The functionality of the elements of folk art and the mythification of
the socio-cultural power of the Indian in the narrative of José María Arguedas
Recibido: 01 de marzo 2023
Evaluado: 15 de marzo 2023
Aceptado: 01 de junio 2023
Guillermo
Príncipe Cotillo*
principegf@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2882-3124
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú
DOI: https://doi.org/10.35756/educaumch.202321.265
Como citar
Príncipe, G. (2023). La funcionalidad de los elementos del arte
folklórico y la mitificación del poder socio-cultural del indio en la narrativa
de José María Arguedas. Revista Educa UMCH, (21), 147–158. https://revistas.umch.edu.pe/index.php/EducaUMCH/article/view/265
Resumen
El objetivo del estudio
consistió en analizar la función del arte folclórico -la música, el canto, la
danza e instrumentos musicales- y el poder socio-cultural del indio en la
producción narrativa de José María Arguedas. El enfoque -dentro del argot de tipificación
de investigación que se viene utilizando- correspondió al análisis cualitativo
de las fuentes de información. Para su desarrollo se utilizó los prepuestos
teóricos de la metodológica hermenéutica literaria (Galván, l. 2008: 11), en
sus niveles de análisis, interpretación y explicación crítica. Como resultado, se
ha comprobado que la realidad andina es un contesto heterogéneo y contradictorio,
personalizada por una alarmante desigualdad social entre dos fuerzas manifiestamente
opuestas: la del patrón y la resistencia legendaria del indio. Los dos conviven
en el mismo escenario, pero, marcados por una relación social antagónica: el
patrón como dominante y el indio como dominado o subyugado. Frente a esta
situación el indio posee como contrapartida una fortaleza tanto o más poderosa que
la del patrón: su ancestral y milenaria cultura artística, encarnada en la práctica
apasionada de la música, el canto, la danza, los instrumentos musicales, así
como de sus ejecutantes que, impregnados de las fuerzas míticas de la
naturaleza -los cerros, las lagunas, los
ríos, las aves, el cosmos u objetos simples, como el zumbayllu- se asocian
metafóricamente en el poder, también mítico del indio, como para imponerse al
patrón.
Siendo así, la
función de la música o arte folklórico es pues rescatar, prospectivamente, el
poder “escondido”, mítico que posee el indio no solo como para imponerse al
patrón sino también acaso apostar por la ruptura de la barrera diferenciadora que
los separa.
Palabras clave: arte folklórico, funcionalidad, música,
real maravilloso, mítico.
Abstract
The aim of the study was to analyze the role of folk
art -music, singing, dance and musical instruments- and the socio-cultural
power of the Indian in the narrative production of José María Arguedas. The
approach -within the jargon of research typification that has been used-
corresponded to the qualitative analysis of the information sources. For its
development, the theoretical presuppositions of the literary hermeneutic
methodology were used (Galván, l. 2008: 11), in its levels of analysis,
interpretation and critical explanation. As a result, it has been verified that
the Andean reality is a heterogeneous and contradictory contest, personalized
by an alarming social inequality between two manifestly opposed forces: that of
the boss and the legendary resistance of the Indian. The two coexist on the
same stage but marked by an antagonistic social relationship: the boss as
dominant and the Indian as dominated or subjugated. Faced with this situation,
the Indian has as a counterpart a strength that is as powerful as or more
powerful than that of the patron: his ancestral and millennial artistic
culture, embodied in the passionate practice of music, song, dance, musical
instruments, as well as his performers who, impregnated with the mythical
forces of nature -hills, lagoons, rivers, birds, the cosmos or simple objects,
such as the zumbayllu- are metaphorically associated in the power, also
mythical of the Indian, as if to impose itself on the pattern.
This being the case, the function of music or folk art
is therefore to rescue, prospectively, the mythical “hidden” power that the
Indian possesses, not only to impose himself on the boss but also perhaps to
bet on the rupture of the differentiating barrier that separates them.
Keywords: folk
art, functionality, music, real wonderful, mythical.
Introducción
En el presente estudio
se analiza la funcionalidad de los elementos del arte folklórico y su impacto en
la mitificación del poder sociocultural del indio (hombre andino), visto a
partir de la producción narrativa de José María Arguedas (1911-1969). Siendo
así, cuando se revisa con cierto detenimiento los rasgos formales que
constituyen la composición narrativa, se constata con meridiana claridad, la obsesiva
preocupación que ha tenido el autor para
rescatar la peculiaridad de los elementos del arte folclórico (la música, el canto,
la danza y los instrumentos musicales, así como de sus ejecutantes), con el propósito
de dar a entender que dichos elementos no debían entenderse como meros rasgos formales,
mucho menos obstáculos que interfieren la fluidez de la narración sino, más
bien, como parte sustancial del modo de ser y actuar del hombre andino (el
indio); constituyéndose así, qué duda cabe, en una especie de personajes indeterminados
y por eso mismo presentados acaso con rostros humanizados. Esta peculiar concepción de la realidad andina,
se orientó, como él mismo lo había manifestado en más de una oportunidad, en oposición
a las posiciones dogmáticas y limitativas con las que se acercaron muchos intelectuales
de la época, mayormente concentrados en la metrópoli y por lo tanto apegados a
los presupuestos teóricos de la occidentalización que, para ese entonces, había
alcanzado su desarrollo con fuerza acaso impositiva.
Para
organizar el estudio, se ha asumido como referente teórico, lo esgrimido, entre
otros, por Poviña (1954), quien manifestó que el “folclore es el conocimiento
general del pueblo”; y se expresa a través de tres actividades siguientes: en la de pensar (fábulas, cuentos, leyendas,
mitos), en la de sentir (artes populares, rítmicas como música,
canto, baile popular) y la de obrar (baile, danza, fiestas
comunales). Por otro lado, también se ha tomado en cuenta la teoría de “lo real
maravilloso” de Alejo Carpentier (1973), opuesta a la teoría del “realismo
mágico” (sucesos inverosímiles, ocasionales que se observan en la realidad), quien
sostuvo que el folclore era la expresión de la cualidad subyacente de la
realidad no solo como la peruana sino también Latinoamericana. Y se le debía juzgar
teniendo en cuenta su raíz tradicional y raigambre andina, en donde el hombre,
la naturaleza y el cosmos, se encuentran integrados desde añeja tradición. Hecho
que lo reafirma Cornejo (1973), cuando dice que, en la narrativa de Arguedas, la
práctica de la música, el canto, la danza y los instrumentos musicales se
constituyen en lenguaje mágico de la interacción social. Más concretamente: “es
el resultado de la convivencia armónica con la naturaleza, expresa su
sentimiento, su identidad” (p. 67). En este sentido, es también harto
ilustrativo el contenido que se abstrae de una de las obras de Arguedas, cuando
afirma acaso en términos dramáticos: “Teñida de figuras míticas, la danza, el
canto y fiestas comunales se convierten en el único lenguaje libre permitido a
la población sojuzgada (…) sustentada por tradición milenaria” (AM y TC, p. 27).
Sin
embargo, alcanzar este propósito liminar, no fue tan fácil para Arguedas. Tuvo que
lidiar, como él mismo lo había declarado en más de una vez, con múltiples obstáculos
de entonces. Uno de ellos y sesgado a su labor literaria fue la necesidad de “enderezar”
el presupuesto teórico que manejaron sus antecesores inmediatos, los denominados
narradores indigenistas; quienes habían percibido el problema del indio, solo desde
una perspectiva epidérmica y limitativa. Por otro lado, también tuvo que enfrentarse
a dos disyuntivas personales, no menos complejas: la primera, en relación con
la lengua que debía echar mano para escribir su obra. En este caso, optó por una
especie de mixtura entre el quechua y el castellano, esfuerzo al que Hare (1998,
p.156) la denominó como “quechuizar el castellano”; la
segunda y acaso la más intrincada, fue la necesidad de superar los conflictos
internos que había venido arrastrando, como él mismo lo había declarado también,
desde su infancia.
Entonces,
de lo expuesto hasta aquí se deduce la validez del compromiso contestario asumido
por Arguedas; es decir, haberse propuesto revelar la trascendencia histórica y milenaria
que ha tenido y tiene la presencia de dichos elementos del arte folclórico en
la construcción de la memoria y poder cultural del indio u hombre andino. Ello
se demuestra en el hecho que los indios, cuando trabajan o van a enfrentarse a
los desafíos más extraordinarios, como a la misma muerte, bailan y tocan sus
instrumentos musicales, puesto que dichos elementos forman parte de su
particular consistencia psicosocial. Es más, la música generada está revestida también
del potencial mítico de la naturaleza, como del espíritu de los ríos, de las
cascadas, de los insectos, de los precipicios, del dios Montaña, de las
estrellas (LRP), con los que no solo se sienten identificados, sino que forman
parte -repetimos- de su propia consistencia social; y, en estas condiciones, el
indio se siente invencible, material y espiritualmente, en donde la muerte, por
ejemplo, no es tal sino, más bien, continuación de vida.
Por
otro lado, la funcionalidad de la música, también permite visualizar que, el mundo
andino, es una realidad quebrada en dos clases sociales antagónicas, la de los
blancos y la de los indios. La primera, representada por los hacendados y sus
defensores políticos (autoridades del pueblo); y la segunda, por los indios y
colones en condición de marginado y explotado. Para superar esta penosa situación,
el indio posee como, contrapartida, su propia riqueza o fortaleza psicosocial:
la música, sustentada -repetimos- desde añeja tradición. Siendo así, la música posee
tanto o más poder que el señorío del patrón, puesto que tiene poder incluso
para “indianizar” al blanco (Vargas Llosa, 1969). Situación que debe entenderse,
metafóricamente, como la reafirmación del poder sociocultural del indio,
incluso, tanto o más que el mismo poder del patrón.
Metodología y materiales de estudio
Dentro del argot de
la investigación científica que se viene difundiendo en las últimas décadas, el
estudio se circunscribe dentro de la opción cualitativa, puesto que el material
con el que se ha trabajado, correspondió básicamente al análisis de textos
literarios. En este sentido, el principal método manejado correspondió al hermenéutico
literario (Galván, 218, p. 11), en sus niveles de comprensión, exposición,
interpretación y explicación; sumados, al análisis de contenido necesarios para
organizar la estructura global del estudio.
El universo y la
muestra de estudio estuvo conformado por la totalidad de la producción narrativa
de José María Arguedas, es decir: Agua (1935), Yawar fiesta (1941), Diamantes y
pedernales (1954), Los ríos profundos (1958), El sexto (1961), La agonía de
Rasu-Ñiti (1962), Todas las sangres (1964), El sueño del Pongo (1965), Amor
mundo y todos los cuentos (1967) y El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971),
obra póstuma.
La técnica
predominantemente utilizada fue la de lectura inferencial. De ahí que los
conceptos e ideas deducidas se iban anotando en fichas de registro específicas
(instrumento); y para confrontar y organizar las teorías alusivas a las
categorías estudiadas, se echó mano de la técnica bibliográfica y hemerográfica
del momento, evaluado y registrados en los respectivos apartados o contenidos del
trabajo.
Resultados
Por razones
didácticas ha sido posible organizar sobre la base de las principales
categorías que a continuación se describen.
La mitificación de los instrumentos musicales y la
epicidad del indio
Pinkuyllu (LRP,p.
71) o “Pinkullos” (YF, p. 70) es uno de los instrumentos musicales míticos de
mayor trascendencia. Se trata de un instrumento de significado controvertido,
misterioso, cualidades que lo cubren desde su fabricación hasta su uso específicos.
El mismo Arguedas lo reconoce: “no hay caña natural para que pueda servir de materia
prima, el hombre tiene que fabricarlo por sí mismo” (LRP,p. 69). Su significado,
además, está asociado a la terminación onomatopéyica “Illy” e “Illa”, elementos
míticos emparentados justamente a lo misterioso, a lo extraño o fuera de lo habitual.
En este sentido, la primera (illy), está asociado al “Tábano zumbador” que con
sus pequeñas alas genera música suave, y que representa el bien, la felicidad;
y la segunda (illa), a “la propagación de la luz no solar, claror, relámpago,
rayo, toda luz vibrante, con los que el indio cree tener relación” (LRP,p. 73).
La música generada por los instrumentos aludidos, “causan el bien o el mal, en
grado sumo. Morir o alcanzar la resurrección es posible” (LRP, p.70). Así, se da
a entender que su uso se hace patente en emociones y actitudes magnánimas,
épicas como, por ejemplo, en cambio del Varay’ok, en las feroces luchas de los jóvenes
en la fiesta de carnavales (competencia), en la corrida de toros, faenas comunales,
etc.; en los que se exige la participación de todas las fuerzas espiritual y
materiales, incluso, de la naturaleza a las que el indio cree estar integrado.
El
Wak’rapuku (LRP, p. 72) o wakawak’ra (YF, p. 170) es otro de los instrumentos de
similar potencialidad significativa que el Pinkuyllu; es decir, este instrumento
también sirve “para acrecentar y ahondar los impulsos humanos” (Arguedas, 1962,
p. 2), al extremo de convertir a sus participantes en personajes épicos. Son
trompetas de cuernos de toro, “de los cuernos más gruesos y torcidos” (LRP, p.
72). Se usa en el Turu-pukllay (corrida de toros), en donde se mide el poder
del indio y del blanco; pero también se usa en la fiesta de la herranza
(marcado de los animales): la música alegra a los animales y los corrales
aumentan.
A
estos instrumentos se suma el Pututo (TLS, p. 117) o Huayllaquepa, hecho de
caracoles antiguos, instrumento sagrado y asociado a la “expresión de genios
poderosos que lanza a los vientos su clamor sagrado” (Borja, 1963, p.73). Debido
a este rasgo mítico, “se toca en la ceremonia de Capac Raymi (fiesta de la
virilidad o del huarachico), y en actividades trascendentes que compromete la
participación de la colectividad, como congregar a la comunidad en momentos
graves, reunir a los braceros para la faena agrícola, limpia de acequias, chaco
o cacería” (Borja, 1963, p. 74).
Es
más, se usa también cuando se trabaja, se compite o se celebran eventos
comunales de carácter trascendente o tradicional que, por estar asociados a las
fuerzas míticas de la naturaleza y el cosmos, generan sentimientos y actitudes
también míticas o épicas: estados que los induce incluso a desafiar a la misma muerte.
De la epicidad a la mitificación del poder del indio
Según
la creencia del indio, la práctica de la música a través de extraños instrumentos
musicales, encarnan una fuerza mítica incalculable, la misma que debe
entenderse como “la gestación de ente nuevo, único (…) nuevo mito encarnado en
el deber ser de lo real, el sentido profundo y hasta ahora oculto de la
historia” (Dorfman, 197, pp. 212-213). Hecho que induce a reconocer que el
indio posee pues un poder sociocultural mítico, inmensurable, como para
imponerse a cualquier obstáculo que se pusiese al frente, especialmente como
cuando se trata, por ejemplo, del “mantenimiento de las viejas tradiciones del
ayllu, sobre todo su raíz humana, solidaria” (Cornejo, 1973, p. 67). De ahí que,
en ese estado mítico e incontenible, el indio puede desafiar a la misma muerte
con la seguridad de vencerla, así como en el caso del enfrentamiento con el toro
Misitu, monstruo maligno de las lagunas (símbolo de poder del blanco), que es derrotado
y apresado por la comunidad de los K’allau (YF). Sin embrago, en este actuar particular
del indio, hay un hecho que no debe dejarse de reconocer: la participación
conjunta y solidaria de todas las fuerzas integradas a él, así como las míticas
e imaginarias (por principio mimético) u otras fortalezas físicas del presente.
Solo así se puede explicar, por ejemplo, la construcción de la carretera de 300
km., de Puquio-Nazca, solo en 28 días (LRP); o también cuando los colonos se imponen
a los sacerdotes de Abancay, para obligarlo a celebrar una misa en la catedral (prohibido
para los indios), contra la peste de los piojos, por encima de la resistencia
de los gendarmes armados; igualmente, doña Felipa se impone a la Salinera, para
recuperar la sal y repartir entre los pobres; Ernesto, se impone a las “maldades
del internado” porque está revestido de la misma fuerza mítica que los indios (LRP).
En estas circunstancias, como lo dice el mismo narrador Ernesto, “si muere uno
o dos indios, los otros trabajarán más fuerte” (TLS, p. 120). Siendo así, se
puede deducir que la fuerza mítica de la música es, pues, el lenguaje que
“personifica la conciencia y la continuidad de la lucha de los humildes (…) es
el anhelo interior, la esperanza individual, respecto de lo futuro” (Lévano,
1969, p. 63). Situación que, en otras palabras, simboliza el potencial sociocultural
del indio.
El Tankayllu o danz’ak de tijeras e inmortalidad de la
cultura del indio
El Tankayllu es un
personaje de configuración compleja y controvertida. Sin embargo, según la concepción
asumida por el indio, debe considerarse como clara simbolización de la inmortalidad
del arte folklórico y la cultura del indio. En efecto, según se percibe en el
proceso trágico de mutación de poder del danz’ak Rasu-Ñiti, éste es “puro mito en
persona” e incluso cubre a todos los asistentes del suceso, porque él es hijo de
dios Montaña y por lo tanto emparentado con el cóndor Wamani, que es espíritu
de ese dios Montaña. Y por añadidura su hijo Atok’saycu, es también hijo de dios
Montaña; sumados, además, a los espíritus de la cascada de un río, de un
precipicio y “de otro infierno distinto del que describían los Padres
enardecidos y coléricos de las iglesias” (LRP, p. 203). Situación que, por
deducción, implica aceptar que en ambos danzantes existe una sobredosis de poder:
real y mítico. Por eso el danz’ak Rasu-Ñiti, por ejemplo, puede realizar
“proezas infernales” (LAR-Ñ., P. 148), como atravesarse la carne, levantar y
lanzar barretas, caminar por cuerdas, entre otras. De lo que se deduce,
entonces, que la música inducida a marcar el ritmo de la acrobacia del danz’ak,
posee una doble funcionalidad: representar, metafóricamente, la realización del
bien (poder sociocultural del indio) y el mal (infierno para los que se oponen
a dicho poder).
La
descripción de la escena de muerte del danz’ak Rasu-Ñiti y la mutación de poder
a su hijo Atok’Sayku (nuevo danz’ak), es harto ilustrativo. Primero, la familia
que asiste a la escena, está revestida de la misma fuerza mítica del danz’ak, por
eso aceptan con naturalidad la llegada de la muerte, en tanto que es orden del
Dios Wamani; segundo, la esposa, hija e hijo (nuevo danza’k) corroboran este
hecho. Por eso, dice la esposa: “el cóndor ya está posesionado del danz’ak, está
moviéndose sobre él” (LAR-Ñ); y tercero, Atok’sayku (el nuevo danza’k), como muestra
de haber recibido el poder mítico de su padre, inicia el baile de las tijeras al
son de la música generada por Lurucha, otro personaje mítico. Y tiene majestuosidad
la acrobacia del nuevo danz’ak, porque la música generada por el peculiar instrumento
de Lurucha, es también fruto de la asociación de varias voces míticas. Sellándose
así, la continuidad indeterminada e inmortal del mito del danz’ak de tijeras.
Finalmente
se puede decir, a manera de resumen, que la cultura del indio posee un fuerte
peso mítico, cultivada desde añeja tradición y por lo tanto es y será inmortal
e invencible. Trasciende lo inmediato y se proyecta como una fuerza sociocultural
opuesta a cualquier contingencia que pueda afectarlo como, por ejemplo, la
intromisión de la cultura occidental (representado por “el caballo” en la
escena del danz’ak). Por eso, a la finalización del mismo proceso de mutación, ya
exhausto y en un “estado entre la vida y la muerte”, el danz’ak Rasu-Ñiti vaticina:
“El dios Montaña está creciendo. Matará al caballo” (LAR-Ñ., p.151). Frase metafórica
que resume, pues, el poder socio-cultural del indio, así como también la predicción
de “un principio activo en confrontación con la sociedad” (Rowe, 1973: 10).
3.4. La música como reivindicación del poder del indio
La música en tanto
expresión asociada al espíritu mítico del indio, enuncia la consistencia y
poder sociocultural del mismo. En mérito a este poder, los indios cantan, bailan
y tocan sus instrumentos musicales en tanto sea actividad colectiva que
realizan como, por ejemplo, cuando siembran, cosechan, compiten o participan en
actos fúnebres trascendentes. Según la fe del indio no hay actividad en la que no
se eche mano de la música. Es que ella es, pues, expresión del bien, de la pureza,
de la unidad o solidaridad; por lo tanto, es símbolo de oposición y lucha
contra las fuerzas negativas que menoscaban y hacen peligrar su integridad sociocultural.
De
ahí deviene, entonces, la afirmación de que la música tiene poder para liberar al
indio de los conflictos que tiene con el patrón y, consecuentemente, reivindicarlo
de la opresión que es objeto. Caso patético es, por ejemplo, la liberación de
Ernesto, personaje principal de LRP, del mal que corrompe a sus compañeros del internado
del colegio de Abancay; igualmente, Gabriel (ES), con la fuerza del canto, se
impone al ambiente contaminado del penal; por su parte, las Chicheras, con el
canto se imponen al insulto y diatriba de los principales (LRP). Es más, la
música tiene poder incluso para generar el mestizaje cultural o
transculturización del “blanco” (el patrón), proceso que se ha denominado como
la “indianización espiritual, inconsciente, del blanco de la sierra” (Vargas,
1969: 44). Pero la música, además, tiene poder también para vencer los obstáculos
del tiempo y el espacio, como lo avizora Ernesto (LRP), cuando dice: “Iría la
música por los bosques ralos al Pachachaca. Pasaría el puente, escalaría por
los abismos. Y ya en lo alto sería más fácil; en la nieve cobraría más fuerza,
repercutiría, para volar con los vientos, entre las lagunas de las estepas y la
paja que en el gran silencio transmiten todos los sonidos” (LRP, pp. 147-148). En
suma, todo este proceso mítico aludido no es otra cosa sino el zumo del poder sociocultural
del indio, en tanto que, para él, la música es una fuerza poderosa para interactuar
con el patrón, en las mismas condiciones de poder.
3.5. La música como expresión de sentimiento dual del
indio: lirismo y epicismo.
En la expresión de
sentimientos de este nivel participan básicamente los instrumentos musicales denominado-menores:
el arpa y el violín. Con la práctica de estos instrumentos, los indios experimentan
una “duplicidad de emociones” (Rowe, 1973, p. 7): el lirismo y el epicismo (heroísmo).
Dicho en términos más concretos, la música para el indio tiene una función bipolar,
en tanto que posee la virtud o “capacidad de convertir el sufrimiento en
voluntad de resistencia u oposición al patrón” (LRP, p. 7). La peculiaridad de
esta función, según el mismo Arguedas, se resumiría en la connotación siguiente:
“Con una música de éstas puede el hombre llorar hasta consumirse, hasta
desaparecer, pero igualmente podría luchar contra una legión de cóndores y de
leones o contra los monstruos que se dice habitan en el fondo de los lagos de
altura” (LRP, p. 181).
Por
otro lado, esta duplicidad de emociones posee otras variantes, lindantes más
bien con expresiones líricas como: la nostalgia, el desamparo (frente a leyes y
abuso de autoridades) y la congoja. Estas expresiones se concentran
metafóricamente en la patética figura de la Kurku Gertudis (TS), quien resume el
sufrimiento y queja global del indio, así como también de la naturaleza. Y esto
no podía ser de otra manera ya que, para el indio u hombre andino, la naturaleza,
la música y él, forman parte de una misma realidad. Por eso, lo que siente el indio
siente también la naturaleza. Esta percepción mítica de sufrimiento se resume,
pues, en la figura simbólica de la Kurku Gertrudis. Ella es pues un personaje
patético, especial: limitada físicamente, encorvada la espalda y con una contextura
somática general deformada. La música expresa el dolor y tristeza peculiar de
este personaje; y tiene sentido proyectivo para expresar la situación marginal,
de abandono y tristeza del hombre andino (el indio), por trato desigual e
injusto del patrón. La música, entonces,
expresa esa situación de extrema tristeza generalizada.
Por
otro lado, en cuanto se refiere a la expresión de la epicidad del indio, la
función bipolar de la música, tiene sentido en cuanto se refiere al líder comunero,
Rendón Willka (TLS). Éste, por decisión y encargo de su comunidad, viaja a la
ciudad de Lima, para instruirse; luego, al regresar, debe impulsar el cambio de
ese mundo inicuo impuesto por el patrón (TLS, p. 72). Se observa dicha función
prospectiva bipolar, en la siguiente escena: cuando lo despiden, el canto
expresa el sentimiento de tristeza de la comunidad; y cuando regresa, expresa un
sentimiento de alegría, de epicidad, porque va cambiar el mundo injusto impuesto
por el patrón. Según la percepción mítica del poder de la música, ésta tiene pues
suficiente fuerza predictiva en tanto que, dentro de ese poder, los mismos indios
se encuentran representados.
En
suma, esta función predictiva de la música es predominante en el corpus global de
la narrativa de Arguedas. En el caso del penal, por ejemplo, el canto tiene
poder para liberar a los presos sumidos en una degradación alarmante (ES).
Frente a la “maldad”, el canto se impone y lo vence definitivamente. Se
circunscribe en este mismo nivel, el canto que se emite en los actos funerales.
Se dice que la música puede llegar hasta el mundo de los muertos, que es también
vida, “a la que la misa no puede llegar, pero sí la música en la figura de un perrito
o gusano el mismo indio” (TLS). Es más, cuando muere un principal, es decir el
patrón, el “canto lava, purifica sus culpas y se incorpora en el mundo de los indios”
(TLS). Generándose así, el mestizaje o transculturación del patrón, del blanco.
Situación a la que Klarén (1973, p. 107), lo tipificaría como “la ansiedad casi
patológica por controlar la vida en el más allá”. En suma, todos estos casos aludidos,
son pues expresión simbólica del poder sociocultural del indio.
Concordante
a este mismo sentido, cuando muere un indio o los suyos, le rinden tributo por
sus cualidades y contribución brindada a la colectividad. En este caso, los
versos de una canción, más que tristeza, se constituyen en expresión de triunfo,
de alegría por la continuidad e inmortalidad de ese mundo solidario, real del
indio. Y esto no sería posible, si en él no estarían engarzadas las fuerzas de la
naturaleza y del cosmos, con las que el indio cuenta para interactuar e
imponerse al patrón. Por eso, dice Rendón Willka, en uno de sus diálogos: “sangre
de gavilán he tomado (…) puede ver a donde cae la noche, de donde brota el día”
(TLS, p. 137). Más adelante agrega: “…comunero fuerte. No quiere muerte (…)
Alimento para todo indio” (TLS, p. 194); y, termina el dialogo: “El indio no es
un ladrón (…) Quizás limpie al pueblo de los corrompidos que corrompen” (TLS: 159).
Situación que configuran pues, metafóricamente, la simbolización de Rendón
Willka como un hecho mítico de acción del indio para enfrentar y derrotar a los
“blancos” o al patrón.
Conclusiones
1. La interpolación
de los elementos del arte folklórico: rítmicos (el canto, la música) y de la
voluntad (la danza, el baile y fiestas populares), son preponderantes en la configuración
del universo narrativo de José María Arguedas; incluso, podría decirse que están
configurados como actantes o personajes trascendentes en la estructura global
de dicho universo (Cornejo, 1974). Por eso, la presencia de los elementos aludidos,
no debe entenderse en el mero sentido común que se posee, mucho menos como simples
ornamentos formales que afectan la fluidez de la narrativa sino, más bien, como
recursos válidos, inexcusables dentro de la posición ideológica contestaria asumida
por Arguedas, como es la de dar cuenta desde su contenido global, la compleja y
contradictoria realidad socio-cultural del mundo andino del país.
2. La importancia estética
de su propuesta narrativa se ajusta a la necesidad de generar una literatura comprometida,
de perfil revolucionaria, en comparación a la visión limitativa y superficial
que asumieron otros intelectuales de la época. Posición que le permitió producir
una literatura de contenido intenso, cuestionadora y visceralmente enfrentada a
la propuesta reivindicativa que habían asumido sus predecesores inmediatos, los
denominados narradores indigenistas; quiénes habían percibido la realidad del
indio, desde la perspectiva epidérmica y sesgada acaso a conceptos sociales limitativos.
Su trabajo fue posible, como él mismo lo había manifestado, solo después de
haber conocido y experimentado in situ y con su vida misma, las bondades
y acaso también lastres, de ese mundo al que también lo consideraba como el suyo.
3. Consecuente a la
asunción de los presupuestos teóricos contestarios y revolucionarios, la
funcionalidad de la música demuestra que el contexto andino, es una realidad quebrada
en dos clases sociales antagónicas: la del blanco y la del indio. Sin embargo, coexisten
en el mismo especio, pero en confrontación permanente. La primera, representada
por los blancos (el patrón y principales vinculados a cultura occidental); y la
segunda, por los indios (representantes de la cultura andina), de raigambre
ancestral y que, por eso mismo, se renueva y se fortalece a través del tiempo, es
decir, de generación en generación.
4. Para el indio
la práctica de la música posee una connotación mítica, en tanto que es resultante
de la fusión de múltiples elementos de la naturaleza, del cosmos, así como de su
misma consistencia social, a efecto de constituir la particular naturaleza de
la cosmovisión andina del país. Bajo estas condiciones, el contexto
sociocultural del indio, resulta ser invencible; razón por la que puede
imponerse, por ejemplo, al abuso del patrón con la seguridad de vencerlo. La prueba
es su “indianización”, es decir la aceptación de la música o valor del arte
folklórico del indio. El patrón, en estas condiciones, deja de lado sus
diferencias y se socializa con él. Hecho que, en otras palabras, significa que la
música tiene poder y por lo tanto es capaz de integrar a ambas fuerzas
contrapuestas, ya que ella es, además, la expresión del bien. Siendo así, el
mensaje subyacente de la narrativa de Arguedas, es la lucha por la preservación
del valor sociocultural del indio. Lo que no significa que se aboue por el
retorno al pasado Ayllu incaico, como afirma en sentido peyorativo Vargas Llosa
(“utopía arcaica”, 1995) sino, más bien, por la defensa del valor sociocultural
de indio.
Referencias
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Llosa, M. (1969). Tres notas sobre Arguedas. En: Nueva Novela Latinoamericana I
de Lafforgue, J. Buenos Aires, Paidós.
Abreviaturas
LRP: Los
ríos profundos (1958)
TLS:
Todas las sangres (1964)
YF:
Yawar fiesta (1941)
D y P: Diamantes y
pedernales (1954)
ES:
El sexto (1961)
ZZ:
El zorro de arriba y el zorro de abajo
(1971)
AR-Ñ: La agonía de
Rasu- Ñiti (1962)
AM y TC: Amor mundo y todos los
cuentos (1967)
Trayectoria académica
* Fue -Rector (e) en la
Universidad Nacional Hermilio Valdizán, (1985) - Vice-Rector Académico de la
Universidad Hermilio Valdizán (1986-1989) -Vice-Presidente Académico de
Comisión Reorganizadora de Universidad de Iquitos (1998) y Decano de la
Facultad de Letras y Ciencias Humanas (Univ. H. Valdizán, 1983-1986