Editorial
Al presentar el editorial de la Revista EDUCA UMCH, del número 21,
queremos dedicar algunas palabras de reconocimiento a nuestro entrañable Hno.
Marino Latorre Ariño, quien en vida fue un asiduo y puntual colaborador con
manuscritos que han sumado significativamente en el posicionamiento de nuestra
revista.
La vida fecunda del Hno. Marino Latorre Ariño se ha
terminado a los 80 años. Se apagó una larga y fructífera vida consagrada a
Dios, al estudio y al servicio de los menos favorecidos.
¡Ha muerto un misionero, educador y gran ser
humano!
Con su deceso desaparece uno de los últimos sabios
de nuestra universidad Marcelino Champagnat; pero deja un legado valioso, su
testimonio de fe y su carisma marista, diligente y cálido.
Sus acciones y palabras eran un continuo dar
sentido a la vida. Vamos a alguna parte aun a pesar de las veleidades de los
vientos de cada día, eso es también tener objetivos de vida, en los seres
humanos una opción esencial; lo contrario, no tener propósitos, eso sería una
vida sin sentido que no merece ser vivida. Decía Séneca: “Cuando no sabes hacia
dónde navegas, ningún viento es favorable”. Quien tiene objetivos sabe lo que quiere y sabrá
qué hacer. Los objetivos son como la brújula
que orientan y ayudan a enfocarnos en las metas que perseguimos. Pero para lograr la meta hace falta
motivación, persistencia y fe en que todo es posible. Y si los jóvenes son ágiles
les hacen falta experiencia, no conocen el camino como aquellos que ya
recorrieron sus calzadas. Por eso tienen que escuchar y aprender de sus
mayores. Marino decía, conocer el camino exige preparación continua para
recorrerla, el transitó no siempre es liviano, cada paso, cada peldaño tiene
sus exigencias. Y por más difícil que fuera el camino ¡Miren el horizonte! En
ocasiones es difícil levantar la mirada más allá de lo cotidiano, pero una vida
sin perspectivas no tiene sentido y de ninguna manera merece ser vivida.
Nos corresponde, como personas y docentes, educar
la inteligencia, el corazón, la voluntad y la conciencia. Eso nos ayudará a reconocernos
valiosos, levantar la mirada y fortalecer el sentido de la vida. Y en eso
consiste el encargo social que ha recibido la escuela: humanizar al hombre. En
hacer de cada ser humano un hombre pensante. Eso es también proporcionar al estudiante la
brújula y las cartas náuticas para orientarse en el mar proceloso de la
vida. Esa brújula que orienta son los valores, las habilidades y el conocimiento
sobre los que se apoya y desarrolla nuestra existencia. Y si tener objetivos en
la vida te da un rumbo certero, hace falta abrazar día a día sus menudas
exigencias para asegurar el éxito. Todo sería banal y superfluo, sin valores.
La pasión y creatividad que se requiere para recorrer el camino de la vida
tiene en los valores su fuerza inspiradora y de dinamismo. Sin la fuerza de los
valores podríamos claudicar en el intento continuo de adaptación y conversión.
Eso había descubierto Marino y a eso le dedicó su tiempo y sus fuerzas: amar a
Dios y a los demás seres humanos.
Él había hecho suyo aquello que Paracelso, en el
siglo XVI, decía: que para poder practicar algo hay que descubrirlo, conocerlo
y valorarlo. “Quien no conoce nada, no ama nada. Quien no hace nada, no comprende nada. Quien nada
comprende, nada vale. Pero quien comprende también ama, observa, ve[...]Cuanto
mayor es el conocimiento inherente a una cosa, más grande es el amor hacia
ella...”. Eso era él, un alma enamorada de la vida, un hombre de fe, un
académico de actitud acuciosa, un maestro que había llegado a desarrollar un
tacto fino de educador.
Pasarán los años y algunos no olvidaremos sus
conferencias, siempre nuevas, interesantes y emocionantes. Crear una atmosfera
cálida era su consigna; la ciencia no puede ser aburrida ni infranqueable,
tiene que ser sencilla sin dejar de ser sistemática, decía. Y el profesor
inteligente es aquel que se divierte en el desarrollo de la clase porque lo ha
preparado tan bien para que los estudiantes trabajen en cada proceso de la
secuencia didáctica.
Y recordaremos con cariño lo vivido en su rol de
director de la Escuela de Posgrado, en su papel de docente o en su faceta de
hermano, maestro y amigo entrañable con quien podías conversar de fútbol o de
gnoseología. En cualquier escenario, su estilo de actitud fraterna era
imperturbable. A pesar de sentir dolencias o pesares propios de sus años, jamás
se permitió renunciar al afán de regalarnos sonrisas de optimismo y esperanza.
Entrañable maestro, aunque te has ido lejos del
bullicio, siguiendo la escondida senda por la que han ido los pocos sabios que
en el mundo han sido, sigues inspirándonos con tus obras y tu ejemplo.
Descansa en paz y que Dios nos conceda fuerza para
recorrer algún tramo de tu magnífica trayectoria.
Felipe Aguirre Chávez
https://orcid.org/0000-0003-3474-2603
Universidad
Marcelino Champagnat, Perú.
Editor
principal
Revista
EDUCA UMCH