Neuroteología:
Un campo investigativo en desarrollo y
en debate
Neurotheology:
A research field in development and in debate
Luis Carlos Gutiérrez Blanco
Autor
corresponsal:
lcgutierrez@fms.it
https://orcid.org/0009-0007-1436-4584
Vicario General del Instituto de los Hermanos Maristas,
Roma, Italia.
Doi: https://doi.org/10.35756/educaumch.202220.245
Recibido:
30 de mayo 2022
Evaluado:
26 de julio 2022
Aceptado: 30 de octubre 2022
Como citar
Gutiérrez, L. (2022). Neuroteología:
Un campo investigativo en desarrollo
Resumen
El presente trabajo es una reflexión sobre la
importancia de un acercamiento entre neurociencia y teología, y dentro de ella,
como primer paso, una vía de solución en la teología pastoral, espiritualidad y
la ética. Esto permitirá comprender mejor el rol de la denominada
“neuroteología” en la formación teológica y en la práctica pastoral
Palabras clave: neurociencia, teología, teología pastoral, espiritualidad y la ética.
Summary
The present work is a reflection on the
importance of a rapprochement between neuroscience and theology, and within it,
as a first step, a solution path in pastoral theology, spirituality and ethics.
This will allow a better understanding of the role of the so-called
"neurotheology" in theological formation and in pastoral practice.
Keywords: neuroscience, theology,
pastoral theology, spirituality and ethics
El ser humano, si bien supone también
procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la
evolución de otros sistemas abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una
identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo
Dios. La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la
interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran
una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico. La novedad
cualitativa que implica el surgimiento de un ser personal dentro del universo
material supone una acción directa de Dios, un llamado peculiar a la vida y a
la relación de un Tú a otro tú (Francisco, 2015, n. 81).
Introducción
Con
curiosidad, se puede contemplar cómo el dedo de Dios casi toca el dedo de Adán,
en el fresco de la Capilla Sixtina que ilustra la creación del mundo. Miguel
Ángel (1511) deja una separación entre los dos dedos, un margen de distancia
corto, pero extraordinariamente gigantesco entre la trascendencia fuera del
tiempo del Dios Padre vivificador y la inmanencia del hombre, representada en
el Adán vivo.
La distancia entre los dos, ese punto tan cercano y
lejano, tan esencialmente distinto, sirve de ejemplo para comprender el
esfuerzo entre la ciencia y teología en su intento por percibir el fenómeno
humano en el conjunto basto del Universo, con todo lo que posee de verificable
y de mistérico. La majestad de la ciencia todavía contiene en sí misma más
misterios que afirmaciones, tal y como se nos presenta en cosas inexplicables
como los agujeros de gusano, la materia oscura, la física cuántica y un largo
listado de puntos. En cierta medida, la propia ciencia está cargada de
misticismo.
La teología, por su lado, posee una elaborada
conceptualización, particularmente en aquellas religiones más extendidas y que
cuentan con textos sagrados. Esto ha permitido crear un cuerpo de conocimientos
religiosos y filosóficos muy amplio. Con el paso de los años, la teología y sus
diversas disciplinas han incorporado a su discusión la cada vez más clara y
abundante información científica e investigativa que ayuda a interpretar el
universo y al ser humano dentro él, así como el propio hecho religioso.
El presente trabajo es una reflexión sobre la
importancia de un acercamiento entre neurociencia y teología, y dentro de ella,
como primer paso, una vía de solución en la teología pastoral, espiritualidad y
la ética. Esto permitirá comprender mejor el rol de la denominada
“neuroteología” en la formación teológica y en la práctica pastoral.
I. De relaciones complejas e interdisciplinarias
sobre el misterio
Los hombres deben saber que el
cerebro es el responsable exclusivo de las alegrías, los placeres, la risa y la
diversión, y de la pena, la aflicción, el desaliento y las lamentaciones. Y
gracias al cerebro, de manera especial, adquirimos sabiduría y conocimientos, y
vemos, oímos y sabemos lo que es repugnante y lo que es bello, lo que es malo y
lo que es bueno, lo que es dulce y lo que es insípido. (Hipócrates. Médico,
matemático. Siglo v a.c., Grecia, citado por Manoukian, 2020, p. 203)
La
religión pertenece a la identidad cultural de la mayoría de los pueblos en todo
el mundo, desde su origen hasta su evolución actual. La ciencia, igualmente, ha
estado presente en las raíces de muchas de las culturas. Sus raíces se pueden
rastrear hasta el origen de la historia escrita o evidenciada (3500-3000 a.C.).
“Puede afirmarse que la religión y la ciencia no sólo coexistieron, sino que
prosperaron en una relación complementaria” (Al-Nuaimi et al., 2020, p. 25).
La
teología se ha beneficiado, a través de la historia y en muchos aspectos, del
avance de las ciencias y sus diferentes disciplinas. Estas le han aportado
iluminación, debates, crisis y disputas en múltiples aspectos, tanto en lo que
corresponde a la experiencia humana, per se, como a la experiencia
religiosa y sus constructos. Aunque la relaciones entre teología y ciencia han
sido en muchas ocasiones dramáticas y opuestas, al largo de la historia se
pueden observar pensadores y momentos que han hecho factible un respetuoso y
válido proceso de apertura y diálogo en beneficio de ambas. La teología, en
diversas etapas se ha enriquecido, incluso sistematizado y liberado, con la
ayuda de las disciplinas filosóficas y las ciencias como la filosofía, la
ética, la estética, la psicología, la física, la genética. El proceso
investigativo, reflexivo o científico, ha servido de muchas formas para
comprender la experiencia religiosa. En múltiples ocasiones, ha sido inclusive
un factor para purificar y liberar a la propia religión de cargas y
limitaciones autoimpuestas. Mediante el diálogo con las ciencias sociales y las
ciencias puras, se ha conseguido comprender mejor la esencia humana, su entorno
y expresiones, y, por ende, la experiencia religiosa. Aunque todavía insuficiente, se encuentran en
los cursos de las Facultades de Teología algunas materias integradoras como
psicología religiosa, antropología cultural o sociología de la religión.
Con
la llegada de la ciencia moderna y muchos de los descubrimientos científicos,
se pueden documentar situaciones de conflicto con el pensamiento religioso o
una determinada interpretación de este. Existen religiones cuyo origen se
remonta a miles de años atrás, pero cuyas explicaciones están cuestionadas por
los avances de las ciencias. En el campo más personal, tanto los científicos
como los creyentes se ven en una posición de conflicto a la hora de aceptar o
rechazar ciertos razonamientos. Con esta premisa, Klemm (2019), como se cita en
Nunez (2010): “debemos recordar a los fieles lo mucho que sabemos, y a los
científicos lo poco que sabemos" ( p. 37).
Además,
el entramado conceptual interno de la religión es complejo en sí mismo. La
teología es la expresión sistematizada del pensamiento religioso adscrito a una
creencia particular, que, como cuerpo fractal, se divide y diversifica en
muchas otras categorías. La teología posee un método de estudio (Boff, 2004).
Solo por citar, en el cristianismo católico, la teología tiene numerosas ramas:
fundamental, dogmática, trinitaria, pastoral, sacramental, antropología
teológica, cristología, neonatología.
Las
religiones son numerosas en el mundo. Cada una contiene una cosmovisión
particular, sostiene una teodicea y teogonía elaboradas, desarrolla una
antropología diversificada, crea éticas y morales particulares, se muestra en
ritos diferentes y adora o cree en dioses y/o seres sobrenaturales de diversa
índole, cuya existencia se manifiesta en un marco de realidad alternativa y
trascendente en la mayoría de las ocasiones. La religión posee una estética
propia, con meta narraciones singulares sobre la naturaleza del cosmos y su
existencia, la existencia divina y sus manifestaciones, la existencia del
hombre y de otros seres en el conjunto del universo. La mayoría de las
religiones presumen una realidad o estado existente en otro orden o en otra
dimensión.
La
religión afecta la vida de los individuos en su mente y en su pensamiento, en
sus emociones y sentimientos, en sus percepciones y visiones, en la elaboración
que realizan de sí mismos y en otras múltiples manifestaciones. La religión se expresa en prácticas
religiosas, aunque no se reduce a ellas. También lo hace en la espiritualidad,
pero tampoco se reduce a ella.
La
religión y la espiritualidad, por ejemplo, son campos vinculados a la
experiencia individual. Son complejos y multidimensionales (Crecentini, 2014).
Incluyen núcleos de significados donde se integran sentimientos,
comportamientos personales y sociales, y creencias sobre la vida misma, su
sentido y las dimensiones reales o sobrenaturales. Esto agrega una diversidad y
complejidad extraordinaria al fenómeno religioso y a su relación con la ciencia
y, en este caso, con la neurociencia.
Conviene
a este punto, hacer una apreciación particular. Estamos entrando a la época de
la interdisciplinariedad. La ciencia pasa de las relaciones exteriores a las
esencias reales o lo que se puede llegar a conocer de ellas, como explora
García-Baró (2018). Se ocupa de los fenómenos que manifiestan “tener un
dentro”. La teología y la ciencia se mueven en los márgenes máximos del
misterio. El misterio abordado por la religión no puede ser resuelto con los
métodos de la técnica ni de la ciencia en su totalidad. Por ello, se puede
concordar en que:
Con el misterio se carga para siempre, aunque no en
repetición monótona de su fenómeno -ya vemos que es como el reverso de uno o
varios fenómenos-sentidos enigmáticos- ni en repetición angustiosa y tediosa de
la pobre lectura que hacemos de él. Desde el misterio tratamos de vivir ya
todo, y cualquier mínima esquirla de sentido hondo de las cosas que descubramos
la hacemos descender hasta las profundidades de nuestro constante vivir
calladamente acompañados por los misterios reales. (García-Baró, 2018, p. 65)
La
distancia entre el dedo de Dios y el dedo del hombre es el reflejo mismo de
esta dimensión mistérica e irresoluta, solo atisbada. El misterio del hombre en
su esencia, el misterio de Dios en su existencia y el misterio de una relación
tan íntima y tan distante en ambos. La religión, la teología, la
espiritualidad, la ciencia, la neurociencia son los intentos explicativos de
estos estos elementos y la provocadora acción de querer recudir su distancia.
II. La neuroteología
... Sin embargo, filogenéticamente es comúnmente
aceptado que el Homo habilis proviene del Homo Erectus y posteriormente
evolucionaron a Homo sapiens. Los cambios cognitivos de Homo
Sapiens se traducen en indicios de una conducta moderna, con
manifestaciones sociales, tecnológicas, ecológicas, económicas y simbólicas,
desde sus orígenes. El proceso de aumento de complejidad de la cultura de
los H. Sapiens fue gradual, habiendo una continuidad con la de sus
predecesores. La anatomía y la conducta humana se transformaron desde pautas
arcaicas a modernas a lo largo de un periodo de cerca de 200.000 años
(McBrearty y Brooks, 2000). En resumen,
los factores decisivos en la evolución del hombre fueron el aumento del tamaño del
encéfalo y la reestructuración cerebral, es decir, una mayor complejidad
neurológica y una repentina aceleración del desarrollo cerebral (Turbón, 2006).
(Muntané Sánchez, 2020, p. 66-67).
Definición y delimitación
“La neurociencia es el estudio del cerebro y el
sistema nervioso que integra toda la biología subyacente (anatomía, fisiología,
bioquímica, psicología, neurología clínica y otras)” (Klemm, 2019). Utiliza
formación y vocabulario de las ciencias biomédicas similares, y se relaciona
con las otras áreas de investigación de la medicina y de la biología. Mediante la utilización de la Resonancia
Magnética Funcional (RMf) se ha podido estudiar con mayor profundidad y rapidez
el cerebro humano, sus conexiones con la conducta, sus cambios de actividad en
las operaciones (Rosen y Savoy, 2012; Raichle, 2009; Brewer, 1998). Esto ha
permitido mejorar las teorías cognitivas (Henson, 2005).
A
partir de la neurociencia, la neuroteología surge recientemente como un campo
nuevo de investigación y conceptualización que busca facilitar la discusión
académica entre la teología y la neurociencia en relación a los fenómenos
religiosos y espirituales. El término fue usado por primera vez con carácter
científico por James B. Ashbrook en 1984, con la esperanza de que la
exploración continua de las funciones cerebrales relacionadas con la religión
condujera a una evaluación científica de las creencias (Blume, 2011 y
Martínez, 2009). En la explicación que presenta uno de sus más destacados
exponentes, Newberg (2019), afirma que:
Como término, y como campo, la neuroteología debe
considerarse una vía de doble sentido, en el sentido de que no es un
reduccionismo científico estrecho de la religión, ni una evaluación teológica
sobre los méritos de la ciencia. La neuroteología debe considerarse como un
campo multidisciplinar que busca utilizar los mejores métodos y enfoques tanto
desde la perspectiva científica como desde la espiritual. (p. 34)
Newberg (2010, 2018) considera que la
neuroteología debe ser abordada desde una perspectiva amplia. Por ello, incluye
entre los componentes del área “neuro”: la ciencia cognitiva, la medicina, la
neurología, la psicología y psiquiatría y la antropología. Desde este enfoque
multidisciplinario existe la oportunidad de explorar a fondo los fenómenos
religiosos y espirituales. Además, el aspecto neurocientífico de la
neuroteología se extiende más allá de las neurociencias cognitivas para incluir
la medicina, la genética y los estudios de la conciencia (Newberg, 2020).
Para
comprender la complejidad de esta perspectiva, Newberg (2020) destaca, por
ejemplo, que los rituales parecen activar un complejo conjunto de componentes
neurológicos, entre los que se encuentran “el sistema nervioso autónomo, que
regula muchos procesos fisiológicos del cuerpo; el hipotálamo, en el cerebro
central, que regula las hormonas y las respuestas básicas; las áreas límbicas,
asociadas a las emociones; y el córtex, donde se consolidan el lenguaje y las
creencias” (p. 35). Por ello, se especifica que “la neuroteología explora las
complejas interacciones neurológicas que forman parte de los rituales
religiosos y espirituales y que se elaboran en muchos aspectos de los fenómenos
religiosos y espirituales” (p. 35).
La
neuroteología tiene el empeño de forjar un enfoque integrado de la naturaleza
de la persona humana combinando lo físico y lo espiritual. Esta combinación
puede ser difícil de aceptar para aquellos cuyo sistema de creencias se basa
principalmente en las ciencias o en las tradiciones religiosas. Por ello,
afirma que la neuroteología debería esforzarse por lograr una nueva perspectiva
que “abarque tanto la ciencia como la religión, o que al menos les dé a ambas
lo que les corresponde antes de establecer cualquier conclusión firme sobre la
verdadera naturaleza de la realidad y de los seres humanos” (Newberg, 2020, p.
37).
En el
caso de la vertiente teológica, la teología es un campo muy específico que
implica la elaboración de principios e ideas a partir de un sistema de
creencias fundacional. Las tradiciones monoteístas han aportado la mayor parte
de la elaboración partiendo de los escritos que abordan la diversidad de
conceptos teológicos (Newberg, 2020). Estos se diseñaron para ayudar a
comprender mejor la naturaleza de los textos sagrados (Biblia, Corán, Torá,
Bhagavad-Gita, Granth Sahib). El discurso teológico ayuda, en última instancia,
a interpretar los textos sagrados de forma que puedan utilizarse en la
práctica, tanto a nivel cotidiano como a nivel más esotérico, teniendo en
cuenta la diversa evolución de las escuelas teológicas en las diferentes
religiones o creencias.
La
vertiente "teológica" puede incluir muchas disciplinas. Envuelve la
comprensión de una determinada tradición religiosa, examinando los procesos
teológicos, la formación de las creencias y su elaboración, la internalización
de las actitudes, la exploración de las prácticas y experiencias religiosas y
espirituales, la interacción social religiosa, los ritos, la ciencia de sí del
creyente. Como afirma Newberg (2019), todos los aspectos de los fenómenos
religiosos y espirituales pueden incluirse como objetivos de investigación para
el campo de la neuroteología.
El
desarrollo teológico, sin embargo, se basa en muchas de las mismas funciones
cerebrales básicas que se asocian a otras disciplinas académicas. Conceptos
teológicos como la causalidad, las emociones, el pensamiento abstracto y el
lenguaje también se derivan de diversos procesos cerebrales. Se podría
argumentar que los seres humanos tienen una mente metafísica que les permite
evaluar cuestiones desde premisas tanto filosóficas como teológicas. De hecho,
la neuroteología puede ayudarnos a comprender mejor la naturaleza del
pensamiento teológico explorando las formas en que el cerebro nos permite y nos
restringe la exploración de diferentes ideas. “Sin embargo, la neuroteología no
se detiene en la teología” (Newberg, 2020, p. 39). En consecuencia, en la
propuesta de Muntané Sánchez (2020), la neuroteología se concibe como un
programa de investigación de las correlaciones existentes entre los fenómenos
neurológicos y la experiencia religiosa (Martín, 2012).
Desde
el punto de vista de Kelleyian (2020), la neuroteología busca explicar los
procesos espirituales que están implicados en las redes neuronales en el
cerebro y en el cuerpo todo. Indaga, de igual forma, en cómo comprender el
sistema neuronal, zonas del cerebro y del cuerpo que se ven afectadas por las
prácticas espirituales de las personas religiosas. Otros términos usados son
bioteología o neurociencia espiritual.
La
neuroteología se concibe como la búsqueda de los fundamentos de la fe y de la
actitud religiosa en el propio cerebro. Con una base fisiológica, se pueden
encontrar particulares vínculos a la actividad de los lóbulos frontal y
parietal que son su objeto de estudio por haber demostrado mayor actividad
durante las experiencias espirituales medidas en estudios científicos. Aquí emergen los denominados “puntos de Dios”
(God Spots) cuya divulgación tuvo notoriedad y popularidad en los
debates mediáticos (Klemm, 2020).
Algunas puntualizaciones
Visto lo anterior, conviene realizar algunas
puntualizaciones sobre el desarrollo del concepto:
a.
La
neuroteología no es el equivalente “neuro” de la teología, que aborda todo lo
relacionado con Dios y sus atributos.
b.
Gran
parte de los estudios se basan en las pruebas de neuroimagen que muestran la
actividad del cerebro en determinados momentos y deben ser interpretadas con
cuidado.
c.
El
estudio de las áreas o circuitos que se activan al meditar o al tener una
fenomenología específica no tienen una relación directa con una experiencia
místico-religiosa genuina, que es una experiencia subjetiva y que es un don de
Dios para el creyente (Martínez, 2009).
d.
Las
áreas y estructuras involucradas en las experiencias religiosas son muy amplias
lo cual supone la activación de áreas cerebrales que se encuentran implicadas
en otros contextos no «religiosos» (Beauregard, 2006).
Para todo lo anterior, Newberg (2020), el famoso
autor de los “puntos de Dios”, propone los siguientes objetivos fundamentales
de la neuroteología:
1. Mejorar nuestra comprensión de la mente y el cerebro
humanos.
2. Mejorar nuestra comprensión de la religión y la
teología.
3. Mejorar la condición humana, especialmente en lo que
se refiere a la educación.
4. Mejorar la condición humana, especialmente en el
contexto de la salud y el bienestar.
5. Mejorar la situación del ser humano.
III. ¿Una invención evolutiva de Dios o una puerta para Dios?
Es muy complejo abordar esta cuestión, sin embargo,
es importante mencionarla, aunque sea brevemente porque está en el centro del
debate entre religión y ciencia y, por conexión, entre religión y neurociencia.
Algunos investigadores consideran la religión como un mecanismo evolutivo para
hacer frente a nuestro mayor terror: la muerte. Matthew Alper (2001) propone
que nuestro cerebro está programado para creer en un Dios. Dios es, según él,
un proceso distribuido y no una parte del cerebro, y con ello refuta, junto a
otros investigadores, la existencia de Dios. Si así fuera, el objeto de la
neurociencia sería describir este fenómeno y liberarlo de cualquier atributo
trascendente.
Las experiencias míticas, religiosas o numinosas se
originan a partir de una intensa activación de las cortezas frontal y temporal
como así también del sistema límbico, seguido de una desactivación del córtex
parietal (Boyer, 2003; Persinger, 1983; Ramachandran, 1998). […] Así pues, la
hiperestimulación crónica de áreas específicas del cerebro con pulsos
electromagnéticos puede inducir esta experiencia y pone de relieve, según
Persinger, que su base es de carácter orgánico y nada tienen de místicas,
sagradas o divinas (Persinger 2010). (citado por Muntané, 2020, p. 60).
Frente
a ello, se alzan posiciones discrepantes. Una de ellas, proviene de la propia
crítica científica que indica que estos hallazgos han tenido una base
neurofisiológica cuestionable. Las experiencias no habían sido inducidas por
campos magnéticos transcraneales, sino por sugestibilidad (Granqvist, 2005).
En
general, como indica Muntané (2020) se puede discutir que:
1.
No
es equiparable la “fe religiosa” con “actividad cerebral”.
2.
Que
la neuroteología proporciona información sobre el sustrato material de las
creencias y experiencias religiosas o de la meditación. Las experiencias
místicas existen con un sustrato biológico y neuronal necesario.
3.
Que
no se cuenta todavía con evidencias y pistas sobre los orígenes de las
experiencias místicas genuinas. Queda una amplia brecha metodológica para
comprobar que la mística está anclada en los circuitos cerebrales.
4.
Que
no se cuenta con evidencia sobre la formación del sentido de estas experiencias
místicas para la persona individual.
Con
estas breves anotaciones, se puede entrever que la ciencia está comenzando a
demostrar la relación no causal sino instrumental entre cerebro y experiencias
religiosas. Pareciera que Dios ha configurado nuestra estructura cerebral para
posibilitar nuestro vínculo con Él” (Muntané et al., 2008, p. 60). Pareciera
que tenemos una disposición para favorecer su conocimiento y para acercarnos a
Él. “El cerebro estaría biológicamente preparado para abrir la puerta a Dios
mismo” (Muntané et al., 2008, p. 61)
Partiendo
de esta relación instrumental, es posible avanzar en la creación de un catálogo
de áreas cerebrales con tipo específicos de cognición (seculares o religiosos).
Será una tarea gigantesca que arrojará una mayor comprensión de la base
neuronal de la experiencia religiosa. Klemm (2020) se cuestiona
fundamentalmente: ¿Qué vamos a hacer con estos conocimientos? Los
descubrimientos arrojarán luz sobre aplicaciones prácticas en la neurociencia
cognitiva, en el avance de las técnicas y experiencias en torno a la
espiritualidad. Sin embargo, la distancia profunda entre la forma cómo se
experimenta y vive una determinada experiencia mística o religiosa y cómo se
expresa esa relación y se concreta en una vía de acceso neurológica están en el
fondo de la cuestión. De hecho, la neurociencia seguramente dará un
extraordinario empuje a muchos aspectos que faciliten e iluminen la experiencia
espiritual, dejando intactas las cuestiones más de fondo sobre la esencia y
realidad de “lo espiritual” y “lo físico”, “lo divino” y “lo humano”. “Se trata de que los estudiosos de todos los
campos empiecen a pensar más en "¿Y ahora qué?". Podríamos abordar de
forma productiva este nuevo momento [...] explorando vías de búsqueda que
puedan tener valor teórico o práctico.” (Klemm, 2020, p. 7)
IV Continuar explorando las fronteras
La neurociencia emerge progresivamente como parte de
una constante subdivisión de la neurología aplicada, en un escenario relativo a
las experiencias espirituales y religiosas. Como se ha discutido previamente,
siendo un área de reciente formación, se encuentra en un estado incipiente que
se va consolidando y que abre puertas a muchos temas investigativos y sobre los
cuales existen importantes debates y fronteras. Esta parte del ensayo menciona
algunas de ellas.
a.
Frontera
entre religión, espiritualidad y neurociencia
Klemm (2019) afirma que existe:
... un puñado de los llamados "pioneros de la
frontera", científicos que estaban dispuestos a cruzar la frontera de
separación que bloquea la discusión de la religión en el aula. Yo soy uno de
esos pioneros de la frontera, desconocido por Ecklund en ese momento, pero soy
el único, que yo sepa, que piensa que la discusión entre creación y evolución
es el tema equivocado. La ciencia que importa es la del funcionamiento del
cerebro, la neurociencia. Las realidades espirituales pueden estar "ahí
fuera", a nuestro alrededor e incluso dentro de nosotros, pero necesitamos
un cerebro para percibir y dar sentido a cualquier parte de ellas. Es probable
que los neurocientíficos sostengan que el cerebro genera posibilidades
espirituales, media en las experiencias religiosas y crea creencias religiosas.
Si entendemos cómo funciona el cerebro, tendremos una mejor comprensión de las
formas en que el cerebro construye las ideas religiosas. Esta comprensión nos
permite desarrollar una religión más razonada y madura. (p. 634)
Desde
el punto de vista creyente y teológico, existe un debate prometedor en la
colaboración entre neurociencia y teología, que atisba en las ciencias modernas
componentes de majestuosidad y complejidad que van más allá de la casualidad
aleatoria de las leyes naturales. Conforme se rompen los mitos y se profundiza
en la esencial verdad de los fenómenos aparecen con mayor claridad la riqueza
del mundo creado. De igual forma, en la medida que se adentra la ciencia en la
inmensurable dimensión del mundo físico y biológico, se abren dimensiones
espirituales que dan sentido a una realidad cuya comprensión va más allá de la
combinación de agentes químicos y físicos. Además, como parte de la intimidad y
de la conciencia del ser humano, abierta a sí y al mundo, la propia ciencia ha
abierto un camino para ubicar la religión y la espiritualidad en el
reconocimiento de parte de la auténtica ontología humana.
Por
ejemplo, la medicina ha mostrado cómo la religión permite a los pacientes
sobrellevar sus enfermedades y cómo su uso ha resultado en un beneficio
evidente de la propia disciplina (Singh y Shaunak 2012). Aunque algunos
psicólogos consideran que la religión es una ilusión, hay un gran número de
centros de asesoramiento psicológico de base cristiana que funcionan con éxito
(Klemm, 2019). En la misma línea de pensamiento, Al-Nuiami et al (2020)
argumentan que las actitudes hacia la religión y la espiritualidad han empezado
a cambiar y a ser más receptivas en la comunidad científica.
La investigación está revelando el sólido papel
beneficioso de la religiosidad y la espiritualidad en muchos resultados
relacionados con la salud, como la salud cardiovascular, el dolor crónico, el
cáncer, la duración de la hospitalización, la mortalidad y el bienestar
general. También hay pruebas sólidas en la literatura que describen el papel
favorable de la religión y la espiritualidad en el bienestar mental. La
religiosidad y la espiritualidad se han asociado con menores tasas de
depresión, menos síntomas de estrés postraumático, una mejor capacidad de
afrontamiento individual de los factores estresantes de la vida y son factores
de protección para reducir el riesgo de suicidio. (p. 26-27)
¿Cuál es el papel de la neurociencia en este
sentido? El propio Klemm (2019), en un análisis crítico afirma que esta es un
componente esencial de una cosmovisión en la tríada que realiza la neurología
con la salud mental y la religión.
Si la neurociencia nos ayuda a tomar decisiones
adaptativas sobre el ser y el vivir, ¿cuánto más puede apoyar esos mismos
objetivos de la religión? Más que un sustituto de la religión, la neurociencia
podría convertirse en su aliada. En cumplimiento de la visión de Agustín [de
Hipona] sobre el papel necesario de la razón en la religión, la
neurociencia puede ayudarnos a pensar en cuestiones como la moralidad, el amor
y otras emociones, el ser, la autonomía, la conciencia, el libre albedrío y los
medios para vivir una vida justa con sentido y propósito. El poder existencial
de la neurociencia se magnifica cuando se integra en la salud mental y la
religión. (p. 11)
Como
se ha descrito, la colaboración entre religión, espiritualidad y neurociencia
es un terreno fértil tanto para la indagación científica como para la
aplicación pastoral y religiosa. Esta frontera se debe explorar activamente en
las facultades de medicina como en las de teología y otras ciencias humanas.
b.
Frontera
entre conciencia y neurociencia
Se puede afirmar que la conciencia es un aspecto
clave para comprender cualquier tipo de experiencia religiosa. Desentrañar su
fundamento neurológico es una de las grandes fronteras actuales. Existe una
base anatómica y neurobiológica subyacente que genera el estado de conciencia,
de alerta y de identificación personal.
Las
diversas lesiones cerebrales dan pistas para identificar en qué área surge o se
manifesta la conciencia. Se pueden observar trastornos en la misma.
Pero, como
afirma Muntané (2020), “aunque es necesaria la concurrencia del tejido nervioso
en la elaboración de la conciencia, esta actividad no puede reducirse
únicamente a la función neuronal.” Juan Arana (2015) considera que el fenómeno
de la conciencia constituye hasta el momento un desafío inabordable (Muntané,
2020, pp. 5-6). La conciencia, en sí misma, así como la conciencia en la
práctica religiosa es todo un reto investigativo absolutamente apasionante.
Existen
derivaciones interesantes en el campo pastoral y psicológico. En el terreno
religioso o cultural del Occidente contemporáneo, la conciencia ha adquirido
popularidad en las últimas cinco décadas. Han contribuido a ello el yoga, las
escuelas de meditación, la práctica extensiva y educativa del mindfulness
(atención plena) y la incorporación religiosa de formas orientales en la
oración y meditación cristiana (Cayoun et al., 2019). En sí misma, la
investigación de la meditación ha arrojado interesantes resultados.
Ives-Deliperi et (2010) demostraron que existía una red de áreas cerebrales que
respondían durante la meditación. Las
principales áreas fueron el insular anterior, la corteza cingulada anterior y
ventral izquierda, la corteza prefrontal corteza prefrontal medial y el
precuneus bilateral. Este trabajo sugiere una red de áreas centrales que están
implicadas en la meditación y, lo que es más importante, que estas regulan a la
baja muchas de las áreas que se ocupan del pensamiento autorreferencial o de la
integración. Además, los estudios indican que hay un incremento en el volumen
del cerebro y en su actividad eléctrica cuando se realiza la meditación
(Fenwick, 2011). Las investigaciones se multiplican, aunque las más citadas
comenzaron con algunas pequeñas pero significativas muestras, como las 15
religiosas carmelitas (Beauregard, M., Paquettte, V., 2006) o como los 20
meditadores experimentados (Lazar et al., 2000).
Con la
plena conciencia personal, se da un progresivo desarrollo de la dimensión
espiritual -en su sentido más amplio o específico-, como tantas veces ha
elaborado y mostrado la teología, y tantos ejemplos ofrecen las historias de
las religiones en muchos de sus exponentes, teólogos y místicos.
También,
la conciencia plena es fundamental para la vida moral y ética al vincularse con
el grado de libertad de los actos humanos y la responsabilidad personal.
Influye sobre la toma de decisiones, como han trabajado Damasio (2013) y
Bechara (2011) y en la anticipación neural a las recompensas. Las conclusiones
de sus trabajos afectan teóricamente enormes aspectos de los constructos
religiosos y de la antropología religiosa. Tiene consecuencias en las
elaboraciones teológicas y antropológicas referentes a los códigos morales y
éticos y su aplicación y casuística. Como demostraron en numerosas
investigaciones Damasio y Bechara, anteriormente citados, sus aplicaciones se
derivan a la jurisprudencia y al campo penal. Se puede afirmar que la biología
del cerebro afecta la forma de pensar moralmente. El desarrollo de las
capacidades más altas o místicas, y su base neuronal, pueden cambiar la
posición y perspectiva sobre la libertad, el libre albedrío, las capacidades de
las acciones morales y la moralidad misma (Newberg, 2020). Para la
neuroteología, esta investigación tanto en el terreno fenomenológico como
biológico, supondrá un paso cualitativamente significativo, cuyas consecuencias
son difíciles de calcular.
Todo esto
converge en que la investigación sobre la conciencia personal (en sus diversos
componentes) será uno de los grandes desafíos para la propia formulación de la
neuroteología, ya que afecta a ambas y lo hace profundamente: a la neurología y
a la teología. ¿Por qué, dónde y cómo surge la conciencia de sí y por qué,
dónde y cómo surge la conciencia de Dios o de Lo espiritual? Son preguntas que
abordan uno de los aspectos más esquivos del cerebro humano (Newberg, 2020). La
conciencia es un componente fundamental de la experiencia humana, pero es
escurridiza para explicarla, definirla y estudiarla en su totalidad.
c.
Frontera
entre actividad secular y actividad religiosa
El “punto de Dios” o “los puntos de Dios” hacen
referencia a una primera aproximación a la actividad neuronal concerniente a
las experiencias religiosas. Fuertemente impulsados por los sistemas de
imágenes y análisis cerebrales, los investigadores han podido avanzar en la
relación entre experiencias místicas o de oración y áreas del cerebro
activadas. Las resonancias magnéticas, la tomografía por emisión de positrones
y la tomografía computarizada (RMf, PET, SPECT) han permitido acelerar los
descubrimientos y ver cómo funciona el cerebro. El proyecto Atlas Cognitivo (Poldrack,
2010) ha buscado consolidar estos descubrimientos neuronales con las tareas
y procesos mentales identificados.
La neurociencia cognitiva nos ayudó a ver cómo el
cerebro realiza tareas sencillas como mover un dedo o sentir el roce de la mano
de una persona en nuestra muñeca. Y nos ayudó a comprender procesos complejos
relacionados con el amor, la moral, la atención y, en última instancia, la
religión. (Newberg, 2020, p. 17)
Varios
investigadores han encontrado relaciones entre algún circuito frontal-parietal
y las experiencias espirituales y religiosas. Brick et al (2012) además
mostraron una asociación con una disminución del funcionamiento del lóbulo
parietal derecho y el desinterés que sirve como base neuropsicológica para la
trascendencia espiritual. Señalaron que un mayor funcionamiento del lóbulo
frontal también parece estar relacionado con prácticas religiosas más
frecuentes (y con experiencias espirituales en menor medida). Sin embargo,
apuntan que el proceso/mecanismo neuropsicológico específico sigue siendo
incierto.
Klemm
(2020) indica que todavía queda un camino investigativo para vincular
determinadas áreas de actividad cerebral con pensamientos religiosos
específicos. Esto ayudaría a establecer con mayor precisión si la activación de
algunas regiones o áreas neuronales cuando se realiza una oración corresponde a
un mecanismo cognitivo general o es uno específico y único del campo teológico.
Las preguntas que plantea son ciertamente importantes para una reflexión
crítica:
1.
¿Puede
la tecnología utilizarse para comprender de manera más completa ciertos tipos
de religiosidad?
2.
¿Pueden
los hallazgos sobre “puntos de Dios” ayudarnos a interpretar los datos de los
escáneres obtenidos en contextos seculares?
3.
¿Podemos
usar la actividad de los “puntos de Dios” para ayudarnos a ser mejores y más
dedicados pensadores o personas más comprometidas con nuestras creencias y
prácticas religiosas?
La
investigación ha avanzado en la comprobación de los procesos cognitivos
compartidos y no compartidos entre el pensamiento secular y religioso. Y se
podrá avanzar más en la precisión y distinción de estos aspectos y procesos. A través de la neurociencia cognitiva, Klemm
(2020) propone abordar los siguientes aspectos, que constituyen a su vez
sucesivas fronteras: “(1) las operaciones de las redes neuronales (2) contenido
cognitivo de la oración, (3) biología de la creencia, (4) medidas de religiosidad,
(5) papel del yo, (6) el aprendizaje y la memoria, (7) los puntos comunes
cognitivos religiosos y seculares, (8) la anatomía estática y anatomía
funcional, y (9) el reclutamiento de los circuitos de procesamiento neural.”
(p.11).
De
momento, los instrumentos y herramientas de imágenes ofrecen un camino eficaz
para la investigación y la comprensión más precisa del funcionamiento cerebral,
pero dista mucho de ofrecer respuestas a las preguntas más complejas (Bennett
2010).
Existen
por delante muchas preguntas que retan a los investigadores. Por ejemplo, la activación de determinadas
áreas cerebrales con ocasión de tareas específicas no aclara la formación de
los conceptos ni de los juicios, la imaginación y el pensamiento, las
actividades complejas de la vida ordinaria y su globalidad, y del conjunto del
actuar humano (Fuchs, 2017; Giménez Amaya, 2010). Tampoco permite identificar los procesos neuroquímicos
ni la relación de las operaciones multi-localizadas en el cerebro y su
relación. Como asevera Muntané (2020),
con esta técnica […] “estamos todavía a años luz de ser capaces de
desentrañar los intrincados mecanismos que determinan los fenómenos
neurobiológicos y microscópicos que participan en la definición de nuestra
conceptualización de la mente humana”.
Por
delante, la neurociencia tendrá que ser más específica en la diferenciación los
pensamientos religiosos y si su surgimiento reviste una singularidad particular
en el cerebro. Esta vía de acceso podrá explicar la relación entre el
pensamiento religioso y el secular, el desarrollo de la creencia o increencia,
la maleabilidad neuronal en diversas etapas de la vida o en diversas
experiencias trascendentales. Se abre un terrero apasionante para comprender
las bases neurológicas de la disociación entre lo espiritual y lo mundano, o su
integración existencial. Las consecuencias son enormes.
d.
La
frontera de la mística
Para la teología cristiana, la mística es una
experiencia dada por la gracia de Dios, en la vida de una persona o conjunto de
ellas, que surge de un momento específico con extraordinaria fuerza o
manifestación o, bien, que se cultiva en una paciencia progresiva y serena,
propia de la vida cotidiana. Similares relacione se pueden encontrar en otras
corrientes religiosas. La mística se encuentra presente en todas las religiones,
pero sus manifestaciones son variadas y atienden a la propia cosmovisión y a la
relación con “lo” divino. La experiencia de Dios constituye el elemento clave
del proceso religioso, especialmente, en su vertiente de significados
personales. El contacto con Dios, hecho realidad de múltiples maneras, se
realiza “mediante” la mediación biológica, que no explica la existencia de Dios
sino la elaboración neuronal de la interacción con la divinidad, así como
explica la interacción con el mundo físico o emocional. En la mística, las
personas afirman tener una experiencia de encuentro con lo divino, en
cualquiera de sus manifestaciones, de tal manera que se vuelve evidente y real
para la persona. Este salto de realidades y dimensiones es un espacio intuitivo
que resulta desconcertante, ambiguo, pero intensamente real y básico en la
reflexión teológica. No se sabe el cómo, pero sí se confirma el qué. En este
diálogo, todos los pequeños pasos de la neurociencia brindarán más claridad a
la búsqueda de Dios de la teología. De igual forma, la teología intentará
ofrecer una visión abierta de la forma cómo la realidad espiritual se conoce y
se experimenta mediante y con nuestro cerebro.
En
el conjunto de la propuesta de la neuroteología surgen argumentos de muchos
tipos. El planteamiento de la ciencia continúa arrojando luz sobre los procesos
internos donde se “da” la fe, donde se encuentran el hombre y Dios. La
presencia e inteligencia de esos momentos están en el cerebro, que percibe,
intuye, experimenta y canaliza la realidad transcendente de los actos
religiosos.
La
teología, en sus diferentes ramas, aborda y sistematiza la exploración de lo
divino y de sus manifestaciones. Mediante el estudio continuado y jerarquizado,
ofrece respuestas a las grandes preguntas sobre el cosmos o a las pequeñas
cuestiones de la existencia cotidiana. Con los meta-relatos, encuadra la
interpretación de la historia humana y religiosa ofreciendo explicaciones a
partir de la revelación.
La
neuroteología recoge una porción de cada una de ambas disciplinas para agregar
espacios de comprensión humana a los divino y espacios de divinidad encarnada a
lo humano. Ciertamente, existe una gran cantidad de elaboración teóricas,
investigativas y argumentativas que escapan a la intersección de ambas y que
tienen toda la legitimidad para el debate religioso o humano. Sin embargo, el
cruce de ambas es un terreno fértil para encontrar explicaciones y
posibilidades.
Con
la neurociencia y la teología se podrán mejorar la comprensión de cuantiosas
situaciones humanas en el campo religioso, que ya con la psicología,
psiquiatría y otras ciencias se han producido.
Para el campo de la fenomenología espiritual, el descubrimiento
progresivo y validado de las redes neuronales junto a la identificación de las
estructuras cerebrales implicadas en la experiencia religiosa, en el
pensamiento teológico, en las emociones místicas, en las actuaciones morales y
en la cosmovisión religiosa... podrá arrojar mucha más precisión sobre cómo se
construye ese tipo de pensamiento y de experiencia, qué aspectos neurológicos
están más activos y cómo, desde una práctica “nuero-sabia”, se pueden
enriquecer.
Para
aquellos grupos que descubren en la práctica de la oración y de la meditación
un camino de encuentro con lo religioso, la neuroteología puede aportar mayor
claridad sobre cómo funcionan estos mecanismos al interior del cerebro, cuáles
serían las aplicaciones pastorales y médicas más adecuadas, en qué condiciones
estas prácticas se realizan mejor o cómo estructurar una pedagogía para su
aprendizaje y consolidación que traiga beneficios a la salud general,
psicológica y espiritual.
La
comprensión de la experiencia mística al interior del cerebro abre las puertas
para interpretar un conjunto variado de situaciones vinculadas a la mística: el
silenciamiento, las visiones, la sensación extracorpórea, la conexión íntima o
sentido de intimidad, la expresión poética y simbólica, el lenguaje del amor...
La neuroteología podrá combinar un acercamiento a esta experiencia por ambos
extremos: cómo comprender la acción divina en la persona concreta, y cómo la
persona concreta accede a la comprensión divina. Es un campo de exploración muy
amplio. Se desarrolla más allá de
experiencias profundas de personas contemplativas o meditadores expertos. El
activo rol de la cognición, de los circuitos de recompensa, de la ideación y
manifestación interna, del silenciamiento y desprendimiento... por citar
algunos, aportan enormes posibilidades investigativas que además serán de
utilidad para ayudar a las personas a vivir una sana dimensión mística, incluso
en la vida cotidiana.
La
teología pastoral y la ética religiosa, comprendida la propia normativa
religiosa (p.ej. mandamientos, moralidad, código canónico), se beneficiarán
abundantemente de la neuroteología al poner a dialogar la aplicación de los
descubrimientos con las situaciones concretas de las personas. La atención a
personas de la tercera edad, la atención a personas con adicciones diversas, la
comprensión de las pulsiones y compulsiones, las enfermedades “mentales”- “neurológicas”,
la atención pastoral en las diversas etapas de la vida, la pastoral con
migrantes, la pastoral con víctimas, el trabajo con presos, la pastoral de la
salud en general... adquieren nuevos significados cuando contemplamos las posibilidades
neurocientíficas en diálogo con el acercamiento teológico.
Estamos en
una etapa fascinante de exploración. Existen algunos avances, pero queda un
camino muy largo con muchas preguntas. Merece la pena hacer el esfuerzo y
avanzar en estas nuevas fronteras del conocimiento y de la fe. Merece abrir el
campo para su inclusión en las disciplinas académicas teológicas y médicas.
Conflicto de intereses
El autor declara
que no tiene conflicto de intereses.
Responsabilidades éticas o legales
Declaración sobre
el uso de LLM (Large Language Model)
Este artículo no
ha utilizado para su redacción textos provenientes de LLM (ChatGPT u otros)
Financiamiento
La investigación
se realizó con los recursos propios del autor.
Correspondencia: lcgutierrez@fms.it
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Trayectoria académica
Luis Carlos
Gutiérrez Blanco
Nació
en 1967 en España. Hizo los primeros votos en Palencia en 1986, y luego se
trasladó a Guatemala; realizó la profesión perpetua en 1992. Inicialmente
trabajó en los colegios de Guatemala, Costa Rica y Puerto Rico. Más tarde fue
responsable provincial de Educación y recorrió así los seis países de la
Provincia. Cursó Estudios Sociales y Lenguaje, a nivel Universitario. Es
Licenciado en Teología, Maestro en Administración y Supervisión Educativa.
Doctorado en Educación por la Universidad de Puerto Rico. Ha sido profesor en
diferentes contextos y se destaca su pasión por la enseñanza, que ve como
espacio de transformación humana y evangelización.
Fue dirigente de movimientos juveniles y respecto a los laicos dice: «a mi alrededor siempre existieron personas especiales, laicos y laicas, miembros de fraternidades, que me grabaron con su testimonio la riqueza de nuestro carisma». Fue miembro de la junta directiva de las Conferencias de Religiosos de Costa Rica y Guatemala. Desde diciembre de 2013 para la provincia de Centroamérica. Participó en la Conferencia Interamericana de Provinciales, como coordinador del Consejo Permanente. Ha sido también miembro de la Comisión de Misión y de la Subcomisión de Educación de esta Conferencia. Fu elegido Vicario general el 3 de octubre de 2017.