo largo de la vida escolar que se refleja en la especificidad del lenguaje que utilizan. La enseñanza, por tanto, del lenguaje de cada disciplina y de sus conceptos
cobra vital importancia para el desarrollo del aprendizaje de los
estudiantes en cada área
(Beck, McKeown y Kucan, 2013; Nunes, 1999).
Es por la importancia de la enseñanza
conceptual de las ciencias en general y de las matemáticas, en particular, que este estudio
se propuso analizar
el uso del vocabulario matemático en estudiantes de entre 10 y 17
años. Para ello, se identificó el conocimiento que tienen los estudiantes sobre lenguaje matemático por medio de su
uso en representaciones numéricas y
contextos discursivos variados, con el fin de identificar los tipos de
vocabulario utilizados y establecer
cómo la información levantada da luces sobre la forma en que se aprenden
los conceptos matemáticos.
El análisis
sobre representaciones numéricas de los términos de valor posicional y sistema numérico, abordados en las secciones I y
II de la prueba, respectivamente, nos dieron luces sobre conceptos y modos de entrega de información que resultaban
de mayor dificultad para los
estudiantes. Esto ocurrió en momentos en que el valor asignado a una categoría
posicional era de dos dígitos,
dando como resultado
múltiples errores y evidenciando un menor porcentaje de logro en mujeres. La segunda dificultad para los estudiantes
se dio al momento de trabajar con
sistema numérico decimal, frente a los conceptos de décima y milésima. Estos
errores fueron consistentes con las
pruebas verbales de los conceptos que aparecen en las secciones siguientes. Sobre este punto,
cabe mencionar el énfasis que da Beck, McKeown y Kucan (2013)
sobre el tipo de palabras cuya instrucción debe ser reforzada, ya que es
la que permite avanzar en una disciplina.
Debido a la
importancia de la comprensión de conceptos matemáticos, consideramos
fundamental poder estudiar el manejo de los mismos términos de diferentes
formas, de ahí que se pregunte por sus representaciones numéricas, su uso en
oraciones, en la explicación de un problema y sus definiciones. En este
sentido, el concepto de disponibilidad léxica cobra importancia, ya que el
proponer situaciones comunicativas que promuevan el uso de léxico matemático
fomentó la utilización de conceptos que se vinculan, en las concepciones de los
estudiantes, al sistema numérico y al valor posicional. De esta manera, se
puede acceder a la disponibilidad léxica de los estudiantes y evaluar el uso de
términos que de otra forma no aparecerían, tales como “número de reserva”,
“tabla de unidad, decena y centena”, “adición” y “sumando”, entre otras. Esto,
además, permite establecer estrategias de instrucción sobre cómo se entiende
cada concepto o cómo su acepción cambia dependiendo de la operación o discusión
que se tiene sobre la materia.
Junto a los
elementos ya mencionados, fue posible apreciar que los estudiantes tienen mayor manejo en el conocimiento procedimental y de uso de vocabulario en contexto, antes que en las definiciones. La sección V puso en
evidencia que como en nuestra lengua materna, el lenguaje matemático también es susceptible de
diferentes interpretaciones dependiendo del contexto y modo en que se utilice.
El hecho de que las
definiciones dadas por los estudiantes reflejaran en su mayoría un uso o función del término (sinonimia y valor posicional), refuerza la idea de que el
concepto en torno a una categoría de lo que implican las palabras de entrada,
pueden estar más fuertemente atadas a una noción meramente conceptual y de poca aplicación en la asignatura. Así,
es más útil para el estudiante decir que una decena puede indicar el valor posicional de una cifra o puede aludir a
10 unidades, en vez de indicar que es un término que se utiliza para designar un conjunto compuesto
por diez elementos. Esto refuerza la interrogante de Morgan (2005) sobre cómo se definen
los conceptos en las matemáticas que aparentemente son unidireccionales y libres
de ambigüedad.
Los hallazgos
descritos a través de este estudio permiten
continuar dando fuerza a la importancia
de seguir hablando de lenguaje matemático y nos impulsa a comprender que, si es un
lenguaje, implica una cultura y actitudes que deben ser aprendidos, tal como lo señala Nunes (1999):
Aprender matemáticas en el aula es un proceso
de socialización de antiguos significados en nuevos conceptos
característicos de las prácticas matemáticas.
Este proceso involucra reformar
o redescribir porque no es una simple inscripción de nuevos significados en conceptos antiguos. Las elecciones hechas
por los profesores para guiar el proceso de socialización
en el aula tienen un impacto en las redescripciones que son hechas hacia
un punto en el tiempo durante el proceso de aprendizaje (p. 40).
Como se
aprecia en la cita, Nunes refuerza la noción de socializar en un aula colectiva
los conceptos matemáticos,
entendiendo que la mediación realizada por los docentes cobra vital importancia sobre el enfoque que se dará
al concepto, coincidiendo con las conclusiones a las que llegan Beck, McKeown y Kucan (2013) y Morgan (2005). La
tarea que queda, entonces, es promover
una enseñanza consciente de los conceptos
matemáticos de modo que su conceptualización
se vea reforzada por su capacidad operacional y, así, reforzar el proceso de aprendizaje.
Conclusión
Existen estudios sobre el uso de vocabulario matemático en estudiantes de edad escolar,
siendo el más significativo,
el trabajo realizado por Hebert y Powell (2016) y otros más recientes (Powell, 2017; Powell, Hebert, Cohen, Casa
y Firmender, 2017). Así también, Morgan (2005)
ha estudiado el uso del vocabulario en textos escolares y otros
estudiosos lo han hecho desde los diccionarios. El problema que presentan estas investigaciones radica principalmente en que su análisis mide las entradas léxicas
desde sí mismas o con sus acepciones directas, sin considerar que el uso del vocabulario siempre será mediado
por un contexto (Dik, Valverde y
Mingorance, 1981) y es en él en donde toma diferentes énfasis y significaciones
las palabras.
De ahí que la presente
investigación cobre importancia al explorar los
mismos términos matemáticos desde entradas y contextos diversos,
evaluando la consistencia o no del conocimiento que los alumnos tienen sobre sistema numérico
y valor posicional. Retomando las preguntas de investigación propuestas en este estudio,
en particular las relacionadas con la categorización del vocabulario utilizado
por los estudiantes, se observa que es posible
relacionar el tipo de términos
que median el aprendizaje matemático respecto a valor posicional
y sistema numérico, con la correcta comprensión de los mismos. El contar con
esta información permite promover la
instrucción específica de las entradas léxicas que no están siendo correctamente aprendidas,
planteando el desafío de seguir estudiando las categorías de palabras utilizadas en otros contenidos
matemáticos. Tal como se observó en los resultados existe distinto grado de corrección y tipo de vocabulario utilizado
dependiendo de la edad. Ello
se podrá corroborar con estudios cuantitativos futuros donde se explore
la significancia de las correlaciones
entre edad y tipo de vocabulario disciplinar, considerando el amplio rango de edades
de los sujetos participantes
del estudio (10 a 17 años).
Finalmente, llevando
el análisis lingüístico realizado a un ámbito transversal del aprendizaje de distintas
disciplinas, se observa que de acuerdo con una revisión bibliográfica de los
teóricos Concha y Howard (2016) por
medio del análisis de diferentes estudios nacionales se muestra que:
Hay ciertas
diferencias en las maneras de interactuar en el aula en las distintas asignaturas. (…) En ese sentido, una
posible recomendación sería que cada curso
de didáctica disciplinaria se hiciera cargo de enseñar las interacciones
verbales que favorecen su propio tipo de
pensamiento (p. 146).
De este
modo, saber cuáles son las interacciones y conceptos que favorecen el
aprendizaje propio de cada disciplina es crítico para la promoción de un
aprendizaje significativo en el aula y poder acortar la brecha existente entre
el logro alcanzado entre hombres y mujeres en la disciplina, dado que, como se
mostró en esta investigación, a nivel de uso de vocabulario las diferencias de género no son tan significativas como en los ejercicios y operaciones. Comprender la importancia de enseñar las
matemáticas como un lenguaje, cuyos conceptos
sean enseñados con el
énfasis en que son enseñados los procedimientos, nos ayudará
a avanzar en el conocimiento de la disciplina por parte de nuestros
estudiantes.
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