Recibido: 30 de mayo 2022
Evaluado: 26 de julio 2022
Aceptado: 30 de octubre 2022
Luis Carlos Gutiérrez Blanco
lcgutierrez@fms.it
Vicario General del Instituto de los Hermanos Maristas, Roma
DOI: https://doi.org/10.35756/educaumch.202220.245
Como citar el artículo
Gutiérrez Blanco, L. (2022). Neuroteología: Un
campo investigativo en desarrollo
y en debate. Revista EDUCA UMCH, (20), 234-254. https://doi.org/10.35756/educaumch.202220.245
Resumen
El presente trabajo es una
reflexión sobre la importancia de un acercamiento entre neurociencia y
teología, y dentro de ella, como primer paso, una vía de solución en la
teología pastoral, espiritualidad y la ética. Esto permitirá comprender mejor
el rol de la denominada “neuroteología” en la
formación teológica y en la práctica pastoral
Palabras clave: neurociencia, teología, teología
pastoral, espiritualidad y la ética
The present work is a reflection
on the importance
of a rapprochement between neuroscience and theology, and within it, as a first step, a solution path in pastoral theology, spirituality and ethics. This will allow
a better understanding of the role of the so-called "neurotheology"
in theological formation
and in pastoral practice.
Keywords: neuroscience, theology,
pastoral theology, spirituality
and ethics
Con curiosidad, se puede contemplar cómo el dedo de
Dios casi toca el dedo de Adán, en el fresco de la Capilla Sixtina que ilustra
la creación del mundo. Miguel Ángel (1511) deja una separación entre los dos
dedos, un margen de distancia corto, pero extraordinariamente gigantesco entre
la trascendencia fuera del tiempo del Dios Padre vivificador y la inmanencia
del hombre, representada en el Adán vivo.
La distancia entre los dos, ese punto tan cercano y
lejano, tan esencialmente distinto, sirve de ejemplo para comprender el
esfuerzo entre la ciencia y teología en su intento por percibir el fenómeno
humano en el conjunto basto del Universo, con todo lo que posee de verificable
y de mistérico. La majestad de la ciencia todavía contiene en sí misma más
misterios que afirmaciones, tal y como se nos presenta en cosas inexplicables
como los agujeros de gusano, la materia oscura, la física cuántica y un largo
listado de puntos. En cierta medida, la propia ciencia está cargada de
misticismo.
La teología, por su lado, posee una
elaborada conceptualización, particularmente en aquellas religiones más
extendidas y que cuentan con textos sagrados. Esto ha permitido crear un cuerpo
de conocimientos religiosos y filosóficos muy amplio. Con el paso de los años,
la teología y sus diversas disciplinas han incorporado a su discusión la cada
vez más clara y abundante información científica e investigativa que ayuda a
interpretar el universo y al ser humano dentro él, así como el propio hecho
religioso.
El presente trabajo es una reflexión
sobre la importancia de un acercamiento entre neurociencia y teología, y dentro
de ella, como primer paso, una vía de solución en la teología pastoral,
espiritualidad y la ética. Esto permitirá comprender mejor el rol de la
denominada “neuroteología” en la formación teológica
y en la práctica pastoral.
I. De relaciones complejas e interdisciplinarias
sobre el misterio
Los hombres deben saber que el
cerebro es el responsable exclusivo de las alegrías, los placeres, la risa y la
diversión, y de la pena, la aflicción, el desaliento y las lamentaciones. Y
gracias al cerebro, de manera especial, adquirimos sabiduría y conocimientos, y
vemos, oímos y sabemos lo que es repugnante y lo que es bello, lo que es malo y
lo que es bueno, lo que es dulce y lo que es insípido. (Hipócrates. Médico,
matemático. Siglo v a.c., Grecia, citado por Kelleyian Manoukian, 2020, p.
203)
La
religión pertenece a la identidad cultural de la mayoría de los pueblos en todo
el mundo, desde su origen hasta su evolución actual. La ciencia, igualmente, ha
estado presente en las raíces de muchas de las culturas. Sus raíces se pueden
rastrear hasta el origen de la historia escrita o evidenciada (3500-3000 a.C.).
“Puede afirmarse que la religión y la ciencia no sólo coexistieron, sino que
prosperaron en una relación complementaria” (Al-Nuaimi
et al, 2020, p. 25).
La
teología se ha beneficiado, a través de la historia y en muchos aspectos, del
avance de las ciencias y sus diferentes disciplinas. Estas le han aportado
iluminación, debates, crisis y disputas en múltiples aspectos, tanto en lo que
corresponde a la experiencia humana, per se, como a la experiencia
religiosa y sus constructos. Aunque la relaciones entre teología y ciencia han
sido en muchas ocasiones dramáticas y opuestas, al largo de la historia se
pueden observar pensadores y momentos que han hecho factible un respetuoso y
válido proceso de apertura y diálogo en beneficio de ambas. La teología, en
diversas etapas se ha enriquecido, incluso sistematizado y liberado, con la
ayuda de las disciplinas filosóficas y las ciencias como la filosofía, la
ética, la estética, la psicología, la física, la genética. El proceso
investigativo, reflexivo o científico, ha servido de muchas formas para
comprender la experiencia religiosa. En múltiples ocasiones, ha sido inclusive
un factor para purificar y liberar a la propia religión de cargas y
limitaciones autoimpuestas. Mediante el diálogo con las ciencias sociales y las
ciencias puras, se ha conseguido comprender mejor la esencia humana, su entorno
y expresiones, y, por ende, la experiencia religiosa. Aunque todavía insuficiente, se encuentran en
los cursos de las Facultades de Teología algunas materias integradoras como
psicología religiosa, antropología cultural o sociología de la religión.
Con
la llegada de la ciencia moderna y muchos de los descubrimientos científicos,
se pueden documentar situaciones de conflicto con el pensamiento religioso o
una determinada interpretación del mismo. Existen
religiones cuyo origen se remonta a miles de años atrás, pero cuyas
explicaciones están cuestionadas por los avances de las ciencias. En el campo
más personal, tanto los científicos como los creyentes se ven en una posición
de conflicto a la hora de aceptar o rechazar ciertos razonamientos. Con esta
premisa, Klemm (2019), citando a Paul Nunez, sostiene: “debemos recordar a los fieles lo mucho
que sabemos, y a los científicos lo poco que sabemos" (Nunez,
2010, p. 37).
Además,
el entramado conceptual interno de la religión es complejo en sí mismo. La
teología es la expresión sistematizada del pensamiento religioso adscrito a una
creencia particular, que, como cuerpo fractal, se divide y diversifica en
muchas otras categorías. La teología posee un método de estudio (Boff, 2004). Solo por citar, en el cristianismo católico,
la teología tiene numerosas ramas: fundamental, dogmática, trinitaria,
pastoral, sacramental, antropología teológica, cristología, pneumatología.
Las
religiones son numerosas en el mundo. Cada una contiene una cosmovisión
particular, sostiene una teodicea y teogonía elaboradas, desarrolla una
antropología diversificada, crea éticas y morales particulares, se muestra en
ritos diferentes y adora o cree en dioses y/o seres sobrenaturales de diversa
índole, cuya existencia se manifiesta en un marco de realidad alternativa y
trascendente en la mayoría de las ocasiones. La religión posee una estética
propia, con meta narraciones singulares sobre la naturaleza del cosmos y su
existencia, la existencia divina y sus manifestaciones, la existencia del
hombre y de otros seres en el conjunto del universo. La mayoría de las
religiones presumen una realidad o estado existente en otro orden o en otra
dimensión.
La
religión afecta la vida de los individuos en su mente y en su pensamiento, en
sus emociones y sentimientos, en sus percepciones y visiones, en la elaboración
que realizan de sí mismos y en otras múltiples manifestaciones. La religión se expresa en prácticas
religiosas, aunque no se reduce a ellas. También lo hace en la espiritualidad,
pero tampoco se reduce a ella.
La
religión y la espiritualidad, por ejemplo, son campos vinculados a la
experiencia individual. Son complejos y multidimensionales (Crecentini,
2014). Incluyen núcleos de significados donde se integran sentimientos,
comportamientos personales y sociales, y creencias sobre la vida misma, su
sentido y las dimensiones reales o sobrenaturales. Esto agrega una diversidad y
complejidad extraordinaria al fenómeno religioso y a su relación con la ciencia
y, en este caso, con la neurociencia.
Conviene
a este punto, hacer una apreciación particular. Estamos entrando a la época de
la interdisciplinariedad. La ciencia pasa de las relaciones exteriores a las
esencias reales o lo que se puede llegar a conocer de ellas, como explora
García-Baró (2018). Se ocupa de los fenómenos que manifiestan “tener un
dentro”. La teología y la ciencia se mueven en los márgenes máximos del
misterio. El misterio abordado por la religión no puede ser resuelto con los
métodos de la técnica ni de la ciencia en su totalidad. Por ello, se puede
concordar en que:
Con el misterio se carga para siempre, aunque no en
repetición monótona de su fenómeno -ya vemos que es como el reverso de uno o
varios fenómenos-sentidos enigmáticos- ni en repetición angustiosa y tediosa de
la pobre lectura que hacemos de él. Desde el misterio tratamos de vivir ya todo,
y cualquier mínima esquirla de sentido hondo de las cosas que descubramos la
hacemos descender hasta las profundidades de nuestro constante vivir
calladamente acompañados por los misterios reales. (García-Baró, 2018, p. 65)
La
distancia entre el dedo de Dios y el dedo del hombre es el reflejo mismo de
esta dimensión mistérica e irresoluta, solo atisbada. El misterio del hombre en
su esencia, el misterio de Dios en su existencia y el misterio de una relación tan íntima y tan distante en ambos. La religión, la
teología, la espiritualidad, la ciencia, la neurociencia son los intentos
explicativos de estos estos elementos y la provocadora acción de querer recudir
su distancia.
II. La neuroteología
... Sin embargo, filogenéticamente es comúnmente
aceptado que el Homo habilis proviene del Homo
Erectus y posteriormente evolucionaron a Homo sapiens. Los cambios
cognitivos de Homo Sapiens se traducen en indicios de una conducta moderna,
con manifestaciones sociales, tecnológicas, ecológicas, económicas y
simbólicas, desde sus orígenes. El proceso de aumento de complejidad de la
cultura de los H. Sapiens fue gradual, habiendo una continuidad con
la de sus predecesores. La anatomía y la conducta humana se transformaron desde
pautas arcaicas a modernas a lo largo de un periodo de cerca de 200.000 años (McBrearty y Brooks, 2000).
En resumen, los factores decisivos en la evolución del hombre fueron el
aumento del tamaño del encéfalo y la reestructuración cerebral, es decir, una
mayor complejidad neurológica y una repentina aceleración del desarrollo
cerebral (Turbón, 2006). (Muntané
Sánchez, 2020, p. 66-67).
Definición y delimitación
“La neurociencia es el estudio del cerebro y el
sistema nervioso que integra toda la biología subyacente (anatomía, fisiología,
bioquímica, psicología, neurología clínica y otras)” (Klemm,
2019). Utiliza formación y vocabulario de las ciencias biomédicas similares, y
se relaciona con las otras áreas de investigación de la medicina y de la
biología. Mediante la utilización de la
Resonancia Magnética Funcional (RMf) se ha podido
estudiar con mayor profundidad y rapidez el cerebro humano, sus conexiones con
la conducta, sus cambios de actividad en las operaciones (Rosen y Savoy, 2012; Raichle, 2009; Brewer, 1998). Esto ha permitido mejorar las teorías
cognitivas (Henson, 2005).
A
partir de la neurociencia, la neuroteología surge
recientemente como un campo nuevo de investigación y conceptualización que
busca facilitar la discusión académica entre la teología y la neurociencia en relación a los fenómenos religiosos y espirituales. El
término fue usado por primera vez con carácter científico por James B. Ashbrook en 1984, con la esperanza de que la exploración
continua de las funciones cerebrales relacionadas con la religión condujera a
una evaluación científica de las creencias (Blume, 2011 y Martínez, 2009).
En la explicación que presenta uno de sus más destacados exponentes, Newberg (2019), afirma que:
Como término, y como campo, la neuroteología
debe considerarse una vía de doble sentido, en el sentido de que no es un
reduccionismo científico estrecho de la religión, ni una evaluación teológica
sobre los méritos de la ciencia. La neuroteología
debe considerarse como un campo multidisciplinar que busca utilizar los mejores
métodos y enfoques tanto desde la perspectiva científica como desde la
espiritual. (p. 34)
Newberg (2010, 2018) considera que la neuroteología
debe ser abordada desde una perspectiva amplia. Por ello, incluye entre los
componentes del área “neuro”: la ciencia
cognitiva, la medicina, neurología, la psicología y psiquiatría y la
antropología. Desde este enfoque multidisciplinario existe la oportunidad de
explorar a fondo los fenómenos religiosos y espirituales. Además, el aspecto neurocientífico de la neuroteología se extiende más allá de las neurociencias
cognitivas para incluir la medicina, la genética y los estudios de la
conciencia (Newberg, 2020).
Para
comprender la complejidad de esta perspectiva, Newberg
(2020) destaca, por ejemplo, que los rituales parecen activar un complejo
conjunto de componentes neurológicos, entre los que se encuentran “el sistema
nervioso autónomo, que regula muchos procesos fisiológicos del cuerpo; el
hipotálamo, en el cerebro central, que regula las hormonas y las respuestas
básicas; las áreas límbicas, asociadas a las emociones; y el córtex, donde se
consolidan el lenguaje y las creencias” (p. 35). Por ello, se especifica que
“la neuroteología explora las complejas interacciones
neurológicas que forman parte de los rituales religiosos y espirituales y que
se elaboran en muchos aspectos de los fenómenos religiosos y espirituales” (p.
35).
La neuroteología tiene el empeño de forjar un enfoque
integrado de la naturaleza de la persona humana combinando lo físico y lo
espiritual. Esta combinación puede ser difícil de aceptar para aquellos cuyo
sistema de creencias se basa principalmente en las ciencias o en las
tradiciones religiosas. Por ello, afirma que la neuroteología
debería esforzarse por lograr una nueva perspectiva que “abarque tanto la ciencia
como la religión, o que al menos les dé a ambas lo que les corresponde antes de
establecer cualquier conclusión firme sobre la verdadera naturaleza de la
realidad y de los seres humanos” (Newberg, 2020, p.
37).
En el
caso de la vertiente teológica, la teología es un campo muy específico que
implica la elaboración de principios e ideas a partir de un sistema de
creencias fundacional. Las tradiciones monoteístas han aportado la mayor parte
de la elaboración partiendo de los escritos que abordan la diversidad de
conceptos teológicos (Newberg, 2020). Estos se
diseñaron para ayudar a comprender mejor la naturaleza de los textos sagrados
(Biblia, Corán, Torá, Bhagavad-Gita, Granth Sahib). El discurso
teológico ayuda, en última instancia, a interpretar los textos sagrados de
forma que puedan utilizarse en la práctica, tanto a nivel cotidiano como a
nivel más esotérico, teniendo en cuenta la diversa evolución de las escuelas
teológicas en las diferentes religiones o creencias.
La
vertiente "teológica" puede incluir muchas disciplinas. Envuelve la
comprensión de una determinada tradición religiosa, examinando los procesos
teológicos, la formación de las creencias y su elaboración, la internalización
de las actitudes, la exploración de las prácticas y experiencias religiosas y
espirituales, la interacción social religiosa, los ritos, la ciencia de sí del
creyente. Como afirma Newberg (2019), todos los
aspectos de los fenómenos religiosos y espirituales pueden incluirse como
objetivos de investigación para el campo de la neuroteología.
El
desarrollo teológico, sin embargo, se basa en muchas de las mismas funciones
cerebrales básicas que se asocian a otras disciplinas académicas. Conceptos
teológicos como la causalidad, las emociones, el pensamiento abstracto y el
lenguaje también se derivan de diversos procesos cerebrales. Se podría
argumentar que los seres humanos tienen una mente metafísica que les permite
evaluar cuestiones desde premisas tanto filosóficas como teológicas. De hecho,
la neuroteología puede ayudarnos a comprender mejor la
naturaleza del pensamiento teológico explorando las formas en que el cerebro
nos permite y nos restringe la exploración de diferentes ideas. “Sin embargo,
la neuroteología no se detiene en la teología” (Newberg, 2020, p. 39). En consecuencia, en la propuesta de Muntané Sánchez (2020), la neuroteología
se concibe como un programa de investigación de las correlaciones existentes
entre los fenómenos neurológicos y la experiencia religiosa (Martín, 2012).
Desde
el punto de vista de Kelleyian (2020), la neuroteología busca explicar los procesos espirituales que
están implicados en las redes neuronales en el cerebro y en el cuerpo todo.
Indaga, de igual forma, en cómo comprender el sistema neuronal, zonas del
cerebro y del cuerpo que se ven afectadas por las prácticas espirituales de las
personas religiosas. Otros términos usados son bioteología
o neurociencia espiritual.
La neuroteología se concibe como la búsqueda de los
fundamentos de la fe y de la actitud religiosa en el propio cerebro. Con una
base fisiológica, se pueden encontrar particulares vínculos a la actividad de
los lóbulos frontal y parietal que son su objeto de estudio por haber
demostrado mayor actividad durante las experiencias espirituales medidas en
estudios científicos. Aquí emergen los
denominados “puntos de Dios” (God Spots)
cuya divulgación tuvo notoriedad y popularidad en los debates mediáticos (Klemm, 2020).
Algunas puntualizaciones
Visto lo anterior, conviene realizar algunas
puntualizaciones sobre el desarrollo del concepto:
a.
La
neuroteología no es el equivalente “neuro” de la
teología, que aborda todo lo relacionado con Dios y sus atributos.
b.
Gran
parte de los estudios se basan en las pruebas de neuroimagen que muestran la
actividad del cerebro en determinados momentos y deben ser interpretadas con
cuidado.
c.
El
estudio de las áreas o circuitos que se activan al meditar o al tener una
fenomenología específica no tienen una relación directa con una experiencia
místico-religiosa genuina, que es una experiencia subjetiva y que es un don de
Dios para el creyente (Martínez, 2009).
d.
Las
áreas y estructuras involucradas en las experiencias religiosas son muy amplias
lo cual supone la activación de áreas cerebrales que se encuentran implicadas
en otros contextos no «religiosos» (Beauregard, 2006).
Para todo lo anterior, Newberg
(2020), el famoso autor de los “puntos de Dios”, propone los siguientes
objetivos fundamentales de la neuroteología:
1. Mejorar nuestra comprensión de la mente y el cerebro
humanos.
2. Mejorar nuestra comprensión de la religión y la
teología.
3. Mejorar la condición humana, especialmente en lo que
se refiere a la educación.
4. Mejorar la condición humana, especialmente en el
contexto de la salud y el bienestar.
5. Mejorar la situación del ser humano.
III. ¿Una invención evolutiva de Dios o una puerta para Dios?
Es muy
complejo abordar esta cuestión, sin embargo, es importante mencionarla, aunque
sea brevemente porque está en el centro del debate entre religión y ciencia y,
por conexión, entre religión y neurociencia. Algunos investigadores consideran
la religión como un mecanismo evolutivo para hacer frente a nuestro mayor
terror: la muerte. Matthew Alper (2001) propone que
nuestro cerebro está programado para creer en un Dios. Dios es, según él, un
proceso distribuido y no una parte del cerebro, y con ello refuta, junto a
otros investigadores, la existencia de Dios. Si así fuera, el objeto de la
neurociencia sería describir este fenómeno y liberarlo de cualquier atributo
trascendente.
Las experiencias míticas, religiosas o numinosas se
originan a partir de una intensa activación de las cortezas frontal y temporal
como así también del sistema límbico, seguido de una desactivación del córtex
parietal (Boyer, 2003; Persinger, 1983; Ramachandran,
1998). […] Así pues, la hiperestimulación crónica de áreas específicas del
cerebro con pulsos electromagnéticos puede inducir esta experiencia y pone
de relieve, según Persinger, que su base es de
carácter orgánico y nada tienen de místicas, sagradas o divinas (Persinger 2010). (citado por Muntané,
2020, p. 60).
Frente
a ello, se alzan posiciones discrepantes. Una de ellas, proviene de la propia
crítica científica que indica que estos hallazgos han tenido una base
neurofisiológica cuestionable. Las experiencias no habían sido inducidas por campos
magnéticos transcraneales, sino por sugestibilidad (Granqvist, 2005).
En general, como indica Muntané
(2020) se puede discutir que:
No es equiparable la “fe religiosa” con “actividad
cerebral”.
1.
Que
la neuroteología proporciona información sobre el
sustrato material de las creencias y experiencias religiosas o de la
meditación. Las experiencias místicas existen con un sustrato biológico y
neuronal necesario.
2.
Que
no se cuenta todavía con evidencias y pistas sobre los orígenes de las
experiencias místicas genuinas. Queda una amplia brecha metodológica para
comprobar que la mística está anclada en los circuitos cerebrales.
3.
Que
no se cuenta con evidencia sobre la formación del sentido de estas experiencias
místicas para la persona individual.
Con
estas breves anotaciones, se puede entrever que la ciencia está comenzando a
demostrar la relación no causal sino instrumental entre cerebro y experiencias
religiosas. Pareciera que Dios ha configurado nuestra estructura cerebral para
posibilitar nuestro vínculo con Él” (Muntané et al.,
2008, p. 60). Pareciera que tenemos una disposición para favorecer su
conocimiento y para acercarnos a Él. “El cerebro estaría biológicamente
preparado para abrir la puerta a Dios mismo” (Muntané
et al., 2008, p. 61)
Partiendo
de esta relación instrumental, es posible avanzar en la creación de un catálogo
de áreas cerebrales con tipo específicos de cognición (seculares o religiosos).
Será una tarea gigantesca que arrojará una mayor comprensión de la base
neuronal de la experiencia religiosa. Klemm (2020) se
cuestiona fundamentalmente: ¿Qué vamos a hacer con estos conocimientos? Los
descubrimientos arrojarán luz sobre aplicaciones prácticas en la neurociencia
cognitiva, en el avance de las técnicas y experiencias en torno a la
espiritualidad. Sin embargo, la distancia profunda entre la forma cómo se
experimenta y vive una determinada experiencia mística o religiosa y cómo se
expresa esa relación y se concreta en una vía de acceso neurológica están en el
fondo de la cuestión. De hecho, la neurociencia seguramente dará un
extraordinario empuje a muchos aspectos que faciliten e iluminen la experiencia
espiritual, dejando intactas las cuestiones más de fondo sobre la esencia y
realidad de “lo espiritual” y “lo físico”, “lo divino” y “lo humano”. “Se trata de que los estudiosos de todos los
campos empiecen a pensar más en "¿Y ahora qué?". Podríamos abordar de
forma productiva este nuevo momento [...] explorando vías de búsqueda que
puedan tener valor teórico o práctico.” (Klemm, 2020,
p. 7)
IV Continuar explorando las fronteras
La
neurociencia emerge progresivamente como parte de una constante subdivisión de
la neurología aplicada, en un escenario relativo a las experiencias
espirituales y religiosas. Como se ha discutido previamente, siendo un área de
reciente formación, se encuentra en un estado incipiente que se va consolidando
y que abre puertas a muchos temas investigativos y sobre los cuales existen
importantes debates y fronteras. Esta parte del ensayo menciona algunas de
ellas.
a.
Frontera
entre religión, espiritualidad y neurociencia
Klemm (2019) afirma que existe:
... un puñado de los llamados "pioneros de la
frontera", científicos que estaban dispuestos a cruzar la frontera de
separación que bloquea la discusión de la religión en el aula. Yo soy uno de
esos pioneros de la frontera, desconocido por Ecklund
en ese momento, pero soy el único, que yo sepa, que piensa que la discusión
entre creación y evolución es el tema equivocado. La ciencia que importa es la
del funcionamiento del cerebro, la neurociencia. Las realidades espirituales
pueden estar "ahí fuera", a nuestro alrededor e incluso dentro de
nosotros, pero necesitamos un cerebro para percibir y dar sentido a cualquier
parte de ellas. Es probable que los neurocientíficos sostengan que el cerebro
genera posibilidades espirituales, media en las experiencias religiosas y crea
creencias religiosas. Si entendemos cómo funciona el cerebro, tendremos una
mejor comprensión de las formas en que el cerebro construye las ideas
religiosas. Esta comprensión nos permite desarrollar una religión más razonada
y madura. (p. 634)
Desde
el punto de vista creyente y teológico, existe un debate prometedor en la
colaboración entre neurociencia y teología, que atisba en las ciencias modernas
componentes de majestuosidad y complejidad que van más allá de la casualidad
aleatoria de las leyes naturales. Conforme se rompen los mitos y se profundiza
en la esencial verdad de los fenómenos aparecen con mayor claridad la riqueza
del mundo creado. De igual forma, en la medida que se adentra la ciencia en la
inmensurable dimensión del mundo físico y biológico, se abren dimensiones
espirituales que dan sentido a una realidad cuya comprensión va más allá de la
combinación de agentes químicos y físicos. Además, como parte de la intimidad y
de la conciencia del ser humano, abierta a sí y al mundo, la propia ciencia ha
abierto un camino para ubicar la religión y la espiritualidad en el
reconocimiento de parte de la auténtica ontología humana.
Por
ejemplo, la medicina ha mostrado cómo la religión permite a los pacientes
sobrellevar sus enfermedades y cómo su uso ha resultado en un beneficio
evidente de la propia disciplina (Singh y Shaunak
2012). Aunque algunos psicólogos consideran que la religión es una ilusión, hay
un gran número de centros de asesoramiento psicológico de base cristiana que
funcionan con éxito (Klemm, 2019). En la misma línea
de pensamiento, Al-Nuiami et al (2020) argumentan que
las actitudes hacia la religión y la espiritualidad han empezado a cambiar y a
ser más receptivas en la comunidad científica.
La investigación está revelando el sólido papel
beneficioso de la religiosidad y la espiritualidad en muchos resultados relacionados
con la salud, como la salud cardiovascular, el dolor crónico, el cáncer, la
duración de la hospitalización, la mortalidad y el bienestar general. También
hay pruebas sólidas en la literatura que describen el papel favorable de la
religión y la espiritualidad en el bienestar mental. La religiosidad y la
espiritualidad se han asociado con menores tasas de depresión, menos síntomas
de estrés postraumático, una mejor capacidad de afrontamiento individual de los
factores estresantes de la vida y son factores de protección para reducir el
riesgo de suicidio. (p. 26-27)
¿Cuál es el papel de la neurociencia en este
sentido? El propio Klemm (2019), en un análisis
crítico afirma que esta es un componente esencial de una cosmovisión en la
tríada que realiza la neurología con la salud mental y la religión.
Si la neurociencia nos ayuda a tomar decisiones
adaptativas sobre el ser y el vivir, ¿cuánto más puede apoyar esos mismos
objetivos de la religión? Más que un sustituto de la religión, la neurociencia
podría convertirse en su aliada. En cumplimiento de la visión de Agustín [de
Hipona] sobre el papel necesario de la razón en la religión, la
neurociencia puede ayudarnos a pensar en cuestiones como la moralidad, el amor
y otras emociones, el ser, la autonomía, la conciencia, el libre albedrío y los
medios para vivir una vida justa con sentido y propósito. El poder existencial
de la neurociencia se magnifica cuando se integra en la salud mental y la
religión. (p. 11)
Como
se ha descrito, la colaboración entre religión, espiritualidad y neurociencia
es un terreno fértil tanto para la indagación científica como para la
aplicación pastoral y religiosa. Esta frontera se debe explorar activamente en
las facultades de medicina como en las de teología y otras ciencias humanas.
b.
Frontera
entre conciencia y neurociencia
Se
puede afirmar que la conciencia es un aspecto clave para comprender cualquier
tipo de experiencia religiosa. Desentrañar su fundamento neurológico es una de
las grandes fronteras actuales. Existe una base anatómica y neurobiológica
subyacente que genera el estado de conciencia, de alerta y de identificación
personal.
Las
diversas lesiones cerebrales dan pistas para identificar en qué área surge o se
manifesta la conciencia. Se pueden observar
trastornos en la misma. Pero, como afirma Muntané
(2020), “aunque es necesaria la concurrencia del tejido nervioso en la
elaboración de la conciencia, esta actividad no puede reducirse únicamente a la
función neuronal.” Juan Arana (2015) considera que el fenómeno de la conciencia
constituye hasta el momento un desafío inabordable (Muntané,
2020, pp. 5-6). La conciencia, en sí misma, así como la conciencia en la
práctica religiosa es todo un reto investigativo absolutamente apasionante.
Existen
derivaciones interesantes en el campo pastoral y psicológico. En el terreno
religioso o cultural del Occidente contemporáneo, la conciencia ha adquirido
popularidad en las últimas cinco décadas. Han contribuido a ello el yoga, las
escuelas de meditación, la práctica extensiva y educativa del mindfulness
(atención plena) y la incorporación religiosa de formas orientales en la
oración y meditación cristiana (Cayoun et al., 2019).
En sí misma, la investigación de la meditación ha arrojado interesantes
resultados. Ives-Deliperi et (2010) demostraron que
existía una red de áreas cerebrales que respondían durante la meditación. Las principales áreas fueron el insular
anterior, la corteza cingulada anterior y ventral izquierda, la corteza
prefrontal corteza prefrontal medial y el precuneus
bilateral. Este trabajo sugiere una red de áreas centrales que están implicadas
en la meditación y, lo que es más importante, que estas regulan a la baja
muchas de las áreas que se ocupan del pensamiento autorreferencial o de la
integración. Además, los estudios indican que hay un incremento en el volumen
del cerebro y en su actividad eléctrica cuando se realiza la meditación (Fenwick, 2011). Las investigaciones se multiplican, aunque
las más citadas comenzaron con algunas pequeñas pero significativas muestras,
como las 15 religiosas carmelitas (Beauregard, M., Paquettte,
V., 2006) o como los 20 meditadores experimentados (Lazar et al., 2000).
Con la
plena conciencia personal, se da un progresivo desarrollo de la dimensión
espiritual -en su sentido más amplio o más específico-,
como tantas veces ha elaborado y mostrado la teología, y tantos ejemplos
ofrecen las historias de las religiones en muchos de sus exponentes, teólogos y
místicos.
También,
la conciencia plena es fundamental para la vida moral y ética al vincularse con
el grado de libertad de los actos humanos y la responsabilidad personal.
Influye sobre la toma de decisiones, como han trabajado Damasio
(2013) y Bechara (2011) y en la anticipación neural a las recompensas. Las
conclusiones de sus trabajos afectan teóricamente enormes aspectos de los
constructos religiosos y de la antropología religiosa. Tiene consecuencias en
las elaboraciones teológicas y antropológicas referentes a los códigos morales
y éticos y su aplicación y casuística. Como demostraron en numerosas
investigaciones Damasio y Bechara, anteriormente
citados, sus aplicaciones se derivan a la jurisprudencia y al campo penal. Se
puede afirmar que la biología del cerebro afecta la forma de pensar moralmente.
El desarrollo de las capacidades más altas o místicas, y su base neuronal,
pueden cambiar la posición y perspectiva sobre la libertad, el libre albedrío,
las capacidades de las acciones morales y la moralidad misma (Newberg, 2020). Para la neuroteología,
esta investigación tanto en el terreno fenomenológico como biológico,
supondrá un paso cualitativamente significativo, cuyas consecuencias son
difíciles de calcular.
Todo
esto converge en que la investigación sobre la conciencia personal (en sus
diversos componentes) será uno de los grandes desafíos para la propia formulación
de la neuroteología, ya que afecta a ambas y lo hace
profundamente: a la neurología y a la teología. ¿Por qué, dónde y cómo surge la
conciencia de sí y por qué, dónde y cómo surge la conciencia de Dios o de Lo
espiritual? Son preguntas que abordan uno de los aspectos más esquivos del
cerebro humano (Newberg, 2020). La conciencia es un
componente fundamental de la experiencia humana, pero es escurridiza para explicarla,
definirla y estudiarla en su totalidad.
c.
Frontera
entre actividad secular y actividad religiosa
El
“punto de Dios” o “los puntos de Dios” hacen referencia a una primera
aproximación a la actividad neuronal concerniente a las experiencias religiosas.
Fuertemente impulsados por los sistemas de imágenes y análisis cerebrales, los
investigadores han podido avanzar en la relación entre experiencias místicas o
de oración y áreas del cerebro activadas. Las resonancias magnéticas, la
tomografía por emisión de positrones y la tomografía computarizada (RMf, PET, SPECT) han permitido acelerar los descubrimientos
y ver cómo funciona el cerebro. El proyecto Atlas Cognitivo (Poldrack, 2010) ha buscado consolidar estos
descubrimientos neuronales con las tareas y procesos mentales
identificados.
La neurociencia cognitiva nos ayudó a ver cómo el
cerebro realiza tareas sencillas como mover un dedo o sentir el roce de la mano
de una persona en nuestra muñeca. Y nos ayudó a comprender procesos complejos
relacionados con el amor, la moral, la atención y, en última instancia, la
religión. (Newberg, A., 2020, p. 17)
Varios
investigadores han encontrado relaciones entre algún circuito frontal-parietal
y las experiencias espirituales y religiosas. Brick
et al (2012) además mostraron una asociación con una disminución del
funcionamiento del lóbulo parietal derecho y el desinterés que sirve como base
neuropsicológica para la trascendencia espiritual. Señalaron que un mayor
funcionamiento del lóbulo frontal también parece estar relacionado con
prácticas religiosas más frecuentes (y con experiencias espirituales en menor medida).
Sin embargo, apuntan que el proceso/mecanismo neuropsicológico específico sigue
siendo incierto.
Klemm (2020) indica que todavía queda un camino
investigativo para vincular determinadas áreas de actividad cerebral con
pensamientos religiosos específicos. Esto ayudaría a establecer con mayor
precisión si la activación de algunas regiones o áreas neuronales cuando se
realiza una oración corresponde a un mecanismo cognitivo general o es uno específico
y único del campo teológico. Las preguntas que plantea son ciertamente
importantes para una reflexión crítica:
1.
¿Puede
la tecnología utilizarse para comprender de manera más completa ciertos tipos
de religiosidad?
2.
¿Pueden
los hallazgos sobre “puntos de Dios” ayudarnos a interpretar los datos de los
escáneres obtenidos en contextos seculares?
3.
¿Podemos
usar la actividad de los “puntos de Dios” para ayudarnos a ser mejores y más
dedicados pensadores o personas más comprometidas con nuestras creencias y
prácticas religiosas?
La
investigación ha avanzado en la comprobación de los procesos cognitivos
compartidos y no compartidos entre el pensamiento secular y religioso. Y se
podrá avanzar más en la precisión y distinción de estos aspectos y procesos. A través de la neurociencia cognitiva, Klemm (2020) propone abordar los siguientes aspectos, que
constituyen a su vez sucesivas fronteras: “(1) las operaciones de las redes
neuronales (2) contenido cognitivo de la oración, (3) biología de la creencia,
(4) medidas de religiosidad, (5) papel del yo, (6) el aprendizaje y la memoria,
(7) los puntos comunes cognitivos religiosos y seculares, (8) la anatomía
estática y anatomía funcional, y (9) el reclutamiento de los circuitos de
procesamiento neural.” (p.11).
De
momento, los instrumentos y herramientas de imágenes ofrecen un camino eficaz
para la investigación y la comprensión más precisa del funcionamiento cerebral,
pero dista mucho de ofrecer respuestas a las preguntas más complejas (Bennett
2010).
Existen
por delante muchas preguntas que retan a los investigadores. Por ejemplo, la activación de determinadas
áreas cerebrales con ocasión de tareas específicas no aclara la formación de
los conceptos ni de los juicios, la imaginación y el pensamiento, las
actividades complejas de la vida ordinaria y su globalidad, y del conjunto del
actuar humano (Fuchs, 2017; Giménez Amaya, 2010). Tampoco permite identificar los procesos
neuroquímicos ni la relación de las operaciones multi-localizadas
en el cerebro y su relación. Como
asevera Muntané (2020), con esta técnica […]
“estamos todavía a años luz de ser capaces de desentrañar los intrincados
mecanismos que determinan los fenómenos neurobiológicos y microscópicos que
participan en la definición de nuestra conceptualización de la mente humana”.
Por
delante, la neurociencia tendrá que ser más específica en la diferenciación los
pensamientos religiosos y si su surgimiento reviste una singularidad particular
en el cerebro. Esta vía de acceso podrá explicar la relación entre el
pensamiento religioso y el secular, el desarrollo de la creencia o increencia,
la maleabilidad neuronal en diversas etapas de la vida o en diversas
experiencias trascendentales. Se abre un terrero apasionante para comprender
las bases neurológicas de la disociación entre lo espiritual y lo mundano, o su
integración existencial. Las consecuencias son enormes.
d.
La
frontera de la mística
Para la
teología cristiana, la mística es una experiencia dada por la gracia de Dios,
en la vida de una persona o conjunto de ellas, que surge de un momento
específico con extraordinaria fuerza o manifestación o, bien, que se cultiva en
una paciencia progresiva y serena, propia de la vida cotidiana. Similares
relacione se pueden encontrar en otras corrientes religiosas. La mística se
encuentra presente en todas las religiones, pero sus manifestaciones son
variadas y atienden a la propia cosmovisión y a la relación con “lo” divino. La
experiencia de Dios constituye el elemento clave del proceso religioso,
especialmente, en su vertiente de significados personales. El contacto con
Dios, hecho realidad de múltiples maneras, se realiza “mediante” la mediación
biológica, que no explica la existencia de Dios sino la elaboración neuronal de
la interacción con la divinidad, así como explica la interacción con el mundo
físico o emocional. En la mística, las personas afirman tener una experiencia
de encuentro con lo divino, en cualquiera de sus manifestaciones, de tal manera
que se vuelve evidente y real para la persona. Este salto de realidades y
dimensiones es un espacio intuitivo que resulta desconcertante, ambiguo, pero
intensamente real y básico en la reflexión teológica. No se sabe el cómo, pero
sí se confirma el qué. En este diálogo, todos los pequeños pasos de la
neurociencia brindarán más claridad a la búsqueda de Dios de la teología. De
igual forma, la teología intentará ofrecer una visión abierta de la forma cómo
la realidad espiritual se conoce y se experimenta mediante y con nuestro
cerebro.
En
el conjunto de la propuesta de la neuroteología
surgen argumentos de muchos tipos. El planteamiento de la ciencia continúa
arrojando luz sobre los procesos internos donde se “da” la fe, donde se
encuentran el hombre y Dios. La presencia e inteligencia de esos momentos están
en el cerebro, que percibe, intuye, experimenta y canaliza la realidad transcendente
de los actos religiosos.
La
teología, en sus diferentes ramas, aborda y sistematiza la exploración de lo
divino y de sus manifestaciones. Mediante el estudio continuado y jerarquizado,
ofrece respuestas a las grandes preguntas sobre el cosmos o a las pequeñas
cuestiones de la existencia cotidiana. Con los meta-relatos, encuadra la
interpretación de la historia humana y religiosa ofreciendo explicaciones a
partir de la revelación.
La neuroteología recoge una porción de cada una de ambas
disciplinas para agregar espacios de comprensión humana a los divino y espacios
de divinidad encarnada a lo humano. Ciertamente, existe una gran cantidad de
elaboración teóricas, investigativas y argumentativas que escapan a la intersección
de ambas y que tienen toda la legitimidad para el debate religioso o humano.
Sin embargo, el cruce de ambas es un terreno fértil para encontrar
explicaciones y posibilidades.
Con
la neurociencia y la teología se podrán mejorar la comprensión de cuantiosas
situaciones humanas en el campo religioso, que ya con la psicología,
psiquiatría y otras ciencias se han producido.
Para el campo de la fenomenología espiritual, el descubrimiento
progresivo y validado de las redes neuronales junto a la identificación de las
estructuras cerebrales implicadas en la experiencia religiosa, en el
pensamiento teológico, en las emociones místicas, en las actuaciones morales y
en la cosmovisión religiosa... podrá arrojar mucha más precisión sobre cómo se
construye ese tipo de pensamiento y de experiencia, qué aspectos neurológicos están
más activos y cómo, desde una práctica “nuero-sabia”, se pueden enriquecer.
Para
aquellos grupos que descubren en la práctica de la oración y de la meditación
un camino de encuentro con lo religioso, la neuroteología
puede aportar mayor claridad sobre cómo funcionan estos mecanismos al interior
del cerebro, cuáles serían las aplicaciones pastorales y médicas más adecuadas,
en qué condiciones estas prácticas se realizan mejor o cómo estructurar una
pedagogía para su aprendizaje y consolidación que traiga beneficios a la salud
general, psicológica y espiritual.
La
comprensión de la experiencia mística al interior del cerebro abre las puertas
para interpretar un conjunto variado de situaciones vinculadas a la mística: el
silenciamiento, las visiones, la sensación extracorpórea, la conexión íntima o
sentido de intimidad, la expresión poética y simbólica, el lenguaje del amor...
La neuroteología podrá combinar un acercamiento a
esta experiencia por ambos extremos: cómo comprender la acción divina en la
persona concreta, y cómo la persona concreta accede a la comprensión divina. Es
un campo de exploración muy amplio. Se
desarrolla más allá de experiencias profundas de personas contemplativas o
meditadores expertos. El activo rol de la cognición, de los circuitos de
recompensa, de la ideación y manifestación interna, del silenciamiento y
desprendimiento... por citar algunos, aportan enormes posibilidades
investigativas que además serán de utilidad para ayudar a las personas a vivir
una sana dimensión mística, incluso en la vida cotidiana.
La
teología pastoral y la ética religiosa, comprendida la propia normativa
religiosa (p.ej. mandamientos, moralidad, código canónico), se beneficiarán
abundantemente de la neuroteología al poner a dialogar
la aplicación de los descubrimientos con las situaciones concretas de las
personas. La atención a personas de la tercera edad, la atención a personas con
adicciones diversas, la comprensión de las pulsiones y compulsiones, las
enfermedades “mentales”-“neurológicas”, la atención
pastoral en las diversas etapas de la vida, la pastoral con migrantes, la
pastoral con víctimas, el trabajo con presos, la pastoral de la salud en
general... adquieren nuevos significados cuando contemplamos las posibilidades neurocientíficas
en diálogo con el acercamiento teológico.
Estamos
en una etapa fascinante de exploración. Existen algunos avances, pero queda un
camino muy largo con muchas preguntas. Merece la pena hacer el esfuerzo y
avanzar en estas nuevas fronteras del conocimiento y de la fe. Merece abrir el
campo para su inclusión en las disciplinas académicas teológicas y médicas.
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Nació en 1967 en España. Hizo los primeros votos
en Palencia en 1986, y luego se trasladó a Guatemal; realizó la profesión
perpetua en 1992.
Inicialmente trabajó en los colegios de Guatemala, Costa Rica y Puerto
Rico. Más tarde fue responsable provincial de Educación y recorrió así los seis
países de la Provincia.
Cursó Estudios Sociales y Lenguaje, a nivel Universitario. Es Licenciado
en Teología, Maestro en Administración y Supervisión Educativa. Doctorado en
Educación por la Universidad de Puerto Rico.
Ha sido profesor en diferentes contextos y se destaca su pasión por la
enseñanza, que ve como espacio de transformación humana y evangelización.
Fue dirigente de movimientos juveniles y respecto a los laicos dice: «a
mi alrededor siempre existieron personas especiales, laicos y laicas, miembros
de fraternidades, que me grabaron con su testimonio la riqueza de nuestro
carisma».
Fue miembro de la junta directiva de las Conferencias de Religiosos de
Costa Rica y Guatemala.
Desde diciembre de 2013 para la provincia de Centroamérica. Participó en
la Conferencia Interamericana de Provinciales, como coordinador del Consejo
Permanente. Ha sido también miembro de la Comisión de Misión y de la
Subcomisión de Educación de esta Conferencia.
Fu elegido Vicario general el 3 de octubre de 2017.