Puntos de reflexión sobre la Encíclica Fratelli Tutti
Points of reflection the Encyclical Fratelli Tutti
Recibido: 15
de junio 2022
Evaluado: 22
de julio 2022
Aceptado: 31
de octubre 2022
julio.perez@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-4842-2507
Universidad Harvard, Estados Unidos
kquinones@umch.edu.pe
https://orcid.org/0000-0002-2760-6294
Universidad César Vallejo, Perú
DOI: https://doi.org/10.35756/educaumch.202220.236
Cómo citar
Pérez Narrea, J.,
& Quiñones Castillo, K. (2022). Puntos de reflexión sobre la Encíclica
Fratelli Tutti para una misión educativa. Revista EDUCA UMCH, (20),
133-146. https://doi.org/10.35756/educaumch.202220.236
Resumen
El papa Francisco publicó en el año 2020 la carta Fratelli
Tutti proponiendo la vivencia de la fraternidad a toda la humanidad. Para ello, el documento muestra un análisis
de las necesidades que el contexto actual ofrece, sobre todo, con el impacto de
la tecnología y un relativismo conceptual que se expresa a nivel cultural,
social, ético y económico. La forma de superar este escenario que priva al
hombre del encuentro con el otro es la propuesta de una cultura de la
fraternidad. Esta se fundamenta en la aceptación del valor inalienable de la
dignidad humana y del ser social de la persona propiciando la convivencia
fraterna. Por ello, el presente trabajo pretende desarrollar esos puntos de
reflexión para encontrar las coincidencias y oportunidades que tiene con los
documentos administrativos del ministerio de Educación en el Perú, de modo, que
la propuesta de Francisco se pueda concretar en una misión educativa para este
sector de la población de la humanidad.
Palabras
claves: educación, fraternidad,
currículo nacional, dignidad humana, personalismo.
Summary
Pope Francis published in 2020 the
letter Fratelli Tutti proposing the experience of fraternity to all humanity.
To do this, the document shows an analysis of the needs that the current
context offers, especially with the impact of technology and a conceptual
relativism that is expressed at a cultural, social, ethical and economic level.
The way to overcome this scenario that deprives man of the encounter with the
other is the proposal of a culture of brotherhood. This is based on the
acceptance of the inalienable value of human dignity and the social being of
the person, fostering fraternal coexistence. For this reason, the present work
intends to develop those points of reflection to find the coincidences and
opportunities that it has with the administrative documents of the Ministry of
Education in Peru, so that proposal can be concretized in an educational
mission for this sector of the population of humanity.
Keywords: education, fraternity, national
curriculum, human dignity, personalism.
Introducción
Francisco (2020) escribe la carta Fratelli Tutti (FT) para proponer la conveniencia de una cultura
de la fraternidad que implique a toda la humanidad. Una motivación próxima del
Papa es la reciente experiencia del covid-19 que ha mostrado la necesidad de
relacionarnos a nivel mundial para afrontar la emergencia sanitaria. Por otro
lado, expresa que la fraternidad ha sido una constante llamada que hace desde
el inicio de su ministerio. Por esta última razón, el artículo busca encontrar
puntos de reflexión sobre la carta Fratelli Tutti para presentar un análisis
del escenario actual de la humanidad y los fundamentos filosóficos sobre la
fraternidad; y luego mostrar que la fraternidad es viable como misión en educativa
en el contexto educativo del Perú.
Francisco (2020) aboga por el proyecto de la fraternidad,
porque observa que existe un escenario mundial que afecta en lo más íntimo las
relaciones de las personas. Esta nueva situación está marcada principalmente
por dos ejes: la tecnología y el relativismo asentado en una visión
individualista de la persona en una sociedad sin certezas.
La
tecnología insuficiente para crear conexiones reales
Francisco (2020) reconoce que nuestro tiempo ha tenido
grandes avances positivos que se muestran en la ciencia, la tecnología, la
industria y el bienestar. Sin embargo, constata que los avances tecnológicos,
en algunas ocasiones, alcanzan un valor negativo cuando afirma que: “los medios
de comunicación pueden exponer el riesgo de dependencia, de aislamiento y de
progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el
desarrollo de relaciones interpersonales auténticas” (FT n. 43). Es decir, la
tecnología ha permitido al hombre lograr acortar distancias con la
interconectividad digital, pero esta, a su vez, ha traído la distancia entre
las personas que viven en un entorno cercano distinto del mundo virtual.
Para Han (2014), la tecnología influye sobre las relaciones
interpersonales sin negarlas, pero las convierte en superficiales e
insustanciales. Este fenómeno de relaciones en la era digital es denominado
desde la imagen del enjambre digital (Han, 2014). Esto explica como un fenómeno
de concentración de individuos que no establecen un nosotros, que no tienen una
voz definida, que solo emiten ruido como las abejas; y, además, los seres
digitales tienen por extraño los espacios físicos que reunían a las personas.
Es decir, las personas digitales pueden formar colectivos, pero mantienen
motivaciones “carnavalescas, lúdicas y no vinculantes” (Han, 2014, p. 29) que a
diferencia de otros colectivos como pueden ser los gremios o sindicatos hay una
solidez de cuerpo en un ideal.
Esta solidez del cuerpo ausente en el enjambre digital
explicaría también la valoración de Francisco (2014) cuando lo confronta con la
amistad. Descubre que las relaciones digitales solo tienen apariencia de
sociabilidad ya que no generan consenso en ideales compartidos en un tiempo
prolongado.
Por otro lado, Francisco (2020) reclama un volver al
contacto con la realidad que la cultura digital ha dejado atrás. Y es que como
señala Han (2014), el “medio digital despoja la comunicación de su carácter
táctil y corporal” (FT n. 42). La razón estaría en la facilidad y eficacia que
han demostrado las redes sociales y los aparatos inteligentes (Smartphone) para poder enviar
información sin necesidad del contacto físico con las personas o con la misma
realidad. Ya no se miran rostros, solo mensajes descifrados por el lenguaje
binario de la tecnología. Así, la comunicación digital se vuelve “pobre en
mirada” (Han, 2014, p.44). No se palpa, no se interpretan gestos, no se dejan
interpelar por el rostro del otro que brilla por el mismo sol que abraza al
emisor y al interlocutor. Francisco (2020) sentencia con la siguiente
expresión: “presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la
realidad” (FT n. 33). Para generar reales conexiones no basta la conexión
digital (Francisco, 2020), hace falta una fraternidad.
La
información no es sabiduría
Francisco (2020) precisa que el encuentro con la realidad se
ha visto alterada por la inmensa información que se puede acceder a un clic en
el mundo virtual. Esta nueva dinámica puede privarnos de la sabiduría.
En esta línea, Marino (2021) caracteriza a la sociedad de la
información como un espacio que ha acortado las distancias del acceso a la información
gracias a la tecnología. Una consecuencia es que se ha destronado a los
detentores del conocimiento ya que la persona con el uso del internet puede
acceder en un clic a la información de las bases de datos digital que son
inmensa y variada.
Aun cuando este escenario, pueda prometer un acceso libre a
la información para hacer del hombre más libre, se debe precisar que la
información no se identifica con conocimiento y sabiduría. Para Marino (2021),
la información debe ser procesada con el acompañamiento de las emociones para
que pase a ser conocimiento y, en última instancia, sabiduría. La sabiduría, en
este caso, como peldaño superior al conocimiento supone la capacitación del
espíritu para apreciar el bien, la verdad y la belleza (Marino, 2021). Este
proceso permite que el hombre pueda darle sentido a su vida.
Francisco (2020) entiende que esta sabiduría está
relacionada con la apreciación de la verdad y el bien, pero le da un acento de
la dimensión del encuentro entre las personas. El nuevo escenario de la
información digital ofrece un mundo virtual para generar conectividad, pero
como se señaló más arriba no trae consigo necesariamente el encuentro con el
otro. La sabiduría implica el encuentro con la realidad que supone una escucha
activa del otro donde los tiempos son prolongados, pausados y sin apuros. Esta
disposición debe luchar contra los nuevos hábitos del acceso a la información
inmediata y desechable. Como señala Francisco (2020), la información digital ha
dispuesto que en los diálogos no se espera que el otro termine de exponer sus ideas,
sino que se le interrumpe para intervenir. Esta reacción es la falta de
sabiduría de un encuentro que en el fondo no escucha, sino que busca
información inmediata, superficial e interesada. La pausa en el encuentro para
la escucha de la realidad está priorizada en la fraternidad que Francisco
(2020) impulsa para esta generación.
Un
fuerte relativismo de conceptos
Francisco (2020) pone de relieve las nuevas formas de
esclavismo o colonización cultural que brotan de vaciar de contenido a los
conceptos que rigen las relaciones humanas como puede ser la justicia. Esto
contribuye a que las personas, sobre todo en los más jóvenes, pierdan la
memoria sobre su propia identidad formada por las generaciones pasadas
resultando que se vuelvan incapaces de poder ser los propios autores de un futuro
que nace de expectativas legítimas de fraternidad. Así, por ejemplo, llama la
atención Francisco (2020), que la aplicación de los derechos humanos, un
constructo universal que rige nuestras relaciones, no es igualitaria y se rige
por el relativismo de aquellos que poseen el poder de resignificarlos o
reconstruirlos.
La llegada a este relativismo que vislumbra Francisco, está
detallada en las enseñanzas de Ratzinger (2016). El autor bávaro reflexionó sobre este
relativismo que se abre a la época de la deconstrucción de la realidad a partir
del pensamiento moderno. La modernidad le da límites a la racionalidad cuando
abandona la definición de verdad ontológica, “verum est ens” que significa la verdad es el ser; y asume la
expresión “verum quia factum” en cuya
traducción, lo verdadero es lo que el hombre hace. Se pasa de la realidad en
cuanto pensada por un ser supremo que es Dios, a ser real lo que el hombre
puede hacer. Esto bajo el presupuesto del concepto de ciencia que da
Aristóteles como el conocimiento por las causas. Entonces, los modernos
interpretan que la ciencia sería aquello que el hombre puede hacer porque sabe
sus causas. Con este salto, Ratzinger (2016), sentencia que a la certeza de las
matemáticas que permiten el “factum”
se le suma también la historia que es la ciencia del quehacer humano. Entonces,
si la historia es cambiante, luego la realidad ya no se funda en la permanencia
del ser, sino que se somete a una evolución del pensamiento del hombre
(Ratzinger, 2016). Este pensamiento es
autor del significado de lo que está a su alrededor. Así, la falta de
referencias en el ser, lleva a que el hombre vacíe los grandes conceptos y
proponga un nuevo significado en consonancia con su actuar.
Entonces, desde esta perspectiva, son los poderosos de la
tierra quienes proponen los nuevos constructos del pensamiento humano como
precisa Francisco (2020). De ahí, que los proyectos de fraternidad se vuelven
inviables porque los poderes económicos solo atienden a los valores de ganancia
y pérdida negando el ser digno de toda persona. Dejar atrás este relativismo de
conceptos es una condición para desplegar la fraternidad.
Y es que el ambiente está marcado por un relativismo que, si
bien conceptualmente puede estar encubierto, Francisco (2020) lo desvela al contextualizarse
en escenarios éticos, políticos y económicos. Para ello, entiende que un camino
para salir de ese relativismo es por una vía de consensos sobre valores que
pueden ser aceptados por todos como es la dignidad y el ser social del hombre,
fundamentos de la fraternidad.
La
dignidad y ser social de la persona, fundamentos de la fraternidad
La
dignidad inalienable
Francisco menciona que la fraternidad tiene un fundamento
principal que es la dignidad de la persona. Para Millán-Puelles (1995/2017) la
dignidad es la excelencia por la que un ser se ubica por encima de otros en
razón de su apertura a todo valor sin límite “y, de una manera radical, al que
es valor totalmente, sin limitación de ningún género” (p. 72). En este sentido,
Francisco ubica al hombre por encima de todo lo creado y todo valor económico,
social, cultural y que estos aspectos, a su vez, deben tener su referencia en
el hombre. Esta postura es la característica de un pensamiento humanista.
La Declaración de los Derechos Humanos es el hito histórico
de la toma de conciencia de la humanidad sobre el valor de la dignidad de la
persona humana. Jacques Maritain, filósofo humanista de tradición tomista,
participó en las sesiones previas a la declaración de los derechos humanos.
Testimonia que la asamblea aceptó unánimemente declarar que toda persona tiene
igualdad de derechos y dignidad (Maritain, 1947). Sin embargo, la
fundamentación de la dignidad quedó en los debates sin más trascendencia que el
reconocer la dificultad que tiene la humanidad para establecer un criterio
universal teórico. Por esta razón, Maritain recomendó a los redactores fijar
los derechos desde el “cómo” que evoca una dimensión práctica y dejar de lado
el “por qué” que refiere a la fundamentación teórica (Pallares, 2018). La razón
última estaría en las diversas argumentaciones sobre los derechos humanos desde
perspectivas teológicas, religiosas, filosóficas, entre otras y que eran
difíciles de reconciliar. En la
práctica, dicho debate por ser infructuoso quedó pendiente sin que ello
perjudique a la declaración de los Derechos Humanos.
La carta Fratelli
Tutti se enmarca en esta tradición que asumió el valor de toda persona. Sin
embargo, queda la pregunta si ¿la dignidad del hombre radica en el acuerdo que
todos los hombres asumen para sí o responde al mismo ser del hombre?
Por un lado, Kant (2005) propuso el imperativo categórico
sobre la dignidad que dice lo siguiente: “Obra de tal modo que uses la
humanidad, tanto en su persona como en la persona de cualquier otro, siempre
como un fin al mismo tiempo y nunca simplemente un medio” (p.117). En esta
definición, Kant privilegia la libertad en el hombre como fundamento de la
dignidad. La reflexión kantiana destaca lo propio del hombre que lo distingue
de la naturaleza. Así, ser digno significa ser libre. La libertad se entiende
como autoposesión que da el valor intrínseco a cada persona. En este sentido,
la persona no tiene precio sino valor. Porque las cosas que tienen precio pueden
ser intercambiables con un equivalente. El valor, por su parte, está por encima
de todo precio. Para Kant (2005), la dignidad es un valor absoluto de la
persona. Además, que el precio depende de la asignación extrínseca que le dé un
sujeto; mientras que el valor es independiente de cualquier valoración. Ahora,
la fundamentación última de esta postura está en la conciencia del que es
expresión de la razón práctica que se rige por este imperativo. Imperativo que
obliga a actuar en cada hombre como un fin en sí mismo. Esto contrasta con la
sugerencia de Francisco (2020) al pedir una verdad absoluta.
Por otro lado, si la posición kantiana solo apela a la
conciencia sin fundamentación del ser, es posible postular otra instancia: la
voluntad humana. Es el hombre el que dota de dignidad a sí mismo y a los demás.
Esta visión está en los planteamientos del positivismo jurídico. Los valores
sociales son determinaciones culturales en cada tiempo particular con la
consecuencia que la maldad de una acción es tal no por ser en sí misma
delictiva, sino que porque le adviene un castigo de la autoridad. Entonces, la
dignidad que se expresa en los derechos es vinculante por razones históricas,
sociales o culturales negando la universalidad. El papel de la autoridad y el consenso
son los determinantes para fijar los derechos de la persona que se fundan en
una dignidad que es fruto del consenso y protegida por la ley positiva. La
dignidad es reconocida como un valor que permite la convivencia entre los
hombres, pero no tiene un valor absoluto por sí mismo, sino que es concedido
por la sociedad. Esta postura es cuestionada por Spaemann (2022) porque si todo
valor es relativo al sujeto en tanto que valora, hechos abominables dejarían de
serlo por el consenso de todos los hombres.
Aceptar que la dignidad es histórica o el resultado de una
cultura, deja desprovista a la dignidad de un fundamento que no sea absoluto
como lo sugiere Francisco (2020). Por lo tanto, establecer una dignidad en la
realidad y no en un supuesto práctico deberá partir del valor intrínseco de la
persona. En esta línea, Spaemann (2022) estaría en una explicación ontológica
metafísica que sostiene una filosofía de lo absoluto. La persona humana es
digna por el simple hecho de ser o pertenecer a la especie humana. La dignidad
no es una conquista ni un reconocimiento entre las personas, sino que proviene
del modo de ser humano. Lo que sugiere el papa Francisco (2020) es el
reconocimiento de todos sobre la dignidad de las personas, sin pretender con
ello sugerir que los hombres se otorgan dignidad. De esto se sigue, que las
personas no tienen la tarea de alcanzar la dignidad, sino que ya sea es digno
en el momento que es ontológicamente hablando.
Entonces, el respeto absoluto a la persona desde el momento
que existe o es se debe a un fundamento que no proviene del acuerdo de las
personas ni de una intuición de la conciencia. Decir que la persona tiene un
valor absoluto significa que la persona es un fin en sí misma y no se es
pasible de ser un instrumento para obtener otro fin. Entonces la persona humana
es un yo absoluto.
Francisco presenta en la carta la necesidad de establecer un
respeto a la dignidad humana para hacer viable una fraternidad (FT 106-111).
Este sueño es viable si la reflexión sobre el fundamento de la dignidad es
interiorizada desde varios puntos de vista como puede ser la kantiana por una
toma de conciencia, la pragmática jurídica por un acuerdo cultural y por un
fundamento ontológico metafísico. De estas tres posturas la que descansa en el
ser del hombre, es más sólida ya que incluye a todo hombre por el solo hecho de
pertenecer a la especie humana es digna y sujeto de la fraternidad entre todos.
La dimensión social del hombre
Francisco (2022) considera que el hombre por su propia
constitución necesita vivir en sociedad. La vivencia con el otro hace posible
una vida más humana y más digna. Esto lleva a considerar cuáles son las
posturas que se pueden adoptar frente a la sociabilidad, ya que es un hecho de
la experiencia que el hombre vive con otros.
Para Aristóteles, la dimensión social le es connatural ya
que si pretende vivir sin la sociedad tendría que admitir que está por encima
de la condición humana, es decir, ser un dios o estar por debajo de la misma,
ser una bestia (ser irracional). Luego, la condición social del hombre no es
extrínseca, sino que está en la constitución íntima. En esta línea, MacIntyre
(2001), afirma que el hombre para ser autónomo como condición de la libertad y
racional necesita depender de personas.
Como señala Francisco (2020), la vivencia en comunidad es
necesaria para vivir ya que tiene como primer objetivo cubrir las necesidades
básicas de un ser necesitado como es el hombre. Esto se comprende de manera
diáfana que el hombre nace en una pequeña comunidad de dos personas que son los
padres y que necesita de ellos para poder mantenerse en la vida. Además, el
hombre precisa de instituciones para poder atender a las posibles amenazas
naturales y entre los hombres. En las naturales, se resuelve transformando el
entorno haciendo más habitable la naturaleza. Pero también existe según
Francisco (2020) el hombre analfabeto del cuidado que solo busca sus intereses
egoístas y que destruye el medio ambiente y las relaciones humanas de
fraternidad. Por eso es importante consolidar funciones entre los pobladores
(agricultores, guerreros, artesanos, dirigentes, educadores, líderes políticos,
etc.). Según esto último, la sociabilidad no está solo para los bienes
materiales, sino que también para los bienes morales que permiten la educación
del hombre desde su dimensión social.
La aceptación de que el hombre sea social no trae ninguna
dificultad ya que es un hecho. El debate se inicia si esta sociabilidad está en
orden al individuo o, por el contrario, está en dependencia del individuo. La
posición moderna que resalta la subjetividad como el fundamento de la autonomía
y dignidad se elevará con la postura individualista liberal. Según Russo
(2000), el hombre moderno acepta la sociabilidad como un límite a la autonomía
o como un acuerdo de intereses para salvaguardar la vida de los hombres. La
sociedad es una condición externa del hombre ya que en su estado natural es un
ser autosuficiente y solitario.
En esta línea, Rousseau (2013) en el Contrato Social,
presenta una visión positiva del hombre como un ser bueno por naturaleza, pero,
en el momento en que nace la técnica surgen los conflictos entre ellos. Para
volver a la paz, los hombres realizan un pacto social que garantiza la libertad
de todos y define que el límite de cada uno es la libertad del otro. Este
liberalismo de Rousseau encontró en el capitalismo un desarrollo ulterior que
fundamenta y regula las relaciones económicas y sociales por la ley del interés
de la obtención de mayores beneficios.
Otro individualismo liberal moderno es el negativo que sigue
el pensamiento de Hobbes (2018). En esta postura, el estado natural del hombre
sería una vida solitaria bajo la guía del instinto de conservación y el deseo
de placer. Pero este estado egoísta no es estable, ya que amenaza la guerra y
para ello establecen un pacto que erige a un superior al que se le debe
obediencia.
Desde estos dos liberalismos, la sociabilidad es un
artificio que busca limitar las libertades en favor de un estado de paz y
convivencia. Este individualismo encierra a los hombres en sus propios
intereses y la posibilidad de relacionarse están en orden a factores externos.
No existe un nosotros sino un yo que debe asociarse con otro para defenderse y
sobrevivir. Esta asociación supone limitar la propia libertad en favor de otro
para convivir en paz. En este sentido el papa Francisco (2020) señala que las
formas de convivencia entre los hombres están marcadas por este fuerte
individualismo donde se percibe al otro como una amenaza impidiendo la aceptación
del otro.
La reacción al individualismo moderno es el colectivismo
moderno. Rechazan que el hombre tenga un valor absoluto si no es dentro de la
sociedad. En esta postura, Hegel postula que el Estado es la actualización de
la voluntad racional presente en cada individuo. Así todos los bienes, incluido
los de cada individuo, deben estar sometidos u ordenados a los fines del
Estado. Esta idea fue desarrollada más ampliamente con sus propias
características por Feuerbach y Marx. Para el primero, la esencia del hombre
está en la comunidad; y para el segundo, la esencia no es algo abstracto
inmanente a la persona, sino que es las relaciones sociales.
Estas dos explicaciones tanto del individualismo como del
colectivismo son incompatibles con la fraternidad que pide el papa Francisco
(2020). La razón está en concebir, ambas posturas, al hombre como un enemigo de
otro y del que hay que protegerse. Quizás el colectivismo, aun cuando afirme
que prima la sociedad, termina mirando al individuo como un potencial agresor
del grupo humano, para luego considerar que el valor del individuo es relativo
a la sociedad. En ninguna de estas posturas se puede fundamentar la
fraternidad.
Por eso, el papa Francisco (2020) apela al valor de la
dignidad de toda persona humana. Hay que señalar que es conveniente prescindir
de la palabra individuo a favor de la palabra persona. Esta última ha sido
desarrollada por la filosofía contemporánea del personalismo para armonizar los
aspectos positivos del individualismo y el colectivismo. En respuesta a estas
dos posturas, señalan que existe un primado de la persona sobre las necesidades
materiales y los mecanismos colectivos (Mounier, 1969).
El personalismo está lejos del
individualismo ya que acepta la socialización como un elemento necesario para
la realización del hombre. Las relaciones interpersonales son el espacio de la
existencia humana. No es un añadido a las relaciones, sino que es una condición
de necesidad: el yo necesita del tú para desarrollarse. El otro, no es una
limitación para la realización personal. El otro es posibilidad de realizarse,
ya que, si se comprende la libertad como apertura al otro, luego se comprende
que la convivencia integradora en sociedad es constitutiva del hombre. La
evidencia de necesitar a otro se puede ejemplificar desde dos hechos como es la
necesidad del neonato y del lenguaje. El recién nacido se desarrolla gracias a
la protección de otra persona (madre) y la posibilidad de desarrollar el
lenguaje es solo con otro de la misma especie.
Entonces, la sociedad se debe a la persona humana y esta
descubre que su realización está en dependencia de acoger al otro. Esta postura
filosófica permite comprender el llamado del papa Francisco (2020) a vivir la
fraternidad, no como una imposición externa sino como una dinámica, propia de
la naturaleza o del ser íntimo del hombre que clama por atender al hermano.
Posibilidades de la fraternidad en la educación peruana
El aporte de la fraternidad que hace Francisco (2020) al
inicio del documento es compatible con el campo educativo. La fraternidad
entendida como el amor al prójimo estando cerca o a la distancia de uno, una
fraternidad universal (FT 1). La educación se desarrolla en una comunidad donde
el encuentro con el otro es cotidiano, se habla de socialización de los
aprendizajes, se necesita del otro para poder asimilar los conocimientos y
desarrollar las capacidades de las distintas áreas como lo evidencian los
documentos del Ministerio de Educación en el Perú (Minedu). La fraternidad que
pide el papa Francisco se puede desarrollar en armonía con los documentos que
guían la política del Minedu ya que ambos velan por la formación de la persona
humana para vivir en sociedad.
Francisco (2020) ha puesto la inalienable dignidad de la
persona como el fundamento de la fraternidad, como se ha puesto en evidencia en
el apartado anterior. Esta invitación tiene como fin superar la crisis de las
relaciones entre los hombres que se presenta en el campo educativo. Esta
fraternidad en los actores de la educación se expresa en una serie de aptitudes
del hombre con el otro, especialmente enfatiza el amor, entendido como la
capacidad de acoger al otro que supera toda situación geográfica y que nos
lleve a la preocupación del otro (FT 95-96).
La fraternidad incluye el concepto de ciudadanía, esta
última entendida como la participación en el mundo social, apoyando la
democracia, el respeto y conocimiento de otras culturas (CNEB p.32). Según
Francisco (2020) esto se hace presente ante el fenómeno de la inmigración: El extranjero
debe ser acogido, protegido, promovido e integrado. Significa que no se divida
en la humanidad sectores o grupos, sino que se identifique la igualdad de
derechos y deberes que deben ser protegidos desde la justicia. La sociedad debe
implantar la plena ciudadanía, aplicable a todos, y dejar atrás el concepto de
minorías que lleva a la discriminación o segregación de grupos humanos.
En el Perú, existe una preocupación por formar a los
estudiantes en la ciudadanía. La razón estriba en la gran diversidad cultural
que presenta esta zona de la región de América del Sur.
La fraternidad es acogida de corazón (Francisco, 2020). Esto
significa que recibimos al otro, al diferente, permitiéndole que sea el mismo y
dándole la posibilidad de seguir creciendo. Para este objetivo debe darse en el
encuentro de las diversas culturas. Por eso “solo es posible acoger al
diferente y percibir su aporte original si estoy afianzado en mi pueblo con su
cultura” (FT n.143). Con esto, el Papa invita a conocer las propias raíces
culturales para poder comprender y compartir con el extranjero o foráneo. Y
este conocimiento y amor a lo local contribuye a todo el universo. Este
universalismo debe ser correctamente entendido como una apertura a todos y
rechazar la homogeneización de las culturas. La diversidad de la cultura que
debe ser acogida en el corazón es una manifestación de la “riqueza inagotable
de la vida humana” (FT n.147). Es decir, la humanidad se expresa en una
diversidad de identidades que se pueden ordenar en individuos, localidades,
países, regiones entre otros. El papa Francisco (2020) opta por definir esta
diversidad “no como una suma de diferencias sino como una comunión entre todos”
(FT n.149) que lleva a la construcción de un vecindario mundial.
La fraternidad invita al intercambio entre todos los países
(Francisco, 2020). Esto lo enfatiza con el reciente antecedente de la
emergencia sanitaria donde se ha percibido que la salvación o la superación de
los problemas implica a todos ya que el esfuerzo de uno solo no es suficiente.
En esta línea, Piro (2020) menciona que todos queremos
llegar a vivir la fraternidad a nivel global, una verdadera amistad social,
llegando a formar una familia humana, se habla de globalización e interconexión
digital, pero falta reforzar este elemento, subrayando el tema religioso, somos
hermanos al tener a Dios como único creador. Una educación basada en el diálogo
y que promueva el mismo para buscar el bien común, de ahí, la crítica al
individualismo que muchas sociedades desarrolladas promueven con la consigna de
ser superiores a costa de dejar atrás a los demás (p. 105).
Piro (2020) considera dos elementos para lograr este
objetivo: la benevolencia, en su raíz latina significa la actitud de querer el
bien del otro (p.112), esto visto en el contexto de promover el bien moral, el
bienestar no se reduce a lo material es importante un desarrollo humano
integral. El otro elemento, es la solidaridad (p.115) expresada en el servicio
a los demás, este puede tener muchas formas, hay una cercanía con el prójimo,
va a la esencia del ser persona, aquí se hace una crítica a las ideologías que
quieren vencer a los contrarios o imponer una visión particular.
La importancia de la amistad social que propone la encíclica
supera un falso universalismo (FT n. 99) e invita a mirar a nuestros pueblos
formando una adecuada identidad nacional pero abierta al mundo, evita el
proyecto que aparece cada cierto tiempo de homogenizar a todos para poder
dominar desde estructuras de poder. La humanidad radica justamente en esto en
su diversidad, su variado colorido es su esencia.
El proyecto educativo nacional (PEN 2036) que recientemente
ha sido renovado para visualizarnos e ir cumpliendo metas en nuestro sistema
educativo sintoniza con las palabras de FT n.203 al mencionar las dificultades
que pasamos como sociedad en una lista detallada, pero subrayo “las
dificultades que tenemos para el diálogo” creando desconfianza entre los
ciudadanos y las instituciones que deben guardar el orden democrático, por ese
motivo 81,29 % desconfía en los gobiernos regionales, 89,64 % desconfía en el
Congreso de la República y un 91,70 % desconfía en los partidos políticos (PEN
2036, p.45 basado en ENAHO, 2018).
Situación que debe moldear la cultura basada en diálogo y la
amistad, de esa manera, la caridad está presente en nuestra sociedad, el Papa
menciona pautas que deben darse en el tema político, que nos llama aún más para
seguir profundizando en el área desarrollo personal, ciudadanía y cívica.
Muchas personas reclaman en la actualidad que exista el curso de educación
cívica, pero existe en las escuelas el área de desarrollo personal, ciudadanía
y cívica, cuestionándonos que aun habiendo la reflexión ¿por qué elegimos mal a
nuestras autoridades en el contexto actual? La respuesta de FT es mantener los
valores de la verdad, justicia y misericordia para lograr la paz en la
comunidad.
FT n.30 nos lleva a reflexionar que debemos sentir que
pertenecemos a una misma humanidad, la realidad es distinta haciendo que paz
anhela sea una utopía muy distante, solamente ver las acciones cometidas en la
guerra entre Rusia y Ucrania hacen tambalear toda propuesta, aunque debemos
reconocer no caer en la desilusión o la decepción, seguir trabajando en la
cultura del encuentro que nos identifica como seres humanos.
El PEN 2036 (p.42) también indica de esta situación
lamentable en la sociedad que sufre ante la falta de justicia y la corrupción
en diversos casos, es prioritario dar ejemplo de buenas acciones,
convirtiéndolas en patrones de conductas que formen la vida nacional, sin ser
estos actos aislados.
Otro trabajo importante es educar para acabar con la
xenofobia o prácticas políticas antidemocráticas que caen populismo de masas,
llevando a que los ciudadanos tomen opciones a caudillos, generando mayores
inconvenientes para la democracia y aumentando la inestabilidad política.
El PEN 2036 (p.43) considera un compromiso impostergable
seguir trabajando para que valores democráticos como dignidad, libertad,
responsabilidad, justicia y sostenibilidad estén presenten de manera efectiva
en la sociedad. Los ciudadanos se sientan seguros, puedan expresar sus ideas en
libertad, para mejorar el contexto en que viven.
La concordancia entre FT y el PEN 2036 es el ideal de la
comunidad mundial, donde podamos tener igualdad de oportunidad para surgir,
desarrollar capacidades para tener autonomía, creatividad, de esa manera,
intervenir en nuestra comunidad. Por eso se menciona que la educación es
prioritaria para lograr esta comunidad; donde la ley se cumpla, las personas
sean libres y se respete su dignidad. El bienestar tiene que ser alcanzado como
compromiso comunitario.
El Currículo Nacional de Educación Básica (CNEB) peruano
encuentra coincidencias con la encíclica papal al presentar que la persona
desarrolle sus estructuras cognitivas y socioemocionales para lograr el máximo
de sus potencialidades; que están señaladas en el perfil de egreso del
estudiante (p.16). Esta persona enfrentará una sociedad diversa como la peruana
respetando la interculturalidad y el multilingüismo presente. La educación debe
ser de calidad para formar ciudadanos que puedan ejercer sus derechos, cumplir
sus responsabilidades, trabajar colaborativamente con una ética cimentada en
valores.
Así mismo, en los enfoques transversales la propuesta de
valores es fundamental, solamente señalare el enfoque de orientación al bien
común donde hay cercanía con la encíclica, se habla de los valores de equidad y
justicia, solidaridad, empatía y responsabilidad. Con respecto a la solidaridad
menciona: “Disposición a apoyar incondicionalmente a personas en situaciones
comprometidas o difíciles” (CNEB, p.26). Todo proceso educativo necesita de una
axiología que guie las acciones de los estudiantes.
Koch (2021) recalca que la encíclica hace un reconocimiento
a la misión de educar: “camino para que cada ser humano pueda ser artífice de
su destino” (FT n.187) para proponer una ética del respeto, una sana
convivencia y la hermandad. Los educadores deben tener conciencia de su misión,
las palabras del papa deben servir para esta valoración, pero cuestionados
también en su práctica pedagógica.
Por eso, la presencia del relativismo ético en las acciones
cotidianas genera preocupación por las consecuencias que pueda tener, al llevar
una vida que niega la trascendencia, deforma las decisiones éticas y en el
campo religioso un alejamiento de Dios por la presencia del pecado en su vida.
Para contrarrestar esto es necesarios programas educativos desde los primeros
años de formación (FT n. 114), la conjugación equilibrada de contenidos
académicos, éticos y espirituales ayudará al desarrollo de la persona.
La dinámica de las instituciones educativas debe seguir esta
línea, en que la comunidad docente busque las mejores alternativas para la
formación de los alumnos, no pueden quedar las decisiones en una persona o un
grupo pequeño, el diálogo es importante (FT n. 198) para comprender a todos
sobre su comprensión del tema educativo, teniendo un paradigma que integre a
todos.
García (2020) concuerda sobre la fraternidad, invitando a
configurarlo como un modelo pedagógico:
Si podemos hacer esta experiencia es porque la fraternidad
es un método pedagógico que está basado en el encuentro, en el diálogo y en la
ejemplaridad como rasgos de un educador que funda su acción pedagógica en la
mirada amorosa al alumno, con independencia de la materia que imparte… La
pedagogía de la fraternidad es una pedagogía del servicio. Una pedagogía de los
“deberes”, más que de los “derechos” (p.
27).
Hoy, la implementación de proyectos en el campo educativo es
una necesidad; según García (2021) deben ser proyectos de aprendizaje servicio
que atiendan las situaciones problemáticas que enfrenta la comunidad, crear
espacios de reflexión y estudio para dar una posible alternativa de solución,
lo más importante la ejecución del proyecto basados en una buena estrategia que
contribuya a la solución de problema, pero definitivamente a la formación de
los estudiantes.
Un último punto que quisiéramos señalar es sobre el área de
Desarrollo personal, ciudadanía y cívica; la segunda competencia menciona:
“convive y participa democráticamente” (CNEB p.104), donde se vuelve a incidir
sobre la justicia y equidad que debe existir entre los miembros de una
comunidad, todos tenemos derechos y deberes sin excepción, la preocupación por
los asuntos comunitarios es la identidad del ciudadano, aunque no se menciona
política partidaria, habla de hacer política estar con los demás y respetar las
diferencias que se presentan, el caos no es lo natural en el hombre (Arendt,
2018).
El capítulo cinco de Fratelli
tutti se centra en estas reflexiones de cómo entender la política para
construir una amistad social, para que los ciudadanos a quienes se le han
delegado el poder puedan tomar las mejores decisiones en bien de todos los
ciudadanos, el bien común es una prioridad (FT n. 180). La política debe
superar sus intereses particulares que cierran la posibilidad de superación a
los integrantes de la comunidad, de formar un proyecto de nación que se
desarrolle en el tiempo y no en solo gobierno (Pariamachi, 2021).
El papa Francisco propone una cultura de la fraternidad que
tenga alcance en todo el mundo para poder atender a los retos que ha planteado
el mundo digital. Este ha permitido conectividad, pero no el encuentro con la
realidad, con el otro, además que una concepción relativista añadida está
socavando los principios de una convivencia fraterna. Los principios del valor
inalienable de la dignidad y el ser social del hombre son los fundamentos de
una fraternidad que se presenta como una oportunidad de los consensos para
superar los individualismos interesados a nivel ético, económico y político.
Entonces, la encíclica Fratelli
tutti presenta puntos de partida para construir esta fraternidad que es
necesaria en la constitución y formación del ser humano y para potenciar la
vivencia comunitaria que es acorde al ser social del hombre.
Por último, esta encíclica tiene puntos de concordancia con
documentos normativos del sistema educativo peruano, como el PEN 2036 y el CNEB
en la práctica de valores para construir una comunidad de ciudadanos, fomentar
los enfoques transversales y reforzar el área de desarrollo personal,
ciudadanía y cívica. De modo que, una lectura en paralelo con la carta Fratelli
Tutti permitiría suscitar fundamentos filosóficos, éticos y pedagógicos para
hacer de la educación en el Perú un espacio para cultivar la fraternidad.
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[i] Julio César Pérez Narrea es natural de Lima nacido el 15 de noviembre de
1982. Obtuvo el grado de Bachiller de Filosofía por la Universidad de Navarra
(España) en el 2004; grado de Bachiller en Sagrada Teología por la Universidad
de Navarra (España)nen el 2007; grado de Magister en Sagrada Teología con
mención en Dogmática por en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima
(Perú) en el 2017 y grado de doctor en Ciencias de la Educación por la
Universidad Marcelino Champagnat (UMCH) en el 2021. Desde el 2009 hasta el 2016 ha
ejercido la docencia y coordinación pastoral en
centros educativos particulares de
educación básica, instituto técnico e institutos teológicos en el área de
Ciencias Religiosas, Teología y Filosofía. Desde el 2018 hasta la actualidad,
imparte cursos de Filosofía en la modalidad A y B-Learning
de pregrado en la Facultad de Educación (UMCH), e imparte el curso de
Epistemología al programa de doctorado, Normas Éticas en el diplomado de
Investigación Educativa y es dictaminador de tesis en la Escuela de Posgrado
(UMCH). Por formación, desarrolla investigaciones de preferencia en el área de
Teología, Espiritualidad, Ciencias Religiosas, Filosofía (Ética) y Educación.
[ii] Mg. Karlo
Ginno Quiñones Castillo, es docente de la Universidad
Marcelino Champagnat desde el año 2004 en el área de estudios generales y
especialidad de ciencias históricas sociales. Teólogo. Fue coordinador de la
oficina de educación católica (ODEC Lima 2000-2005). Capacitador del PRONAFCAP
(2007-2009). También trabaja en el área de posgrado de la Universidad César
Vallejo (2012-2022).